Donald Trump responde a 4 grupos de poder en los Estados
Unidos: el lobby pro Israel; el complejo militar-industrial-de seguridad; Wall
Street y las iglesias protestantes del Sur y Medio Oeste del país.
Sus principales opositores, que se han agrupado ahora tras el
Partido Demócrata, son los grandes medios de comunicación; los gigantes del
internet y la industria informática; las grandes corporaciones trasnacionales
beneficiarias de los acuerdos de libre comercio (automotrices, empresas de
productos electrónicos, alimentos, de salud, etc.); y, el “Deep State”, es
decir, las áreas de inteligencia del gobierno estadounidense.
Evidentemente hay muchos otros grupos que favorecen a Trump
en algunas de sus políticas (proteccionismo en favor de las industrias del carbón
y el acero), o se muestran críticos de sus políticas (industria agrícola de
exportación) por ejemplo, en materia de comercio exterior.
No se puede afirmar que todos los grupos de poder político y
económico tienen una posición blanco o negro respecto a la administración del
actual presidente, pero sí se puede documentar que los 4 grupos mencionados
primero, están recibiendo los beneficios de las políticas impulsadas por Trump.
Así, el lobby pro Israel ha sido ampliamente beneficiado, no
sólo con la ya conocida largueza presupuestal hacia el Estado de Israel, con al
menos 4 mil millones de dólares anuales otorgados para gastos de “defensa”;
sino además con nombramientos de personajes cercanísimos a Israel, dentro de la
administración Trump, como el yerno Kushner, el asesor Miller, el embajador en
Israel, David Friedman y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley.
Así también, Trump ha seguido la “guía” del Primer Ministro
israelí, B. Netanyahu, para denunciar el acuerdo de control de la energía
nuclear de Irán, y próximamente la salida del mismo por parte de Estados
Unidos; y de la misma forma está encabezando la estrategia anti-iraní en el
Medio Oriente, para intentar aislar de nuevo al régimen de Teherán y conformar
una coalición con Israel y Arabia Saudita (seguida de sus vasallos Bahréin,
Emiratos Arabes Unidos y posiblemente Jordania y Egipto), que bien podría
provocar una guerra contra Irán, incendiando aún más al Medio Oriente.
La última caravana de Trump al lobby pro Israel fue por
supuesto, el reconocimiento de Jerusalén como la capital israelí, lo que ha
generado el rechazo de la Organización de la Cooperación Islámica (57 países);
de los principales aliados de Estados Unidos en Europa (Gran Bretaña, Francia y
Alemania) y por supuesto de Rusia y China.
Por lo que respecta al complejo militar-industrial-de
seguridad, dentro del cual incluiríamos también al lobby pro armas (National
Rifle Association)[1],
ha sido ampliamente recompensado con un presupuesto para el año 2018 por cerca
de 700 mil millones de dólares, lo que constituye un aumento 4 veces superior a
lo que Estados Unidos aprobó después del 11-S.
Así también, Trump se ha convertido en el principal “vendedor”
de armas de su país en el mundo, presionando para que diversos aliados hagan
cuantiosas compras de armamento estadounidense (Arabia Saudita, Japón, Corea
del Sur, etc.), durante sus giras por el exterior.
Y qué decir de Wall Street, que acaba de recibir el “regalo”
de la más grande reducción de impuestos para las corporaciones estadounidenses en
30 años (disminución del impuesto corporativo de 35% a 21%), y próximamente se
determinará una tasa muy favorable para que las grandes corporaciones puedan
regresar sus ganancias del exterior (se calculan en alrededor de 4 billones de
dólares).
Ello ha llevado a récords en los principales índices de
referencia de Wall Street como el Dow Jones (por encima de los 24,500 puntos),
el Nasdaq (casi en los 7000 puntos) y el S&P 500 (por arriba de los 2600 puntos).
A lo anterior hay que añadirle la intención de la
administración Trump por reformar la legislación Dodd-Frank para permitir que
los especuladores de Wall Street puedan realizar sus riesgosas transacciones,
sin ni siquiera las tibias restricciones de la ley referida, y así provocar burbujas especulativas que resultarán en una nueva crisis como la del
2008-9.
Por lo que respecta a las iglesias evangélicas, además de
atender a su reiterada demanda de cambiar la embajada de Estados Unidos de Tel
Aviv a Israel (lo que se realizará en uno o dos años); ahora ha prohibido la
utilización de 7 palabras[2]
en los documentos oficiales del gobierno, siguiendo así las directrices “morales”
de dichas iglesias; así como su rechazo a conceptos “liberales”, que van en
contra de su ideología conservadora.
