Pensaron que
ya tenían en la bolsa (y no precisamente en la de valores) a López Obrador
(AMLO); que iba a seguir a pie juntillas la política económica neoliberal; que
iba a seguir los “consejos” de los oligarcas que han sido dueños de México
desde el alemanismo (con un pequeño intervalo en que no pudieron hacerlo del
todo, durante el gobierno de Luis Echeverría); que el miedo a los “mercados”[1]; y, los muchos nuevos “aliados”
prianistas y verdes del presidente electo, ayudarían a que siguiera inalterado
el poder y los privilegios de las mismas élites que han mantenido hundido al
país durante décadas.
En resumidas
cuentas, que el triunfo de AMLO y Morena el pasado primero de julio no
significaba nada. Todo seguiría igual, y sólo tendrían que tolerar una que otra
política pública “populista”, para mantener controladas a las bases
obradoristas.
Y pensaron
que lo de la consulta del aeropuerto era sólo para zafarse de una promesa de
campaña, pero la obra en Texcoco continuaría.
Pero resulta
que AMLO sabe muy bien que si sigue por el rumbo que le marcan los oligarcas y sus
nuevos aliados, muy pronto irá perdiendo la confianza de quienes votaron por
él, precisamente para cambiar las políticas fracasadas de las últimas décadas
(fracasadas para la mayoría de la población, pero no para las minorías
privilegiadas); no lo apoyaron para que continuara todas y cada una de esas
políticas dirigidas a saquear y explotar los recursos naturales y financieros
del país; y explotar, ignorar o reprimir, según conviniera, a la mayoría de la
población.
Los
oligarcas y los pagados comentócratas de sus medios de comunicación, están
atacando con todo a AMLO por la consulta sobre el aeropuerto; por el anunciado
cambio en la política petrolera, que fue diseñada para convertir a México en
importador de productos refinados, y así mantenerlo dependiente de su principal
proveedor, Estados Unidos, que ahora incluso le vende a nuestro país petróleo
crudo; su invitación a Maduro (obligada pues es un Jefe de Estado de un país
con el que se mantienen relaciones diplomáticas, a pesar del vasallaje del
gobierno de Peña al de Estados Unidos en este tema), para la toma de posesión el
primero de diciembre, etc.
Aún no toma
posesión AMLO y la “supuesta luna de miel” con estos depredadores ya terminó,
porque están acostumbrados a ordenarle a los presidentes, que vienen a ser sólo
sus empleados; porque están acostumbrados a que decisiones que afectan a
millones (por lo general de manera negativa), las toman ellos, sin consultar a
nadie y se las imponen a sus subordinados en el gobierno; porque no desean que
los recursos del país queden fuera de su control, ni que mínimamente la gente
pueda participar en las grandes decisiones que impactan su vida y la de sus
hijos.
López
Obrador, con la consulta del aeropuerto (sea que ya no se construya en Texcoco
o se mantenga ahí); con su intención de hacer a México autosuficiente en
energía y en alimentos, quebrando así los negocios de importación en ambos
sectores, que han generado fortunas incalculables entre políticos corruptos,
empresarios consentidos y trasnacionales; y, controlando el gasto público, fuente
de una corrupción gigantesca, que ha enriquecido a traficantes de influencias,
grupos políticos y al crimen organizado; les está trastornando su esquema de
dominio y enriquecimiento. Y eso los tiene histéricos. Fuera de sí.
Justamente
eso fue lo que hicieron en Sudamérica, Lula, Chávez, los Kirchner, Evo Morales
y Correa[2]; y, por eso las
oligarquías locales, las clases medias “americanizadas”, las trasnacionales y
la potencia hegemónica han lanzado desde hace 5 años, toda una estrategia de
desestabilización y golpismo, nada disfrazado, contra esos gobiernos; que les
ha dado resultado en Brasil, Argentina y Ecuador; pero aún no han logrado su
cometido en Venezuela y Bolivia.
El objetivo
es demonizar y acorralar política, económica y mediáticamente a cualquier
gobierno que pretenda desarrollar políticas en favor de la mayoría de la
población; que no sigan como zombies
lo que ordenen los organismos financieros internacionales, “los mercados” y las
trasnacionales; y que no sean unos títeres de los oligarcas locales y de sus
subordinadas subclases políticas corruptas, asociadas al crimen organizado.
AMLO ha
querido tenderles la mano a estos depredadores, esperando poder encontrar
algunos puentes de entendimiento; pero esta gente sólo entiende de beneficios
incalculables únicamente para ellos y explotación y ninguneo para la población.
De ahí que todo indica que el nuevo gobierno va a enfrentar una arremetida
similar a la que sufrieron los gobiernos progresistas de América Latina; y ello
va a obligar a AMLO a movilizar a sus bases y ojalá, a establecer una alianza
con las fuerzas armadas nacionalistas del país (que todavía hay; no todos son
subordinados del Comando Norte de Estados Unidos), para defender sus políticas
económicas y sociales; y evitar que los grupos poderosos de siempre intenten
derrocarlo, ya sea con juicios inventados por una supuesta fiscalía
independiente; o por una parte de las fuerzas armadas, que acepte convertirse
en el ariete de los oligarcas y de la potencia hegemónica.
[1]
Un grupúsculo de manipuladores de las bolsas y los directores de los bancos
centrales de los principales países del mundo, que dictan los destinos de la
economía mundial a su antojo.
[2]
Sacaron a millones de la pobreza y no se dejaron manipular por los oligarcas
locales, los organismos financieros internacionales, ni Estados Unidos. Pero su
dependencia en los precios internacionales de las materias primas, que se
vinieron abajo, sucesores con menos carisma que los iniciadores de estos
gobiernos (Chávez-Maduro, Lula-Dilma; Néstor-Cristina), y la corrupción de los
aliados incómodos de estos gobiernos (muchos políticos logreros y empresarios
que se subieron al carro ganador, para aprovecharse; algo que le puede suceder
a AMLO si no toma distancia a tiempo de ciertas alianzas incómodas), debilitaron sus gestiones y permitieron que la arremetida fascista y ultraconservadora, los sacara del poder.
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