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Zapata

sábado, 11 de mayo de 2024

LAS FUERZAS ARMADAS MEXICANAS COMO PARTE DEL PROYECTO DE CONSOLIDACIÓN DEL NEOPOPULISMO

El presidente Andrés Manuel López Obrador prometió durante sus campañas presidenciales (2012 y 2018) que los militares “regresarían a sus cuarteles”, ya que su uso para combatir el narcotráfico y el crimen organizado había generado un “baño de sangre” en el país, y de todas formas no se había contenido o disminuido la violencia y la inseguridad pública en el territorio nacional.

Sin embargo, el pasado 6 de mayo al ser cuestionado sobre porqué no cumplió con esa promesa al llegar a la presidencia, el presidente contestó lo siguiente:

“…me encontré con una realidad catastrófica, y precisamente por la corrupción (Sic) no iba a poder salir si no me apoyo en las fuerzas armadas. Además , tuve la suerte de que no estaban echadas a perder, había otras secretarías de gobierno, completamente entregadas a la corrupción”.[1]

La intervención de los militares en numerosas funciones ajenas a las establecidas en la Constitución, y el incremento de su presupuesto (150% de crecimiento con respecto a 2018), han sido duramente criticados por los partidos de oposición, organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales y organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Por ejemplo, la organización México Unido Contra la Delincuencia (MUCD), tiene registradas 227 nuevas asignaciones para las fuerzas armadas, que antes realizaban los civiles.

El MUCD en su estudio El Negocio de la Militarización: opacidad, poder y dinero señala que “las Fuerzas Armadas se han convertido en una nueva cúpula económico-política, administradora de crecientes partidas presupuestales, ejercidas sin transparencia ni rendición de cuentas”.[2]

Para el presidente López Obrador las fuerzas armadas han contribuido en su proyecto no sólo en el ámbito de la seguridad, sino en el de la generación de empleos y el crecimiento económico.

Es decir, se convirtieron en una palanca fundamental de su proyecto de estímulo económico, mediante la construcción de grandes obras públicas (Tren Maya, Aeropuerto Felipe Ángeles, Proyecto del Istmo de Tehuantepec, entre las más relevantes); se evitó así una gran cantidad de trámites y regulaciones que son necesarias para el desarrollo de estas obras (licitaciones de las obras; permisos, estudios de impacto ambiental, etc.); hasta el grado de designar prácticamente todas las obras del gobierno federal como de “seguridad nacional”, con lo que las colocó fuera del escrutinio público (por ejemplo, de las solicitudes de información por parte de la población, a través del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales; institución que López Obrador ha intentado desaparecer desde hace 3 años).

Fue una manera autoritaria de librarse de una serie de reglamentos y requisitos que a lo largo de las últimas tres décadas se fueron estableciendo en la administración pública federal, precisamente para prevenir actos de corrupción y en su caso poder castigarlos cuando fueran descubiertos.

Pero para López Obrador todas esas leyes, reglamentaciones y “burocracia” sólo significaban que sus proyectos de obra pública y “transformación” del país se iban a ver detenidos o retrasados, por lo que su proyecto quedaría inconcluso.

Vio en las fuerzas armadas el vehículo para llevar a cabo una parte relevante de sus políticas públicas que según él, las instituciones civiles no podrían hacer de forma rápida, honesta y eficiente como por ejemplo, administrar hospitales durante la pandemia; distribuir medicinas; construir sucursales del Banco de Bienestar mediante el cual el presidente distribuye cerca de un millón de millones de pesos de apoyos sociales a la población, etc.

Este tipo de uso de las fuerzas armadas para consolidar el poder de un líder neo populista[3] como López Obrador, no es de ninguna manera nuevo en América Latina.

Después de que Bolivia resultó derrotada en la Guerra del Chaco (1932-1935) con Paraguay, en la disputa por esa región de 252,000 km2, un grupo de jóvenes oficiales bolivianos presos en Paraguay, crearon una agrupación denominada “Razón de Patria” (Radepa) que hizo un diagnóstico de la derrota militar ante Paraguay, y por lo mismo se puso como objetivo lo siguiente: “Vayamos a las fronteras, asegurémoslas y una vez encarado el problema técnico dediquemos al ejército a la función social, a los trabajos de vialidad, comunicación, agricultura, construcciones, control aduanero, etc. a fin de desterrar definitivamente el parasitismo, haciéndolo un instrumento de beneficio colectivo”.[4]

En 1952 una revolución nacionalista derrotó a los sectores oligárquicos bolivianos y con ello la visión del Ejército modernizador llegó al estado Boliviano.

Es así como el ejército boliviano queda estrechamente ligado a los cambios socioeconómicos que la revolución llevaba a cabo y “se crean las primeras unidades de ingeniería y tropa especial, dotados de las maquinarias y accesorios necesarios para cooperar con el gobierno, en planes camineros, construcción de puentes, tareas de colonización, preparación de campos agrícolas, pequeñas industrias, etc. Se infiere de esto que la defensa nacional era concebida como parte de la independencia económica nacional”.[5]

El objetivo es entonces, desde el punto de vista del neopopulismo latinoamericano[6], en este caso, el mexicano, comprometer a las fuerzas armadas con el Estado benefactor e interventor de la economía, para acercarlas al “pueblo”, con el objetivo de que la población más pobre y necesitada las viera como aliadas, y no como el ente represor en que en su momento lo convirtieron los regímenes conservadores primero y neoliberales después.

