LAS FUERZAS ARMADAS MEXICANAS
COMO PARTE DEL PROYECTO DE CONSOLIDACIÓN DEL NEOPOPULISMO
El presidente Andrés Manuel López
Obrador prometió durante sus campañas presidenciales (2012 y 2018) que los militares
“regresarían a sus cuarteles”, ya que su uso para combatir el narcotráfico y el
crimen organizado había generado un “baño de sangre” en el país, y de todas
formas no se había contenido o disminuido la violencia y la inseguridad pública
en el territorio nacional.
Sin embargo, el pasado 6 de
mayo al ser cuestionado sobre porqué no cumplió con esa promesa al llegar a la
presidencia, el presidente contestó lo siguiente:
“…me encontré con una realidad
catastrófica, y precisamente por la corrupción (Sic) no iba a poder salir si no
me apoyo en las fuerzas armadas. Además , tuve la suerte de que no estaban
echadas a perder, había otras secretarías de gobierno, completamente entregadas
a la corrupción”.[1]
La intervención de los
militares en numerosas funciones ajenas a las establecidas en la Constitución, y
el incremento de su presupuesto (150% de crecimiento con respecto a 2018), han
sido duramente criticados por los partidos de oposición, organizaciones no
gubernamentales, organismos internacionales y organizaciones defensoras de los
derechos humanos.
Por ejemplo, la organización México
Unido Contra la Delincuencia (MUCD), tiene registradas 227 nuevas asignaciones
para las fuerzas armadas, que antes realizaban los civiles.
El MUCD en su estudio El
Negocio de la Militarización: opacidad, poder y dinero señala que “las
Fuerzas Armadas se han convertido en una nueva cúpula económico-política,
administradora de crecientes partidas presupuestales, ejercidas sin
transparencia ni rendición de cuentas”.[2]
Para el presidente López
Obrador las fuerzas armadas han contribuido en su proyecto no sólo en el ámbito
de la seguridad, sino en el de la generación de empleos y el crecimiento
económico.
Es decir, se convirtieron en
una palanca fundamental de su proyecto de estímulo económico, mediante la construcción
de grandes obras públicas (Tren Maya, Aeropuerto Felipe Ángeles, Proyecto del
Istmo de Tehuantepec, entre las más relevantes); se evitó así una gran cantidad
de trámites y regulaciones que son necesarias para el desarrollo de estas obras
(licitaciones de las obras; permisos, estudios de impacto ambiental, etc.);
hasta el grado de designar prácticamente todas las obras del gobierno federal
como de “seguridad nacional”, con lo que las colocó fuera del escrutinio
público (por ejemplo, de las solicitudes de información por parte de la
población, a través del Instituto Nacional de Acceso a la Información y
Protección de Datos Personales; institución que López Obrador ha intentado
desaparecer desde hace 3 años).
Fue una manera autoritaria de
librarse de una serie de reglamentos y requisitos que a lo largo de las últimas
tres décadas se fueron estableciendo en la administración pública federal,
precisamente para prevenir actos de corrupción y en su caso poder castigarlos
cuando fueran descubiertos.
Pero para López Obrador todas
esas leyes, reglamentaciones y “burocracia” sólo significaban que sus proyectos
de obra pública y “transformación” del país se iban a ver detenidos o
retrasados, por lo que su proyecto quedaría inconcluso.
Vio en las fuerzas armadas el
vehículo para llevar a cabo una parte relevante de sus políticas públicas que
según él, las instituciones civiles no podrían hacer de forma rápida, honesta y
eficiente como por ejemplo, administrar hospitales durante la pandemia;
distribuir medicinas; construir sucursales del Banco de Bienestar mediante el
cual el presidente distribuye cerca de un millón de millones de pesos de apoyos
sociales a la población, etc.
Este tipo de uso de las
fuerzas armadas para consolidar el poder de un líder neo populista[3] como López Obrador, no es
de ninguna manera nuevo en América Latina.
Después de que Bolivia resultó
derrotada en la Guerra del Chaco (1932-1935) con Paraguay, en la disputa por
esa región de 252,000 km2, un grupo de jóvenes oficiales bolivianos presos en
Paraguay, crearon una agrupación denominada “Razón de Patria” (Radepa) que hizo
un diagnóstico de la derrota militar ante Paraguay, y por lo mismo se puso como
objetivo lo siguiente: “Vayamos a las fronteras, asegurémoslas y una vez
encarado el problema técnico dediquemos al ejército a la función social, a los
trabajos de vialidad, comunicación, agricultura, construcciones, control
aduanero, etc. a fin de desterrar definitivamente el parasitismo, haciéndolo un
instrumento de beneficio colectivo”.[4]
En 1952 una revolución
nacionalista derrotó a los sectores oligárquicos bolivianos y con ello la
visión del Ejército modernizador llegó al estado Boliviano.
Es así como el ejército
boliviano queda estrechamente ligado a los cambios socioeconómicos que la
revolución llevaba a cabo y “se crean las primeras unidades de ingeniería y
tropa especial, dotados de las maquinarias y accesorios necesarios para cooperar
con el gobierno, en planes camineros, construcción de puentes, tareas de
colonización, preparación de campos agrícolas, pequeñas industrias, etc. Se
infiere de esto que la defensa nacional era concebida como parte de la
independencia económica nacional”.[5]
El objetivo es entonces, desde
el punto de vista del neopopulismo latinoamericano[6], en este caso, el
mexicano, comprometer a las fuerzas armadas con el Estado benefactor e
interventor de la economía, para acercarlas al “pueblo”, con el objetivo de que
la población más pobre y necesitada las viera como aliadas, y no como el ente represor
en que en su momento lo convirtieron los regímenes conservadores primero y
neoliberales después.
