Emergencia salarial
EDITORIAL DE LA JORNADA
29 de Septiembre de 2015
En una conferencia de prensa conjunta ofrecida ayer, el
titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Alfonso
Navarrete Prida, y el presidente de la Comisión Nacional de los Salarios
Mínimos (Conasami), Basilio González, acompañados por los dirigentes de las
cúpulas empresariales, informaron sobre la unificación del salario mínimo en
todo el país y que a partir del mes próximo la percepción básica se
incrementará en un peso con 82 centavos para quedar en 70.10 pesos diarios.
Navarrete Prida aseguró que lo anterior significa una recuperación y
ensalzó el trabajo de la Conasami por esforzarse tanto en su trabajo para
lograr la mejoría de los salarios.
El optimismo del funcionario parece injustificado
si se coteja con el hecho de que quienes perciben el salario mínimo se
encuentran, de acuerdo con todos los criterios aplicables, en situación de
extrema pobreza: un ingreso medio mensual de 2 mil 103 pesos es a todas luces
insuficiente para cubrir las necesidades de una persona, y no se diga de una
familia.
Por añadidura, el salario mínimo establecido es
manifiestamente anticonstitucional. Cabe citar lo que señala la Carta Magna en
su artículo 123, sección a, inciso VI, al respecto:Los salarios mínimos
generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de
un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a
la educación obligatoria de los hijos.
Un argumento tradicional del poder político y de
los voceros empresariales para justificar esta circunstancia inadmisible es que
son muy pocos los trabajadores que ganan el salario mínimo, que es una mera
referencia y que la mayoría recibe ingresos superiores. Tal alegato es
doblemente falso: por un lado, las estadísticas oficiales refieren que hay más
de 750 mil empleados con ese nivel salarial; por el otro, el monto promedio de
los sueldos –los mínimos y los no tanto– en el país es desoladoramente bajo, y
para demostrarlo basta con compararlos con los ingresos en otras naciones.
El minisalario en México equivale a 20 por ciento
del que rige en Argentina, menos de 40 por ciento del correspondiente a los de
Brasil, Uruguay y Paraguay, 70 por ciento del boliviano, 45 por ciento del de
Colombia, 30 por ciento del chileno, 20 por ciento del venezolano, 30 por
ciento del costarricense, y es menor a los vigentes en cualquier nación
centroamericana. En esta materia nuestro país se encuentra en niveles
semejantes a los de Nigeria, Mauricio, Kazajstán, Indonesia y Botsuana. Si se
compara con los salarios mínimos promedio vigentes en las entidades fronterizas
de Estados Unidos (California, Arizona, Nuevo México y Texas), los nacionales
son 15 veces inferiores a los del otro lado del río Bravo (4.13 dólares versus 63.6
dólares).
En cuanto a promedio de ingresos, el sitio
about.com indica que, consideradas las diferencias en los precios de las
respectivas canastas básicas, un contador mexicano recibe, en promedio, 9.94
dólares por hora, frente a los 9.97 que gana un colega suyo en Colombia, 10.53
en Chile, 14.64 en España, 23.31 en Estados Unidos y 23.82 en Argentina; un
maestro mexicano gana 4.36 dólares, mientras en Brasil se le pagan 6.72, en
Chile 10.09, en Estados Unidos 13.85, en Argentina 16.74 y en España 18.49.
Este panorama de desastre, que deriva de tres
décadas de políticas de contención salarial a toda costa con la justificación
de combatir la inflación, no sólo se ha traducido en un drama social
intolerable y peligroso, sino que lastra negativamente el conjunto de la
economía, por cuanto condena al mercado interno a una permanente depresión. A
la larga, la devaluación deliberada de los salarios conlleva a una devaluación
de la población en sí misma y coloca en el terreno del absurdo cualquier
intento de disminuir la pobreza y los contrastes sociales. Debe reconocerse,
por ello, que México está en una situación de emergencia salarial, que las
actuales políticas en la materia resultan insostenibles y que es imperativo
desechar el marco neoliberal del que son parte, así como emprender una
estrategia de rescate de los asalariados.
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