A raíz del triunfo en Siria y en Irak de las milicias chiítas
iraníes, Hezbollah, el ejército sirio, el iraquí y el ruso contra los
mercenarios y terroristas (ISIS y AL Qaeda, principalmente) la mayoría de ellos
pagados, equipados y protegidos por Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita, las
petromonarquías del Golfo, Jordania, Egipto y en su momento Turquía; el gobierno de Netanyahu y sus aliados
neoconservadores en Estados Unidos, han estado intentando nuevas estrategias
para desbaratar lo que han llamado la “creciente chií”, que iría desde Teherán,
pasando por Bagdad, Damasco y hasta llegar a Beirut.
Primero intentaron interponer entre Siria e Irak a los
kurdos, empujando a la facción comandada por la familia Barzani a “independizarse”
de Irak, mediante un referéndum; pero la oposición unificada de los gobiernos
sirio, turco, iraquí e iraní y la división entre los propios kurdos (la facción
de los Talabani logró un acuerdo con el gobierno iraquí, y se negó a apoyar a
los Barzani), frustró el plan para crear el Kurdistán, lo que motivó el retiro
kurdo de Kirkuk (principal zona petrolera de los kurdos), y la entrada de las
tropas iraquíes, prácticamente sin disparar un tiro.
Ahora la estrategia ha sido que un ejército de mercenarios,
llamado Syrian Democratic Forces
(SDF, muy similar a las Israeli Defense Forces, IDF, o sea el nombre del
ejército israelí), apoyados por tropas estadounidenses, logren irrumpir entre
Siria e Irak, evitando así la unión de los ejércitos de ambos países, lo que
hasta la fecha no han podido lograr.
Los estadounidenses, que durante el gobierno de Obama trataron
de evitar el involucramiento directo con tropas en el terreno, en el conflicto
sirio (aunque en todo momento hubo cientos de “asesores”, apoyando a los
mercenarios); con Trump, y estando bajo el dominio completo de su yerno Jared
Kushner en todo lo relativo al Medio Oriente -convencido sionista y aliado de
Netanyahu y los neoconservadores, ya no han tenido reparos en enviar tropas a
combatir, no únicamente al Estado Islámico, sino también al ejército sirio.
Sin embargo, esta nueva intentona por evitar el triunfo de
iraníes, iraquíes, sirios y rusos, se ha quedado corta; y ahora, Rusia está
llevando a los gobiernos sirio, iraní, iraquí, turco y a diversos grupos de la
oposición siria a negociar, lo que bien podría resultar en diversos ceses al
fuego y en acuerdos políticos que desbaraten los planes de “balcanización” que
neoconservadores, israelíes y árabes tenían planteados para Siria e Irak.
De la misma forma, el heredero al trono en Arabia Saudita,
Mohammed bin Salman (MBS), ha visto como su guerra contra los houtís en Yemen
no logra su objetivo de derrotarlos, y por el contrario ha generado una crisis
humanitaria mayúscula en ese empobrecido país; lo que ha elevado los llamados
de la ONU y de diversos legisladores en Estados Unidos, para que los árabes
finalicen con sus criminales bombardeos y se inicie un proceso de negociación
política.
En este sentido, MBS está intentando afianzar su poder dentro
del conglomerado de príncipes que conforman la familia real saudita, y está
utilizando la disputa con el chiísmo y con su máximo representante, el gobierno
iraní, como el vehículo para deshacerse de opositores y competidores dentro de
la estructura de poder en Riyad.
Así, el primer golpe fue contra Qatar, al que se le acusó de “apoyar”
a los grupos terroristas en la región, como si la propia Arabia Saudita no
hubiera sido la inspiradora y líder en esa política, tratando así de “lavarse
la cara”, cuando Riyad ha sido tan culpable de ello como los qataríes.
Pero la principal acusación contra ellos era su acercamiento
con Irán, país con el que los qataríes comparten el yacimiento de gas más
grande del mundo, por lo que no les queda de otra más que tener relaciones
aceptables con Teherán; algo que la nueva cúpula del poder en Arabia no acepta,
pues intenta aislar nuevamente a Irán.
Por ello Arabia lanzó la ofensiva diplomática y económica
contra Qatar, intentando aislarlo; lo que no logró, debido a que Turquía e Irán
mantuvieron su apoyo al pequeño emirato.
