Crisis global y marcha de Trump hacia la guerra
William I. Robinson *
La Jornada 1 de Junio de 2017
La discreta escalada de la intervención de Estados Unidos en Medio
Oriente ocurrida en las semanas recientes llega en un momento en que el régimen
de Trump enfrenta un creciente escándalo sobre la presunta injerencia rusa en
su campaña electoral de 2016, además de los índices históricamente más bajos de
aprobación para un presidente entrante y una resistencia cada vez mayor entre
la población. Los gobernantes estadunidenses a menudo han lanzado aventuras
militares en el exterior para desviar la atención de las crisis políticas y los
problemas de legitimidad en su ajuar.
Mas allá de la intervención en Irak y
Afganistán, Trump ha propuesto un multimillonario incremento en el presupuesto
del Pentágono. Ha amenazado con utilizar la fuerza militar en varios polvorines
alrededor del mundo, incluyendo Siria, Irán, el sudeste de Asia, el flanco
oriental de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con Rusia y
en la península de Corea. Por muy importante que sea el análisis geopolítico en
la explicación de las crecientes tensiones internacionales, hay profundas
dinámicas estructurales en el sistema de capitalismo global que empujen a los
grupos gobernantes hacia la guerra. En particular, el sistema enfrenta una
insoluble crisis de sobreacumulación y legitimidad a raíz del colapso
financiero de 2008.
La emergente clase capitalista
trasnacional (CCT) emprendió desde finales del siglo pasado una vasta
restructuración neoliberal, liberalización comercial e integración de la
economía mundial. La globalización permitió a la CCT reanudar la generación de
ganancias y la economía global experimentó un boom al viraje
del siglo. No obstante, esta globalización ha dado lugar a una polarización
social mundial sin precedente. La agencia de desarrollo británico Oxfam informa
que apenas uno por ciento de la humanidad posee la mitad de la riqueza del
mundo y 20 por ciento controla 95 por ciento de esa riqueza, mientras el
restante 80 porciento tiene que conformarse con apenas 5 por ciento.
Dada esta extrema polarización de los
ingresos, el mercado global no puede absorber la producción de la economía
global. En los años recientes las ganancias corporativas han registrado niveles
casi récord, al mismo tiempo que la inversión corporativa ha declinado. En la
medida que se va acumulando este capital no invertido, crecen enormes presiones
para encontrar salidas rentables al excedente. Los grupos capitalistas,
especialmente el capital financiero trasnacional, presionan a los estados a
crear nuevas oportunidades para la inversión rentable.
Los estados neoliberales han recurrido
a varios mecanismos en años recientes para ayudar a la CCT a sostener la
acumulación frente al estancamiento. El primero es el asalto y saqueo de los
presupuestos públicos; segundo, la expansión del crédito a consumidores y
gobiernos, sobre todo en los países ricos, y tercero, la frenética especulación
financiera, que ensancha cada vez más la brecha entre la economía productiva y
el capital ficticio. El producto interno bruto mundial alcanzó 75 mil
millones de dólares en 2015, mientras el mercado global de derivados se estimó
en la alucinante cifra de 1.2 billones de dólares. A la larga, estos mecanismos
terminan agravando la crisis de sobreacumulación, ya que constriñen aún más la
capacidad de absorción del mercado. El resultado es la cada vez mayor
inestabilidad subyacente de la economía global.
Sin embargo, hay otro mecanismo que
sostiene la economía global: la acumulación militarizada. Las desigualdades sin
precedente sólo pueden ser sostenidas por los sistemas cada vez más expansivos
y ubicuos de control social y represión. Pero más allá de las consideraciones
políticas, la CCT ha adquirido un interés creado en la guerra, el conflicto y
la represión como medio en sí de la acumulación. Mientras cada vez más se fusiona
la acumulación privada con la militarización estatal, los intereses de un
amplio despliegue de grupos capitalistas y élites giran alrededor de un cambio
en el clima político, social e ideológico hacia la generación y el
sostenimiento de los conflictos –como en Medio Oriente– y en la expansión de
los sistemas de guerra y de control social, justificados por las así llamadas
guerras contra las drogas, el terrorismo y los inmigrantes.
El gasto militar estadunidense subió en
91 por ciento en términos reales entre 1998 y 2011, mientras las ganancias de
la industria militar casi se cuadruplicaron en este periodo. Un nuevo complejo
militar-seguridad-industrial-financiero, a la vez integrado al sector de la
alta tecnología, ha acumulado enorme influencia en los pasillos del poder en
Washington y en otros centros políticos alrededor del mundo. Los militares
activos y retirados que controlan la maquinaria estadunidense de guerra ocupan
numerosos puestos en el régimen de Trump y cada vez gozan de mayor autonomía de
acción. Sin embargo, detrás del régimen de Trump y del Pentágono, la CCT busca
sostener la acumulación mediante la expansión de la militarización, el
conflicto y la represión. Entre más llega a depender la economía global de la
militarización y el conflicto, cada vez mayor es el impulso hacia la guerra y
cada vez más altos los riesgos para la humanidad.
* Profesor de sociología de la
Universidad de California en Santa Bárbara
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