La “diplomacia de las cañoneras” que caracterizó al
imperialismo estadounidense en su periodo expansionista (mitad del s. XIX a
principios del XX), ha regresado sin máscaras, sin dobles lenguajes, sin
esconderse. Abiertamente el secretario de Estado, Rex Tillerson, afirmó en la
Universidad de Texas (en dónde si no) que los militares venezolanos podrían dar
un golpe de Estado contra Maduro, pues según él: “..en la historia de Venezuela
y los países de América del Sur, muchas veces los militares son agentes de
cambio[1]
(sic) cuando las cosas están muy mal (para
el imperio estadounidense) y los líderes ya no pueden servir al pueblo”.
En resumidas cuentas, cuando Washington no tiene a serviles y
lacayos gobernantes (como los de México, Argentina, Brasil, Colombia, Perú y
Chile en la actualidad), entonces los “líderes (sic)”, ya no le sirven “al pueblo”;
más bien, cuando hay líderes que le sirven al pueblo de verdad, entonces los
capitalistas y el complejo
militar-industrial estadounidense se dan a la tarea de quitarlos, por las malas
generalmente; pero ahora Tillerson le da la oportunidad a Maduro de salir del
poder “pacíficamente”; y hasta le indica que puede “exiliarse en Cuba”.
Increíble el retroceso al que se ha llegado en la diplomacia,
cuando el titular de la secretaría encargada de las relaciones exteriores de la
máxima potencia mundial se da el lujo de decir abiertamente, que se debe dar un
golpe de Estado para quitar a un gobierno legítimo de otro país; y que se debe
pasar por encima de la soberanía y la independencia del mismo, si así lo
considera el país hegemónico mundial.
Pero el cínico Tillerson, todavía afirmó que no estaban
buscando un “cambio de régimen” en Venezuela.
Ahora está en México, y después irá a Argentina, Perú,
Colombia y Jamaica, todos ellos países vasallos de Washington, para ordenarles
lo que deberán hacer, cuando desde Estados Unidos, con la ayuda de los
oligarcas y golpistas venezolanos, se realice el ya anunciado golpe militar
contra Maduro, para evitar que se reelija en las próximas elecciones presidenciales
de abril.
De hecho, ya comenzó la operación del golpe, cuando los
vasallos gobiernos mexicano y chileno se retiraron de la mesa de negociaciones
entre el gobierno de Maduro y una parte de la oposición, que se llevan a cabo
en República Dominicana, como “protesta” por el cambio de fecha de las
elecciones presidenciales.
Además de comenzar a operar el golpe contra Maduro con sus
vasallos en América Latina, Tillerson también va de visita por su “patio
trasero” para advertirles que deben alejarse de China y Rusia, señalando que los
países de América del Sur deben asegurar su soberanía (sic) ante “actores
potencialmente depredadores”, refiriéndose a esa dos potencias; cuando el principal
país depredador en la región es Estados Unidos y de él es de quien se deben
cuidar todos los países.
Pero claro, Tillerson habla desde el punto de vista del
imperialismo estadounidense, señalando que las presas en esta región son para el tiranosaurio Rex (Tillerson), de
Estados Unidos; y no para los otros “depredadores”. De hecho, señaló sin
ambages que “América no necesita nuevos poderes imperiales”; dando así a
entender claramente que el único poder imperial que se acepta en América, es el
de Estados Unidos (doctrina Monroe). Pero da la casualidad de que, siguiendo la
lógica del secretario de Estado, entonces China tendría derecho a “depredar” su
entorno inmediato en Asia-Pacífico; y Rusia el suyo en Europa Oriental y Centro
de Asía.
Ah, pero los gobiernos estadounidenses tampoco están de
acuerdo con esto (no lo han estado desde el fin de la Primera Guerra Fría en
1990); ya que según su visión ellos son los únicos “depredadores” en todo el
mundo (la nación “excepcional”, “indispensable”, los “líderes del mundo libre”,
etc.), por lo que tampoco está permitido (sic) a China y a Rusia intentar
influir o tener presencia económica y política relevante en ningún lado, a menos
que el imperio estadounidense les dé permiso.
Sin embargo, ni Beijing, ni Moscú están esperando el “permiso”
o el visto bueno de Washington para desarrollar su política internacional,
según sus objetivos y proyectos a futuro; y ello es lo que realmente preocupa a
la decadente potencia mundial, que ve como día a día se le va de entre las
manos su dominio mundial, y por ello Tillerson sale a su “traspatio” a asegurar
la hegemonía estadounidense, más con el garrote que con la zanahoria.
En este sentido ¿qué tendrían que decir los candidatos
presidenciales mexicanos ante estas amenazas, nada veladas de Tillerson contra
la independencia y soberanía de un país hermano de Sudamérica; y en general,
contra la de todos los países de la región, si “osan” intentar diversificar sus
relaciones económicas y políticas, por ej. con China y Rusia?
Ya sabemos que Meade no sólo no dirá nada, sino que aplaudirá
como foca lo que proponga el imperio estadounidense. Pero ¿y Anaya? Lo más
probable es que este individuo se acabará plegando a todo lo que le ordenen de
Washington (no por nada tuvo por más de un año viviendo a su familia en
Atlanta, mostrando así su desprecio y alejamiento respecto a la realidad del
que se supone es su país).
Y más importante aún ¿con el bestial corrimiento a la derecha
de López Obrador, tendrá algo que hacer un gobierno así ante la arrogancia y la
prepotencia del estadounidense? Yo lo dudo mucho.
[1] ¿Se
referirá a cambios como los de Pinochet, Videla o Stroessner; o los de las
dictaduras en América Central? Seguramente que sí.
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