Como lo afirmamos en este blog hace prácticamente dos años,
las precandidaturas de los “políticos” en el PRI; es decir, Osorio Chong y
Narro ahora; en su momento Eruviel Avila y Manlio Fabio Beltrones, siempre
estuvieron condenadas a servir de comparsas a los verdaderos precandidatos, que
lo fueron todo el tiempo, es decir los tecnócratas; primero, el alter ego de Peña, Luis Videgaray, que
se cayó debido a la comedia de equivocaciones con la visita de Trump a México;
seguido de Aurelio Nuño y finalmente de José Antonio Meade.
Como nunca antes, el eje tecnócratas-oligarcas-trasnacionales
requieren a uno de los suyos al frente del proyecto neoliberal, que se
enfrentará nuevamente al que ellos llaman “populismo”, encabezado por tercera
elección presidencial consecutiva, por Andrés Manuel López Obrador; y a una
escisión sistémica, que si bien no representa un peligro para el proyecto de
dominación actual, sí constituye una indeseable desviación de las directrices
establecidas por los autoproclamados “dueños de México”; es decir el frente “ciudadano”.
Meade es hijo de un abogado y economista por la UNAM,
Dionisio Meade[1],
que fue funcionario en la Secretaría de Hacienda y en el Banco de México.
Como lo ha venido haciendo la tecnocracia desde mediados de
los años 40 del siglo pasado, funcionarios altos y medios (como el papá de
Meade) de las Secretarías de Hacienda, Economía (o Comercio, pues ha cambiado
continuamente de nombre) y el Banco de México, preparan a sus hijos en
instituciones privadas (generalmente el Instituto Tecnológico Autónomo de México
y en menor medida el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Panamericana, la
Iberoamericana o la Anáhuac), en la carrera de economía; y en ocasiones los
inducen a estudiar Derecho (a veces en la UNAM, pues durante mucho tiempo la
Facultad de Derecho fue el “alma mater” de presidentes y secretarios de
Gobernación, hasta que los tecnócratas tomaron el poder a principios de los
años 80). Y posteriormente, a pesar de tener recursos suficientes para pagar
por los estudios de posgrado de sus hijos en el extranjero, se aprovechan de
las becas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), para
enviarlos a estudiar a Estados Unidos (Harvard, Yale, Princeton, MIT, Stanford,
Chicago, etc.); y después les van armando una carrera eminentemente técnica en Hacienda,
Economía y/o el Banco de México, hasta que alrededor de los 40 ó 45 años los impulsan
a puestos en el gabinete; en donde, desde hace más de medio siglo, compiten por
la candidatura presidencial (recordemos que ya en el sexenio de López Mateos, Antonio
Ortiz Mena, “padrino” de los tecnócratas mexicanos, compitió como “presidenciable”
en la sucesión de 1964).
Meade[2]
siguió el guion religiosamente, pues estudió Economía en el ITAM; Derecho en la
UNAM y obtuvo sus posgrados (Maestría y Doctorado) en la Universidad de Yale.
Cabe mencionar que durante sus años en el ITAM entabló
amistad o al menos alternó con otros compañeros de la carrera, tales como Luis
Videgaray, Ernesto Cordero (de ahí las versiones de que Cordero apoya su precandidatura
presidencial, más que la de cualquier panista); Raúl Murrieta Cummings (subsecretario
de Infraestructura en SCT); Andrés Conesa (director general de Aeroméxico);
José Yunes (senador priísta); Guillermo Babatz (directivo de Scotiabank);
Francisco González (director de pro México); Luis Miguel Montaño, Abraham
Zamora, Alejandro Karam, Guillermo Solomon, entre otros[3].
Inició como analista en la Comisión Nacional de Seguros y
Fianzas y después de terminar su doctorado, tenía asegurado un puesto de primer
nivel, a la edad de 28 años, como Director General de Planeación Financiera de
la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR) entre 1997 y
1999[4].