Buena parte de la política anti inmigratoria de Trump
responde a los grupos protestantes del Sur y Medio Oeste de Estados Unidos, los
cuales ven como una “amenaza” a su modo de vida, sus trabajos y su seguridad a
la inmigración, legal e indocumentada de personas de otros países, pero
especialmente de otras razas (negros, morenos y amarillos).
Así, por peligrosas o incongruentes que parezcan, las
decisiones y políticas públicas de Trump responden a su ideología “wasp” (White
anglo-saxon protestant); a su función como “shabbos goy” (el “no judío” que le
hace trabajos a los judíos en el Sabbath); a su identificación con la clase
económica dominante, es decir los financieros-especuladores de Wall Street; y a
su convencimiento de que la fuerza es la que permite mantener la hegemonía
estadounidense (los 4 principios de la estrategia de seguridad nacional son:
proteger la patria; avanzar y proteger la prosperidad de Estados Unidos;
mantener la paz a través de la fuerza; y, fomentar la influencia de Estados Unidos).[3]
De la misma forma, esas decisiones y políticas responden a contribuciones
económicas que realizan en favor del “trumpismo” dichos grupos, como el lobby
pro Israel (destaca el multimillonario Sheldon Adelson); las grandes empresas
del complejo militar-industrial (Lockheed Martin, General Dynamics, Boeing,
etc.); los grandes bancos (Goldman Sachs, J.P. Morgan, Citibank, etc.) y la red
de iglesias evangélicas del Sur y Medio Oeste.
Los opositores a Trump, como los grandes medios de comunicación,
las empresas de internet y de las tecnologías de la información; las
corporaciones trasnacionales; y las agencias de inteligencia, son los
principales impulsores de la “globalización” y por lo tanto, su bienestar y su
futuro dependen de que la hegemonía estadounidense no se constriña, sino que se
amplíe y se imponga en todo el mundo.
Requieren apertura de fronteras en materia de inversión,
comercio y crecientemente, en materia migratoria, pues ello les permite bajar
en forma importante sus costos, y acceder a mano de obra barata, pero también a
personal de alto nivel, que sus industrias requieren para mantener su
crecimiento y sus ganancias.
Trump amenaza todo ello, ya que su idea de hegemonía no está
basada en la imposición del modelo estadounidense en todo el mundo, sino tan
sólo en aquellos sectores y regiones en donde puede ejercer su dominación,
prácticamente sin oposición (América Latina, partes de Asia y por influencia y
presión de Israel y Arabia Saudita, en el Medio Oriente). Pero ya no está
dispuesto a mantener a Estados Unidos como el árbitro y el policía de todos los
conflictos y problemas del planeta.
Prefiere establecer una coalición de intereses más compacta,
más depredadora en el sentido tradicional de los poderes coloniales del siglo
XIX; menos comprometida con ciertas responsabilidades internacionales como el
medio ambiente, la paz mundial o los derechos humanos; y más centrada en
obtener “ganancias” económicas primero y políticas después.
Es a esta coalición de intereses a la que identifica con “América”
y es a la que intenta hacer “grande” de nuevo; pero no abarca a todos los
grandes jugadores de la economía y política estadounidense.
Por ello el “Deep State”, principalmente el FBI y la NSA; los
grandes medios de comunicación y sectores como los de la tecnología de la
información, se han montado en una estrategia de desestabilización de su
presidencia, en busca del “impeachment”; con objeto de reposicionar sus
intereses como los dominantes, tratando de realinear a ciertos sectores pro Trump,
como los del complejo militar-industrial y los de Wall Street, en esa estrategia,
sin haberlo logrado; ya que por ahora, dichos sectores están avanzando en sus
intereses, aunque en el corto plazo sea a cambio de retrasar y bloquear la
estrategia “globalizadora”, que también ellos impulsaron en las últimas dos
décadas.
El próximo año, cuando se desenvuelva la reforma fiscal, se
vea si regresan o no los capitales de las grandes corporaciones; si se mantiene
o no el NAFTA (North American Free Trade Agreement); si se inicia o no alguna
acción militar contra Irán y en general si la agenda de Trump sigue avanzando o
se detiene, lo que también se reflejara en los resultados de las elecciones
intermedias del 2018, se podrá saber la correlación de fuerzas entre las
coaliciones que ahora se disputan el poder doméstico e internacional en los
Estados Unidos.
[1]
Continua defensa de la 2ª enmienda de la Constitución por parte de Trunp; así como
la venta de equipo militar a las policías de distintas ciudades
estadounidenses.
[2]
Las palabras son: “feto”; “transgénero”; “vulnerable”; “diversidad”;”
titularidad”, “basado en la evidencia”; “basado en la ciencia”.
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