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Zapata

viernes, 24 de noviembre de 2017

PROYECTO DE NACIÓN

Comienzan a discutirse en los medios y por parte de la comentocracia, las propuestas que han lanzado Morena y el Frente Ciudadano por México; el primero en su Proyecto Alternativo de Nación y el segundo en su Plataforma Electoral.
Es muy relevante que aún antes de haber candidatos oficiales a la presidencia de la República, ya se discutan abiertamente las propuestas formales de las dos principales organizaciones opositoras al gobierno, pues de esa forma, al menos una parte de la llamada sociedad civil, podrá conocer y eventualmente, influir en las políticas públicas que propongan para enfrentar los principales retos y deficiencias del país.
Como se ha comentado en este blog y en diferentes artículos, hay demandas centrales de la población que tienen que ser recogidas por todos los partidos. Otra cosa es qué tipo de diagnóstico hacen sobre el tema o problema específico, y cuál su posible solución.
Pero antes de entrar a un debate sobre las políticas públicas en infinidad de temas, se debe tener claro cuál es el proyecto de país, de nación, que se tiene; adónde se quiere llegar en 6, 10, 20 ó 50 años.
Eso es algo que no está presente en los documentos elaborados por Morena y el frente (en el mejor de los casos, está esbozado entre líneas, pero no se dice explícitamente).
Por ejemplo, partiendo del ámbito internacional, tanto Morena como el frente deberían aclarar si avalan o no el hasta ahora frustrado proyecto “Norteamérica” que la tecnocracia mexicana, los oligarcas y las trasnacionales, todos coordinados por el Consejo de Relaciones Exteriores y el Centro Woodrow Wilson de Estados Unidos, han venido impulsando desde la firma y puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Esto es de primordial importancia, ya que la política económica, la de defensa y seguridad; y la política exterior mexicana, se han venido configurando deliberadamente en los últimos 25 años, con el objetivo de enganchar definitivamente a la economía mexicana a las necesidades y vaivenes de la estadounidense; de convertir a México en un “guardián” de Centroamérica y parte del Caribe, para controlar migración y grupos delincuenciales; de ir integrando a las fuerzas armadas mexicanas a las necesidades e intereses estratégicos de las estadounidenses; y finalmente, de subordinar a la política exterior mexicana a los dictados del Departamento de Estado.
Todo ello ha venido sucediendo el último cuarto de siglo, tanto con gobiernos priístas, como con los panistas.
¿En qué cambiaría eso con un gobierno de Morena o del Frente?
Según los documentos presentados, no cambiaría en lo fundamental, pues no hay un planteamiento general de cómo va a mantener México su soberanía e independencia nacional, en un contexto en el que sus principales instrumentos de política están acotados (incluso constitucionalmente, como en el caso del petróleo), a las prioridades de la superpotencia.
Toda la política económica neoliberal, está centrada en mantener  la máxima acumulación de capital en las grandes corporaciones internacionales y nacionales, y en los bancos; cuentan con todas las ventajas (legislaciones laxas en materia laboral y ambiental; infinidad de recursos para evadir el pago de impuestos; tratados de libre comercio que facilitan el comercio intraempresa; ninguna regulación que obligue a transferencia de tecnología y capacitación para obreros y técnicos nacionales; libertad absoluta para mover sus capitales; etc.).
De la misma forma, la política impuesta por Hacienda y el Banco de México de mantener estancados los salarios, con el argumento de que son inflacionarios, los han mantenido rezagados permanentemente respecto a la inflación; y con la reforma laboral impuesta en 2012, que permite la “flexibilización laboral”, los trabajadores prácticamente han quedado indefensos ante los patrones.
Así también, antes se hablaba de una economía mixta, en donde el Estado jugaba un papel rector y equilibrador en el mercado; ahora el Estado brilla por su ausencia, y los abusos y la “mano invisible” del mercado hace lo que le viene en gana en materia de precios, calidad o condiciones en los que provee los productos y servicios para la población.
Y en materia de seguridad, simplemente no se puede superar el mismo planteamiento de poner a las fuerzas armadas a combatir al crimen organizado, aunque con otro “disfraz” (Morena propone integrarlos en una Guardia Nacional); la profesionalización de los policías, el mejor uso de la inteligencia y de las nuevas tecnologías, etc. Prácticamente todo lo que ya está escrito y/o dicho, pero que en la práctica no se lleva a cabo.
En un régimen podrido hasta los huesos de corrupción, acostumbrado a la impunidad, y en el que los políticos profesionales han llegado a los altos puestos pasando por encima de la ley; la sola reforma de las policías, los ministerios públicos o el sistema penitenciario, no van a resolver el problema, porque la raíz del mismo se encuentra en el funcionamiento del sistema político mismo.
Los incentivos para triunfar dentro del sistema, van ligados no a obtener resultados en favor de la población, no a resolver problemas; no a mejorar la situación general de la sociedad; sino a mejorar la posición del “jefe” del grupo político, ya que con ello el resto del mismo avanza en consecuencia; y como ha sido la divisa de los políticos en México, se considera indispensable ser rico, tener dinero, para seguir en la política. De ahí que la corrupción, el uso patrimonial de los recursos y la visión de la política como una empresa grupal/familiar, y no como un trabajo, un servicio para la sociedad, se haya impuesto en México desde hace décadas.
En México ascienden en la política los serviles, aplaudidores y “yesmen”; y los discretos que se voltean para no ver todos los estropicios que hacen sus jefes o sus pares en el gobierno. De ahí que se recompensa la mediocridad, envuelta en corrupción, pues con esta última se hacen cómplices todos de los “triunfos” o de las derrotas; y como siempre, cuando hay desastres, que paguen otros (siempre hay alguien más a quien culpar).
De ahí proviene toda la podredumbre, y si en el cuerpo político se sigue actuando bajo esas normas “no escritas”, ninguna reforma policial, o judicial, o como le llamen, va a tener repercusión positiva en la vida de millones de mexicanos.

En términos generales, tanto Morena como el Frente sólo pretenden limar algunas asperezas al proyecto de los tecnócratas, pero en general no tienen intención de cambiar lo fundamental.

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