Después fue el secretario adjunto de Protección al Ahorro
Bancario, el IPAB (sucesor del Fobaproa); y ya con Fox en la presidencia (lo
que claramente refleja que la tecnocracia tiene aseguradas sus posiciones en
gobiernos priístas o panistas por igual), fue nombrado Director General de Banca
y Ahorro de la SHCP (a los 31 años), hasta el 2002; cuando fue nombrado
Director General del Banrural, para pasar a convertirlo en la Financiera Rural,
en donde terminó el sexenio foxista.
Al inicio del sexenio calderonista fue nombrado el
coordinador de asesores del secretario de Hacienda, Agustín Carstens; y a principios
de 2008, subsecretario de Ingresos (39 años de edad); y en 2010, subsecretario
de Hacienda.
Al iniciar 2011 Calderón lo nombró en el gabinete como
secretario de Energía, desde donde comenzó a planearse y conformarse la reforma
energética que después sería lanzada por Peña Nieto.
No duró ni un año en Energía, cuando Calderón lo regresó a
Hacienda como titular, en septiembre del mismo 2011.
Como se puede apreciar, Meade es el “ajonjolí de todos los
moles”; y no precisamente por su eficacia, pues en todas las posiciones que ha
ocupado se ha encargado de seguir la corriente, es decir de “nadar de muertito”,
sin “hacer olas” y aplicando a rajatabla las indicaciones del manual neoliberal,
sin salirse un centímetro.
Eso es justamente lo que le ha valido la “confianza” de sus
jefes, pues ha estado en posiciones de altísima responsabilidad, en donde
seguramente se debió dar cuenta de distintos actos de corrupción (caso
Odebrecht,[5]
caso Monex, etc.) durante la campaña presidencial del 2012, o de los negocios
turbios que el calderonismo realizó con empresas españolas en el sector
energético; pero en ningún caso fue un obstáculo o una molestia para las
reiteradas prácticas corruptas de los presidentes panistas o priístas, sin
distinción (ahí están los casos de la "papeles de Panamá" y los "papeles del Paraíso", en los que Meade no ha levantado un dedo para castigar a los evasores fiscales). Es esa “discreción” en la que confían los que ahora impulsan
desaforadamente su precandidatura presidencial en el PRI.
Al llegar Peña, Meade regresó al “corral priísta” (aunque
formalmente nunca se ha afiliado ni al PRI, ni al PAN), y como “mil usos” que
es, fue nombrado Secretario de Relaciones Exteriores, en donde siguió las
directrices de Washington, sin pestañear.
Después Peña, quizás ya viéndolo como un posible precandidato
presidencial, trató de darle un poco de “baño de pueblo” y lo mandó como
secretario de Desarrollo Social (2015-2016), para que se enterara de que en el
país todavía hay pobres, y que aquella famosa frase de otro de los “gurús” de
la tecnocracia, Pedro Aspe, de que la pobreza en el país era un “mito genial”,
pues no lo es tanto.
Y finalmente, el año pasado, Peña lo regresó a Hacienda, para
prepararlo como plan B, en caso de que su principal prospecto para la candidatura
presidencial, Luis Videgaray, no pudiera consolidarse como su probable sucesor.
Ahora Videgaray es el principal promotor de la candidatura de
su amigo Meade, y a menos que en el último momento Peña decida que Nuño Meyer
podría ser mejor candidato que Meade (pues se significa por ser “peleonero”, y
eso puede servir en los debates presidenciales), el titular de Hacienda se
encamina a ser el candidato, no del PRI, pues este sólo es el vehículo para
acceder a la presidencia, sino de la tecnocracia internacional (y sus minions nacionales); de los oligarcas,
de las trasnacionales y del grupo compacto del peñismo, que está seguro (sic)
de que Meade le cubrirá las espaldas, por la corrupción desatada y las ligas
con el crimen organizado, que han caracterizado a este gobierno.
