Como lo
hemos venido comentando desde hace más de un año, el lacayo secretario de
Relaciones Exteriores de México, Luis Videgaray, va cada mes a Washington a
recibir instrucciones sobre lo que debe hacer o decir.
En su última
visita a la capital estadounidense, Videgaray anunció un próximo encuentro
entre Peña y Trump para revisar los principales temas de la relación bilateral.
No se informó donde sería la reunión, pero seguramente será en Estados Unidos,
y lo más probable es que sea sólo de carácter “oficial”, y no “visita de Estado”;
tomando en cuenta la animadversión que siente Trump por México.
¿Pero cuál
es realmente el objetivo de la reunión Peña-Trump?
Aquí van
algunas ideas.
TLCAN
Si bien los
equipos “técnicos” que renegocian el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) han manifestado que ya pueden “cerrar” varios capítulos, no lo
han podido hacer debido a que Trump, a través del negociador en jefe, Robert
Lighthizer, ha detenido esas conclusiones, empujando temas (conocidos como “píldoras
envenenadas”) como el aumento del contenido nacional en la fabricación de automóviles,
para beneficiar principalmente a Estados Unidos; insistir en que se eliminen
los paneles de resolución de controversias tripartitos y establecer la revisión del
tratado cada 5 años, lo que ha resultado inaceptable para México y Canadá.
Para Peña y
los neoliberales oligarcas mexicanos es imperativo que se termine la
renegociación del tratado antes de las
elecciones presidenciales del 1º de Julio, pues en caso de un triunfo de López
Obrador (y eso a pesar de su brutal corrimiento a la derecha), lo negociado
hasta ese momento estaría a la espera del visto bueno del nuevo presidente y de
su equipo, y ello cambiaría la ecuación de las negociaciones y sobre todo,
podría abrir la ventana que necesita Trump para zafarse del TLCAN, que es lo
que verdaderamente quiere y no ha podido hacer, ante la presión de las grandes
trasnacionales y de los neoconservadores que consideran vital la permanencia
del TLCAN, dentro de su estrategia global de dominación.
Peña va a ir
a postrarse ante Trump para que no se retire del TLCAN e incluso está dispuesto
a aceptar las exigencias estadounidenses (dejando a Canadá sola en sus
objeciones), con tal de que el TLCAN se firme antes de las elecciones
presidenciales en México, y así Peña pueda lograr un frente unido de oligarcas,
neoliberales tecnócratas y subclase política corrupta, con el TLCAN en la
bolsa, para enfrentar a López Obrador y a sus nuevos aliados de la propia
subclase política corrupta y de la oligarquía mexicana (que la verdad está
jugando a tres bandas, esto es apoyando a los tres principales candidatos, para
así no perder en ningún escenario).
De hecho,
Peña va a demostrarle a Trump su lacayismo, señalándole que está dispuesto a
que Estados Unidos invada o provoque un “cambio de régimen” en Venezuela (la
cancillería mexicana ha sido uno de los arietes que se han encargado de confrontar
y de aislar al gobierno de Maduro; y de la misma forma, México fue el primer
país latinoamericano en expulsar al embajador de Corea del Norte, acatando las
instrucciones que acababa de dar a la región el vicepresidente Mike Pence); y
de la misma forma no se opondrá a la política exterior estadounidense en el
mundo, a cambio de que el TLCAN se mantenga.
ELECCIONES
El grupo
Atlacomulco, los tecnócratas y los oligarcas saben que de no mantener el poder
en las próximas elecciones presidenciales, de preferencia a través de la
candidatura de Meade, corren el serio riesgo de que políticos poco predecibles,
especialmente López Obrador (y en mucha menor medida Anaya, a quien en todo
caso pueden llegar a disciplinar, dada su carrera plagada de corrupción), den
marcha atrás a las “reformas estructurales” que aprobó Peña, y que aseguran la
explotación y depredación del país por parte de los oligarcas, la subclase política
corrupta y los tecnócratas; o al menos las modifiquen de tal forma que pierdan
su esencia, que es la permanencia del modelo expoliador neoliberal en favor de
las élites mexicanas; y especialmente de las trasnacionales.