Es decir, para el neopopulismo
latinoamericano, las fuerzas armadas deben inmiscuirse directamente en la
economía social y en el apoyo a los sectores menos favorecidos, para así
generar una alianza entre ambos, que conforme un plataforma social que dé consistencia
a los gobiernos y a los líderes neo populistas, y con ello las presiones o
incluso, los intentos de derrocamiento por parte de los sectores oligárquicos o
de la potencia hegemónica (Estados Unidos) se vean frustrados al enfrentar a un
bloque de poder conformado por las masas, las fuerzas armadas y los partidos
políticos neo populistas.
Sin embargo, este diseño estratégico
de gobiernos como el de López Obrador, y especialmente en el caso mexicano,
tiene una falla fundamental, que debilita a ese bloque de poder y a la
estrategia de consolidación que conlleva.
Y esa falla es que el neo
populismo de López Obrador no ha podido (y quizás, ni siquiera ha querido)
desvincular a la economía mexicana de su absorción por parte de la economía de
Estados Unidos, que además se fortalece con el tratado comercial y de
inversiones (USMCA), mediante el cual la potencia hegemónica tiene una enorme
influencia en la economía mexicana, y por lo tanto la propuesta “nacionalista,
soberanista y autonomista” del neo populismo se queda en un plano doméstico,
básicamente como una alianza político-popular-militar para mantener fuera de
los círculos de toma de decisiones a las clases medias y a una parte de la
oligarquía (a la que se ha negado a subordinarse a los neo populistas). Pero se
queda muy alejada del proyecto explícito del neopopulismo que es una
independencia casi total respecto a los centros mundiales de poder y una
completa victoria sobre la oligarquía nacional y los sectores pequeñoburgueses
que se oponen al neopopulismo.
Además, las fuerzas armadas
mexicanas siguen subordinadas a las directrices y prioridades del Comando Norte
del Ejército de los Estados Unidos, lo que limita aún más la capacidad del
aparato militar como factor determinante para asegurar un proyecto realmente
autónomo y soberanista, como al que aspira el neopopulismo mexicano.
[1] https://www.eluniversal.com.mx/nacion/es-de-sabios-cambiar-de-opinion-dice-amlo-sobre-las-fuerzas-armadas-en-tareas-de-civiles/
[3]
La Ciencia Política lo define como "el conjunto de ideas que a veces
pueden parecer doctrina, en el cual se afirma tener como objetivo primordial la
defensa del pueblo, indicando como tal a la población menos favorecida, dentro
del entramado socioeconómico y político."
Más recientemente el
Populismo de Izquierda, representado por el Expresidente Hugo Chávez en
Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa
en Ecuador, ha sido definido como la «Tercera Ola».
Puede ser diferenciado del
Populismo de Derecha, por el discurso político y por el rechazo a mantener un
modelo económico, basado en la sustitución de importaciones; y por sus
políticas públicas y su oposición al sistema neoliberal ortodoxo.
En este orden de ideas, se
pueden identificar, de acuerdo con su inclinación política, dos tendencias en
el Neopopulismo: 1) El Populismo autoritario que se presenta como un cese a la
Democracia Representativa y una alternativa a esta. Es un tipo de «Socialismo
para el Siglo XXI», que promueve independencia nacional de las esferas de
influencia de países como EE. UU. y promueve la igualdad social, desde una
perspectiva proteccionista. 2) El Populismo «Democrático»: que representa un
giro más modernizador y pragmático en sus políticas de reforma estructural,
pero sigue siendo eminentemente nacionalista y colectivista.
El Neopopulismo se separa
del Populismo Latinoamericano anterior porque no parece buscar una conciliación
de sectores sociales con vistas a la modernización, como ocurría en la época de
las grandes industrializaciones de mitades de siglo, sino que ha heredado del
marxismo tradicional un lenguaje de confrontación social.
Esta confrontación, por
otra parte, no es en el sentido de clases, sino que se apega a un
enfrentamiento entre los sectores modernos y no modernos de las sociedades
latinoamericanas en donde este modelo ha triunfado en las urnas pero ha
demostrado su inefectividad como modelo de gobierno.
https://ecospoliticos.com/personaje/3073-el-neopopulismo
[4]
Barrios Morón, J. Raúl; EL NACIONALISMO MILITAR BOLIVIANO. Elementos para la
Reformulación Estratégica; Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela;
Enero-Febrero 1986; pp.36-45
[5]
Ibidem. p. 39
[6] Líder
carismático al que se le atribuyen características excepcionales. – Relación
directa líder-electorado. – Anti política como componente dominante. Bajo grado
de institucionalización, outsiders con discursos antipartidistas y
anti-institucionales. – Dependencia de la movilización de amplios segmentos de
la población (masas). *Bases sociales electorales menos organizadas y más
plurales. – Voto, plebiscito y movilización pública como medio de legitimación.
– El "pueblo" como elemento aglutinador del electorado. –
Radicalización de la retórica maniquea que apela al “pueblo” y resalta el
conflicto "friend Vs foe". – Campaña electoral y mediática
permanente. – Relación ambigua con la democracia: apela al voto y rechaza
intermediación de instituciones representativas. – Prácticas clientelares y de
patronazgo.
https://iberoame.usal.es/wp-content/uploads/2012/09/abad_neopopulismo_seminarioinvestigacion_0.pdf
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