El problema para Peña es controlar la inconformidad de los “políticos”;
significativamente de Osorio Chong y de Manlio Fabio Beltrones, pues a Eruviel
Avila ya lo puso en la misión imposible de sacar al PRI del “país de los
muertos” en la ciudad de México, y lo más probable es que le haya prometido
algún puesto en el siguiente gabinete (a reserva de que esto lo confirme el
candidato), y de que sus muchos cientos (o miles) de millones de pesos
acumulados como gobernador del estado de México, le serán “respetados”.
Hay versiones que señalan que Osorio podría ir como
presidente nacional del PRI, lo que sería una muy mala noticia para Meade, ya
que recordemos que poner a un “perdedor” al frente del partido (el caso de García
Paniagua en 1981, después de que fue “destapado” como candidato Miguel de la
Madrid), genera más choques e inconformidades, que buenos resultados. Y dejarlo
en Gobernación, podría repetir lo que sucedió en 1988, cuando el “perdedor” Manuel
Bartlett dejó crecer a la oposición, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, y la
elección presidencial de ese año fue una pesadilla para de la Madrid y para el
candidato Carlos Salinas.
Así también, corre la versión de que Nuño se haría cargo de
la campaña de Meade, lo que sería una muy buena noticia para sus oponentes,
dado que el joven “peleonero” Nuño, muy probablemente llegue más frustrado que motivado
a ese encargo, y muy bien podría repetirse la comedia o tragedia de 1994,
cuando otro perdedor, el “Doctor Z”, Ernesto Zedillo; se hizo cargo de la
campaña de Colosio y prácticamente la llevó al desastre, hasta que surgió un “loco
solitario” que mató al candidato presidencial priísta; abriéndole así, milagrosamente la puerta de la candidatura a Zedillo.
Además, Meade llega sumamente débil a la candidatura, sin
tener un grupo que lo apoye dentro del PRI. En todo caso sería Peña, y entonces
quedaría como rehén del grupo peñista, y eso lo debilitaría más internamente y
ante sus contrincantes, que fácilmente lo calificarían como una marioneta del
actual presidente.
Aun así, Meade o en su caso Nuño, están dispuestos a “sacrificarse”
por el país, con tal de mantener este sistema depredador, que sólo beneficia a
una minoría y que está subordinado a las directrices de los
usureros-especuladores de Nueva York, de la tecnocracia trasnacional y de las
grandes corporaciones internacionales.
[1]
Nació en 1944 en la ciudad de México (su apellido es de origen irlandés); estudió
Derecho y Economía en la UNAM; fue jefe del departamento de asuntos internacionales
en el desaparecido Instituto Mexicano de Comercio Exterior (1972); jefe de
Negociaciones Comerciales en la SHCP (1973); subdirector de Industria en la
Secretaría de Comercio (1976); subgerente de Política Financiera y Comercial en
el Banco de México (1979); Director de Asuntos Internacionales en la SHCP
(1980); coordinador general en el Infonavit (1982), Director General de
Promoción Fiscal en la SHCP (1988); director de la División de Servicios del Banco
Somex (1992); diputado federal por el PRI (1997-2000); y, director General de
Contraloría y Administración del Banco de México, en donde se jubiló. Dionisio
Meade fue muy cercano de Jesus Silva Herzog Flores y del papá del actual
gobernador de Baja California Sur, el panista Carlos Mendoza Davis (su papá fue
gobernador por el PRI en Baja California Sur, Angel César Mendoza Aramburu); Meade
hijo lo es de Jesús Silva Herzog Márquez y del gobernador Mendoza Davis.
[2]
Nació en la ciudad de México en 1969, está casado, tiene tres hijos y como dato
familiar resalta que es nieto (por parte de madre) del abogado y escultor José
Kuri Breña, miembro de la comunidad libanesa en México.
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