OBAMA ENTRE EL BIEN Y EL MAL
El presidente de Estados Unidos llegó a
ese puesto con la "bendición" del complejo militar-industrial y de
seguridad, de Wall Street y de las grandes empresas y medios de comunicación
estadounidenses.
Y esto fue así porque Obama recibió el
apoyo, desde el inicio de su carrera política, de dos poderosas familias judías
de Chicago, los Crown, dueños de la empresa de armas General Dynamics, y los
Pritzker (una Pritzker, Penny, es hoy la Secretaria de Comercio del gabinete de
Obama), dueños de la cadena de hoteles Hyatt.
Así también, James P. Rubin, hijo de
Robert Rubin (actual presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, influyente
“think tank” patrocinado por la familia Rockefeller, ex CEO de Citigroup y ex
secretario del Tesoro de Bill Clinton), fue el principal recaudador de fondos
de Obama en Wall Street.
Obama nombró como su primer secretario del
Tesoro a Tim Geithner, ex presidente de la Reserva Federal en Nueva York (ex
miembro de Kissinger y Asociados y del propio Consejo de Relaciones Exteriores)
y alumno y protegido de Robert Rubin; y para substituirlo en su segundo período
presidencial nombró a Jack Lew (ex director de Administración y Presupuesto en
la Casa Blanca tanto con Obama, como con Bill Clinton), todos ellos miembros
prominentes de la comunidad judía de Nueva York.
Así también, el principal estratega
político en la campaña presidencial de Obama en 2008 fue un conocido consultor
judío en materia electoral, David Axelrod; y de la misma forma una de las
principales estrategas políticas de Obama durante su primer período
presidencial fue Karen Kornbluh, también judía y protegida de Robert Rubin.
El actual alcalde de Chicago, Rahm
Emmanuel, ex inversionista en Wall Street, fue el primer jefe de personal en la
Casa Blanca (Emmanuel, miembro de la comunidad judía de Chicago, incluso hizo
su servicio militar en Israel).
Ello explica por qué no importó a estos
patrocinadores del joven Obama, el que este hubiera sido hijo de un keniano
musulmán, que le puso como segundo nombre Hussein, ni que fuera hijo de una
activista blanca de izquierda; tampoco que durante su niñez hubiera vivido en
Indonesia (el país con el mayor número de musulmanes en el mundo), ni que
durante su juventud y temprana madurez hubiera asistido a la iglesia de un
conocido crítico del poder e influencia judías en Estados Unidos, Jeremiah Wright,
pastor emérito de la Trinity Union Church of Christ de Chicago. Obama se
distanció públicamente de él en 2008, y Wrigth por su parte se retiró desde
entonces del ministerio de su iglesia.
De ahí que el poderoso lobby pro Israel no
tuviera dudas de que Obama se comportaría a la altura de las expectativas de
sus patrocinadores y “controladores”, tal como lo habían hecho Clinton y Bush.
Pero resulta que Obama no fue tan
manipulable como se pensaba, y especialmente al iniciar su segundo período
presidencial comenzó a decidir por su cuenta, esto es, sin los condicionamientos
y exigencias (al menos no todas) del complejo militar-industrial y de seguridad,
de Wall Street y del lobby pro Israel.
Y así, decidió retirar a las tropas
estadounidenses de Irak, una vez que dicho país no quiso renovar el convenio de
“inmunidad” para esas tropas (una verdadera “patente de corso” para que
pudieran matar y violar derechos humanos de todos los iraquíes a placer);
disminuyó la presencia militar en Afganistán; se negó a bombardear al ejército
sirio a raíz del ataque con armas químicas a la población civil, supuestamente
por parte del gobierno de Bashar el Assad, pero en realidad cometido por los
propios rebeldes sirios, asesorados por turcos e israelíes.
Y el colmo de la rebeldía, fue el inicio de
negociaciones, y su final conclusión, del acuerdo sobre el programa nuclear con
Irán, apoyado por los otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (más
Alemania), a pesar de la férrea e histérica oposición del gobierno israelí, del
Partido Republicano y de buena parte del complejo militar-industrial y de
seguridad de Estados Unidos (así como de la cadena de televisión Fox).
Si bien Obama representa a esos intereses
del imperio estadounidense (finalmente para eso lo pusieron de presidente), en
varias situaciones ha decidido que la visión neoconservadora, guerrerista,
confrontacional de sus patrocinadores originales (el lobby pro Israel, Wall
Street y la industria armamentista), está perjudicando en mayor medida a
Estados Unidos en su conjunto (y por supuesto al mundo), en beneficio de unos
cuantos grupos de poder y “aliados” que pretenden que los estadounidenses se
desangren militar y financieramente y se desprestigien (aún más) políticamente,
en beneficio de sus particulares intereses.
Ello no quiere decir, ni por equivocación,
que Obama defiende el interés de la humanidad. Su interés es defender al
imperio estadounidense y nada más.
Sin embargo, la forma en que la élite
política, militar y económica de Estados Unidos ha estado haciéndolo los
últimos 20 años, ha generado caos y problemas en el mundo; y enormes costos
políticos, financieros y militares a Estados Unidos, por lo que Obama, y una
parte reducida del establecimiento político de Washington, han decidido
enfrentar a esos intereses, buscando otra forma de mantener al imperio, sin
necesidad de entrar en permanente confrontación militar y ocasionando
reiteradas crisis en diversas regiones del planeta, pero especialmente en el
Medio Oriente.
Ello explicaría el por qué Obama está
recibiendo con tanta apertura y buena voluntad al Papa, quien ha criticado
duramente la aplicación permanente de la fuerza en las relaciones
internacionales y se pronuncia por la resolución pacífica de las controversias;
por qué no escucha los “cantos de sirena” que piden elevar el nivel de
confrontación con China, y en cambio recibe en una visita de Estado al
presidente de ese país, Xi Jinping, para tratar de des-escalar las muchas
diferencias que hay entre ambos países; y por qué está dispuesto a reunirse con
Vladimir Putin para tratar diversos conflictos (Siria, Ucrania, rearme en
Europa del Este) que están llevando peligrosamente a ambas superpotencias a una
posible confrontación bélica de incalculables consecuencias.
Todo pareciera indicar que Obama, si bien
no puede alejarse de las prioridades que las élites política, militar y
económica de su país le imponen (dominio sobre todo el planeta, proyección de
fuerza militar, “liderazgo”, “excepcionalidad”, etc.), también intenta utilizar
la fuerza de los otros países que resultan afectados por estas políticas
(Rusia, China, Irán, el Vaticano, etc.), para contrarrestar estas presiones,
que pueden salirse de control y llevar al mundo al borde de una Guerra Mundial,
que esta vez sí sería la última. ¿El bien contra el mal?
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