De la misma
forma, la inveterada corrupción, que en el gobierno de Peña llegó a niveles
descomunales, puede convertirse en la piedra que hunda a los grupos que
conforman al PRI y a sus partidos aliados (PVEM y PANAL), pues un gobierno de
López Obrador, e incluso uno de Anaya, en caso de que no se llegue a un nuevo “pacto
de impunidad” con él; bien podrían iniciar una “caza” de peñistas (incluido el
propio Peña y su familia), para acusarlos de corrupción y/o protección al
crimen organizado.
Por ello,
Peña va a pedirle a Trump que le ayude a derrotar a la oposición en las próximas
elecciones, a través de la información que pueda proporcionarle el aparato de
inteligencia estadounidense o incluso mediante la intervención directa de las
agencias que realizan operaciones ilegales (CIA), para sabotear las campañas de
los opositores (principalmente la de López Obrador), argumentando que la
llegada de otro partido distinto al PRI, no garantizará los acuerdos entre
México y Estados Unidos, especialmente los relativos a seguridad.
En este
sentido, Peña le va a asegurar a Trump que sólo el triunfo de su candidato
Meade asegura la permanencia de los intereses estadounidenses en México; de lo
contrario, tanto las inversiones, como el comercio y la cooperación en materia
de seguridad pueden estar en riesgo.
Así también,
Peña va a asustar aún más a Trump y al establecimiento político en Washington,
de que un triunfo de López Obrador terminará con la subordinación de la
política exterior de México a la establecida por el Departamento de Estado.
Todo ello con la intención de que Estados Unidos intervenga en favor de la
candidatura de Meade (con declaraciones en favor de él y en contra de López
Obrador; con una nueva campaña negra contra López Obrador en los medios de
comunicación de Estados Unidos, equiparándolo a Hugo Chávez y señalándolo como
el “candidato de Putin”; etc.); y especialmente, haciéndose de la “vista gorda”
cuando Peña y el aparato gubernamental cometan el masivo fraude con el que
esperan derrotar a López Obrador y a Anaya, utilizando la estrategia “Estado de
México” (uso faccioso de los recursos públicos en favor del candidato del PRI;
compra y coacción del voto; y finalmente el uso de las autoridades electorales,
especialmente el tribunal electoral, para “validar” todas esas ilegalidades).
MIGRACIÓN Y MURO
Peña le
asegurará a Trump que su oposición al muro será sólo declarativa, y de hecho ya
ni lo mencionará, con objeto de no contradecir al arrogante mandatario
estadounidense.
Así también,
no se opondrá a las masivas deportaciones, y en todo caso solicitará que se
mantenga el protocolo establecido para la entrega de los indocumentados de una
manera ordenada, y hasta donde se pueda, respetando sus derechos humanos.
SEGURIDAD
Peña
asegurará a Trump que la subordinación de todo el aparato de seguridad mexicano
al de Estados Unidos, así como el de las fuerzas armadas al Comando Norte, se
mantendrá, con la condición de que su grupo político y familia, y sus allegados
tecnócratas (Videgaray y compañía) no sean perseguidos ni acusados por algún
delito en las cortes estadounidenses. Esto es, Peña va a negociar la
permanencia del “pacto de impunidad” para los ex presidentes, sus familias y
sus allegados, en vista de que últimamente varios ex presidentes
latinoamericanos han ido a parar a la cárcel en sus países, con el visto bueno
de Washington (Humala en Perú, Pérez Molina y Colom en Guatemala), o incluso en
Estados Unidos mismo, como el ex presidente de Panamá, Ricardo Martinelli (y
antes de él, el guatemalteco Alfonso Portillo).
En resumidas
cuentas, Peña va a negociar su salvación, la de su familia, la de su grupo político
y la del neoliberalismo mexicano, a cambio de la soberanía y la independencia
del país.
¿Qué tanto
más obtendrá Trump, al ver la debilidad con la que llega a “negociar” este
lacayo del imperio estadounidense? Muy pronto lo sabremos.
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