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Zapata

domingo, 26 de noviembre de 2017

LA POLÍTICA EXTERIOR EN LA PROPUESTA DE MORENA

Los planteamientos en materia de política exterior, si bien atienden de manera general los cambios en la correlación de fuerzas entre las principales potencias (Estados Unidos, China, Rusia, la Unión Europea y Japón), así como la emergencia de nuevos actores que inciden en la misma (India, Turquía, Irán, Indonesia, Brasil, Corea del Sur, Australia, Sudáfrica y México); no lo hace de una manera prospectiva, pues no se establece a dónde queremos llegar en los próximos 5 ó 10 años.
En algún momento se hace referencia a las “potencias medias”, como un espacio en el que México podría desarrollar una mayor presencia internacional e influir, de manera concertada con otros países de similar peso económico y político, en los temas y retos a los que se enfrenta la comunidad internacional.
Sin embargo, se omite establecer que esa actuación de México, está condicionada de diversas formas por la relación de asimetría frente a Estados Unidos, que en los últimos 25 años ha reafirmado su preponderancia en nuestras relaciones internacionales, mediante una mayor injerencia en el ámbito de la seguridad (Iniciativa Mérida) y la defensa (sujeción tácita de las fuerzas armadas mexicanas a las directrices del Comando Norte de Estados Unidos).
De la misma forma, una política económica que ha favorecido a las grandes corporaciones nacionales y trasnacionales (aún si dejara de estar vigente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte), en detrimento del desarrollo de las pequeñas y medianas empresas; y que ha subordinado al mercado interno en favor de las prioridades del comercio internacional, va a impedir reorientar las relaciones económicas internacionales, en tanto se priorice la agenda de las grandes empresas y del sector financiero, que ha dictado en buena medida, la política económica del país en las últimas tres décadas.
El plantearse como objetivo primordial la Agenda 2030 de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, puede parecer un horizonte deseable, pero para ello, México deberá comprometerse a enfrentar diplomáticamente y en ocasiones en el propio ámbito económico, a las grandes potencias que si bien, declarativamente apoyan esa Agenda 2030, en los hechos la socavan de diversas maneras.
Sólo por poner un ejemplo, en el Objetivo número 7 de la Agenda se establece: “Garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos”.
Si para ello el gobierno de Morena tuviera que modificar en alguna medida la reforma energética aprobada por el actual gobierno, ello sería considerado como una afectación a los intereses de las empresas trasnacionales que han obtenido concesiones de exploración y explotación, por lo que el Estado Mexicano enfrentaría litigios internacionales, boicots, amenazas de sanciones económicas por parte de los países de donde sean originarias esas empresas, etc.
Así que si bien la Agenda 2030 de la ONU parece una especie de “guía” que le servirá a la política exterior mexicana en los próximos años; la misma está atada a los intereses y acciones de política de los Estados, y es ahí en donde México debe insertarse.
Se señala que la conformación de regímenes internacionales en diversas áreas y la alineación de las políticas nacionales con los de la Agenda 2030, servirán como marco de referencia y como brújula para la política exterior mexicana.
Siendo plausible esa estrategia, resultará inviable si en el ámbito internacional la correlación de fuerzas no favorece ese cambio en las reglas del sistema internacional.
Sabemos que la sola elaboración de normas del derecho internacional público y la conformación de organismos multilaterales, siendo importante, por sí mismo no cambia las prácticas, en tanto no exista una constelación de estados con el suficiente poder, para que puedan implantarla en espacios geográficos cada vez más extensos.
Por más que se prohíba internacionalmente la tortura o el tráfico de especies en peligro de extinción, si un número significativo de gobiernos no están dispuestos a aplicar las leyes respectivas, y a destinar los recursos económicos, humanos y materiales necesarios para ello, dichas prácticas lesivas para la humanidad, se mantendrán.
Por lo tanto, si México quiere impulsar la cooperación internacional como su eje rector en materia de Política Exterior, ubicando la Agenda 2030 de la ONU como su horizonte de llegada, tendrá que desarrollar al mismo tiempo una amplia alianza de países que estén dispuestos a impulsar dicha agenda, no de forma declarativa, pues eso todos lo hacen, sino aplicando las normas y prácticas que se requieren para ello, en los hechos.
Y eso puede implicar enfrentamientos de diverso calibre con muchos países y especialmente, con las grandes potencias. Si México no está dispuesto a enfrentar en los organismos internacionales y en la práctica política cotidiana las violaciones a las normas internacionales por parte de varias potencias, los excesos y las interpretaciones a contentillo que hacen de las mismas, entonces es mejor que no se plantee como guía la mencionada Agenda, pues sólo quedará como una carta de buenos deseos, recordando aquella Carta de los Deberes y los Derechos Económicos de los Estados, que sólo fue una ilusión; pero que eso sí, fue aprobada en la Asamblea General de la ONU de forma abrumadora.

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