MÉXICO: ENTRE EL VASALLAJE Y LA “INTEGRACIÓN”
Después de
finalizada la 10ª Cumbre de los mandatarios de América del Norte, quedan más
dudas que respuestas.
No quedó
aclarado el tema de la política energética mexicana, pues no hubo referencias
explícitas sobre el tema por parte de los “tres amigos” (López Obrador, Biden y
Trudeau); ni sobre las importaciones de maíz transgénico; por lo que la
posibilidad del establecimiento de paneles de controversias para la solución de
estos temas sigue en la mesa.
López
Obrador aceptó que nuestro gobierno recibirá hasta 30 mil deportados al mes desde
Estados Unidos (de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití), en caso de que no opten
por el nuevo sistema por medios electrónicos que ha establecido el gobierno estadounidense
para que apliquen por una visa; siempre y cuando cuenten con un aval en Estados
Unidos, pasen el proceso de autorización y lleguen por vía aérea.
Da la “casualidad”
que los migrantes de tres de los 4 países considerados en esta medida,
Venezuela, Cuba y Nicaragua, fueron los no invitados a la Cumbre de las
Américas en Los Angeles, el año pasado, razón por la cual López Obrador se negó a asistir.
Ahora Biden obliga
a AMLO a aceptar a los deportados de esos países, como parte del costo que
nuestro país tiene que pagar para que Washington no active inmediatamente los paneles
de controversia en materia energética y, más adelante, en lo relativo al maíz
transgénico.
¿Qué ganó López
Obrador con la Cumbre? Además de las fotos, los saludos y los abrazos, más
promesas de que Estados Unidos y Canadá tomarán en cuenta a México para el
famoso “nearshoring” (regreso de inversiones que están en China al continente
americano), para lo cual se crea una comisión de 4 miembros de cada gobierno, supuestamente
para acelerar “la integración” de las tres economías, y para considerar ampliar
este proceso a toda América.
Resulta que
ese era el plan de Clinton y de Bush, que fue terminantemente rechazado por Venezuela,
Brasil, Argentina, etc. en la primera etapa de los llamados gobiernos “rosas”.
Ahora el
defensor de esos gobiernos (en su segunda etapa), es decir AMLO, es el
principal impulsor para que los países sudamericanos se suban al tren de
Estados Unidos, y se alejen de China,
Pues da la casualidad
de que los “amigos” de AMLO, los presidentes Fernández de Argentina y Lula de
Brasil, están más dispuestos que nunca a acercarse a China. Los argentinos
están por sumarse a los BRICS y con el regreso de Lula a la presidencia
brasileña, el alejamiento que había tenido el gigante sudamericano de ese
mecanismo de cooperación durante el periodo de Bolsonaro, está por terminar.
Así, el que
se ha manifestado como el líder y defensor de América Latina, el presidente
mexicano López Obrador, es el principal animador de la idea de que América
Latina se enganche todavía más a la hegemonía estadounidense, en vez de
diversificar sus relaciones económicas internacionales, aprovechando la
presencia china como un muy necesario contrapeso, ante la asimetría de poder
que significa la presencia de Estados Unidos en el continente americano.
Por otro
lado, Biden y Trudeau se tuvieron que aguantar la larguísima perorata de AMLO
sobre sus maravillosos programas sociales, que ya están también aplicándose en
Centroamérica; y que según él, ayudan a detener la migración hacia Estados
Unidos.
Biden no
comprometió ni un dólar para la famosa estrategia mexicana que se enfoca en “las
causas” de la migración (y Trudeau menos), pero eso sí comprometieron al
gobierno mexicano a convertirse en “tercer país seguro” para obligar a todos
los migrantes que van a Estados Unidos a pedir asilo en México primero, de lo
contrario no podrán hacerlo en Estados Unidos. Es decir, el verdadero muro es
la obligación de pedir asilo en México, porque si no, no están autorizados a
hacerlo en Estados Unidos. Para todo efecto práctico, todos los migrantes que
viajen por tierra, a través de México, serán deportados.
Si quieren
visas, tendrán que pedirlas por internet y esperar la respuesta en sus países o
en México.
México se
convierte así en un campo de refugiados enorme, ya que los migrantes que buscan
trabajo y asilo en Estados Unidos, no sólo intentarán aplicar por la visa de
manera electrónica (que seguramente les será negada), sino que seguirán
intentando cruzar la frontera hacia Estados Unidos; y el gobierno de este país
los deportará “fast track” diariamente; con lo que México tendrá que asumir
todos los costos de dicha marea humana en su territorio.
¿Por qué AMLO
y Ebrard no exigieron una cantidad de dinero para mantener a esos migrantes en territorio
mexicano?
Por ejemplo,
por cada mil migrantes recibidos, un millón de dólares. Es decir, 365 millones
de dólares al año.
Es una
bicoca, si consideramos que Estados Unidos ha otorgado en menos de un año 106
mil millones de dólares de “ayuda militar” y de otro tipo a Ucrania; o los 4
mil millones de dólares que da al año a Israel en ayuda militar.
¿No puede
dar a su vecino del sur menos del 1% de lo que le ha dado a Ucrania,
considerando que le está haciendo el trabajo sucio en materia migratoria?
Claro que
podría, pero nuestros impresentables gobernantes no se atreven a enfrentar al
gigante del norte, y prefieren que sea el pueblo mexicano el que pague por el
sostenimiento de miles y miles de migrantes que se quedan en México en
condiciones deplorables, esperando pasar al otro lado.
Nuestro
país, ilusamente propone una “integración” (tal como la impulsaron y
promovieron los gobierno neoliberales) a Estados Unidos y Canadá, y estos le
dan “atole con el dedo”, diciéndole que sí, algún día; pero mientras eso
sucede, México debe asumir el costo de detener la migración ilegal; enfrentar a
los cárteles para evitar el flujo de fentanilo a Estados Unidos; permitir que
las empresas estadounidenses y canadienses hagan lo que les plazca en el país,
por que así lo dice el T-MEC; y ya de pasada nada más, no incomodar a
Washington en su estrategia anti rusa y anti china.
Es decir,
nuestro débil e ingenuo gobierno propone una “integración entre iguales”; y
Washington y Ottawa le responden, primero demuestra tu vasallaje y después
(mucho tiempo después) veremos si te mereces “integrarte” a Norteamérica.
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