Por supuesto que la descertificación de Trump al acuerdo para
el control de programa civil nuclear de Irán, ha sido el mayor logro de esta
estrategia neoconservadora e israelí, que todavía tiene que reflejarse en el
retiro formal de Estados Unidos del acuerdo, algo que aún no sucede; y que ha
sido acremente criticado por los otros firmantes (Rusia, China, Gran Bretaña,
Francia y Alemania), debido a que Irán ha cumplido escrupulosamente con los términos
del acuerdo y por lo tanto no hay justificación para retirarse del mismo.
Todo lo anterior fue generando cada vez más oposición dentro
de la familia real saudí, pues han considerado estas medidas de política
exterior demasiado arriesgadas y poco meditadas por parte del príncipe
heredero, por lo que seguramente éste solicitó apoyo y consejo a sus aliados
neoconservadores en Estados Unidos; especialmente a su nuevo aliado, Jared Kushner,
quien hizo una visita relámpago a Arabia en la primera semana de noviembre, para
reunirse durante varios días, de forma privada, con MBS, después de lo cual
éste lanzó una “purga” mayúscula dentro de las altas esferas de la familia real
saudí, apresando y confiscando las fortunas de influyentes miembros de la
misma, como el multibillonario Alwaleel bin Talal, el más rico del reino; y el
favorito del anterior rey Abdalá, Mutain bin Abdalá, acusándolos de corruptos.
Así también, los cambios “modernizadores” de MBS, como
permitir a las mujeres sauditas conducir vehículos a partir del próximo año, no
han caído muy bien entre los clérigos wahabitas que monopolizan la religión y
las reglas de convivencia en Arabia. Por ello, MBS, está tratando de evitar una
coalición de inconformes y opositores, que pueda poner en peligro su recién
adquirido poder.
Al mismo tiempo, y siguiendo las directrices israelíes y neoconservadoras,
MBS decidió retener al Primer Ministro de Líbano, Saad Hariri, durante una
visita a Riyad, y obligarlo a presentar su renuncia, alegando un complot para
asesinarlo por parte de Hezbollah.
El gobierno libanés está conformado por una alianza muy
frágil entre el grupo chiíta Hezbollah, los cristianos maronitas y los sunníes;
Hariri representa a estos últimos, y por lo mismo los árabes lo ven como una
cuota de ellos.
El régimen saudita intenta generar con este asunto y con su
respuesta al lanzamiento de un misil de parte de los houtíes hacia Riyad, que
fue derribado por las defensas saudíes, como un “cassus belli”, tanto contra
Líbano, como contra Irán.
Con esto MBS pretende primero, detener la creciente oposición
interna de diferentes ramas de la familia real, a su imprudente política de
guerra abierta contra Irán (que saben que no podrían ganar), pues la verdadera
apuesta saudí es que sea Estados Unidos el que combata en esa guerra, pues los
saudíes serían derrotados ante el experimentado ejército iraní.
Después, MBS intenta detener la creciente insatisfacción y
decreciente apoyo en Estados Unidos y en el mundo, a su genocida guerra contra
Yemen, desviando la atención hacia una crisis fabricada en otras zonas del
Medio Oriente.
Y por último, intenta generar un frente sunnita (con Egipto,
Emiratos Arabes Unidos, Bahrein y Kuwait), y con el apoyo de Estados Unidos e
Israel, para lanzar ofensivas diplomáticas, económicas y eventualmente
militares contra Irán, y la famosa “creciente chií”, siguiendo así el guion de
Netanyahu y los neoconservadores, para intentar nuevamente aislar y de ser
posible, destruir al régimen teocrático iraní.
Sin embargo, una vez más estos desesperados intentos de Tel
Aviv (Netanyahu también intenta crear una crisis internacional, en momentos en
que está siendo acusado de actos de corrupción en Israel, lo que le podría
costar el cargo), los neoconservadores (con Kushner como su principal aliado en
la Casa Blanca) y Riyad, no están logrando sus objetivos, pues tanto Europa
(Francia, Gran Bretaña y Alemania), como incluso el secretario de Estado, Rex
Tillerson, han manifestado su rechazo a iniciar un nuevo ciclo de violencia,
esta vez en Líbano; y no se advierte un frente unido en este sentido dentro del
gobierno de Trump, que por lo demás ha dado abiertamente su apoyo a las
irresponsables medidas tomadas por el príncipe heredero saudita.
En todo caso, tanto Irán, como Hezbollah en el sur de Líbano,
han manifestado estar preparados ante cualquier escenario que se presente en
las próximas semanas.
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