Es decir, para el neopopulismo latinoamericano, las fuerzas armadas deben inmiscuirse directamente en la economía social y en el apoyo a los sectores menos favorecidos, para así generar una alianza entre ambos, que conforme un plataforma social que dé consistencia a los gobiernos y a los líderes neo populistas, y con ello las presiones o incluso, los intentos de derrocamiento por parte de los sectores oligárquicos o de la potencia hegemónica (Estados Unidos) se vean frustrados al enfrentar a un bloque de poder conformado por las masas, las fuerzas armadas y los partidos políticos neo populistas.

Sin embargo, este diseño estratégico de gobiernos como el de López Obrador, y especialmente en el caso mexicano, tiene una falla fundamental, que debilita a ese bloque de poder y a la estrategia de consolidación que conlleva.

Y esa falla es que el neo populismo de López Obrador no ha podido (y quizás, ni siquiera ha querido) desvincular a la economía mexicana de su absorción por parte de la economía de Estados Unidos, que además se fortalece con el tratado comercial y de inversiones (USMCA), mediante el cual la potencia hegemónica tiene una enorme influencia en la economía mexicana, y por lo tanto la propuesta “nacionalista, soberanista y autonomista” del neo populismo se queda en un plano doméstico, básicamente como una alianza político-popular-militar para mantener fuera de los círculos de toma de decisiones a las clases medias y a una parte de la oligarquía (a la que se ha negado a subordinarse a los neo populistas). Pero se queda muy alejada del proyecto explícito del neopopulismo que es una independencia casi total respecto a los centros mundiales de poder y una completa victoria sobre la oligarquía nacional y los sectores pequeñoburgueses que se oponen al neopopulismo.

Además, las fuerzas armadas mexicanas siguen subordinadas a las directrices y prioridades del Comando Norte del Ejército de los Estados Unidos, lo que limita aún más la capacidad del aparato militar como factor determinante para asegurar un proyecto realmente autónomo y soberanista, como al que aspira el neopopulismo mexicano.



[3] La Ciencia Política lo define como "el conjunto de ideas que a veces pueden parecer doctrina, en el cual se afirma tener como objetivo primordial la defensa del pueblo, indicando como tal a la población menos favorecida, dentro del entramado socioeconómico y político."

Más recientemente el Populismo de Izquierda, representado por el Expresidente Hugo Chávez en Venezuela, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, ha sido definido como la «Tercera Ola».

Puede ser diferenciado del Populismo de Derecha, por el discurso político y por el rechazo a mantener un modelo económico, basado en la sustitución de importaciones; y por sus políticas públicas y su oposición al sistema neoliberal ortodoxo.

En este orden de ideas, se pueden identificar, de acuerdo con su inclinación política, dos tendencias en el Neopopulismo: 1) El Populismo autoritario que se presenta como un cese a la Democracia Representativa y una alternativa a esta. Es un tipo de «Socialismo para el Siglo XXI», que promueve independencia nacional de las esferas de influencia de países como EE. UU. y promueve la igualdad social, desde una perspectiva proteccionista. 2) El Populismo «Democrático»: que representa un giro más modernizador y pragmático en sus políticas de reforma estructural, pero sigue siendo eminentemente nacionalista y colectivista.

El Neopopulismo se separa del Populismo Latinoamericano anterior porque no parece buscar una conciliación de sectores sociales con vistas a la modernización, como ocurría en la época de las grandes industrializaciones de mitades de siglo, sino que ha heredado del marxismo tradicional un lenguaje de confrontación social.

Esta confrontación, por otra parte, no es en el sentido de clases, sino que se apega a un enfrentamiento entre los sectores modernos y no modernos de las sociedades latinoamericanas en donde este modelo ha triunfado en las urnas pero ha demostrado su inefectividad como modelo de gobierno.

https://ecospoliticos.com/personaje/3073-el-neopopulismo

 

[4] Barrios Morón, J. Raúl; EL NACIONALISMO MILITAR BOLIVIANO. Elementos para la Reformulación Estratégica; Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela; Enero-Febrero 1986; pp.36-45

[5] Ibidem. p. 39

[6] Líder carismático al que se le atribuyen características excepcionales. – Relación directa líder-electorado. – Anti política como componente dominante. Bajo grado de institucionalización, outsiders con discursos antipartidistas y anti-institucionales. – Dependencia de la movilización de amplios segmentos de la población (masas). *Bases sociales electorales menos organizadas y más plurales. – Voto, plebiscito y movilización pública como medio de legitimación. – El "pueblo" como elemento aglutinador del electorado. – Radicalización de la retórica maniquea que apela al “pueblo” y resalta el conflicto "friend Vs foe". – Campaña electoral y mediática permanente. – Relación ambigua con la democracia: apela al voto y rechaza intermediación de instituciones representativas. – Prácticas clientelares y de patronazgo.

https://iberoame.usal.es/wp-content/uploads/2012/09/abad_neopopulismo_seminarioinvestigacion_0.pdf

 

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