Coronavirus y piratería imperial
Luis Hernández Navarro
La crisis del coronavirus ha visibilizado el papel que el saqueo
desempeña en la reproducción del capitalismo actual. Como si fueran modernos
bucaneros, los gobiernos de países poderosos como Estados Unidos o Francia se
han dedicado a confiscar, sin recato alguno, pruebas médicas, respiradores y
mascarillas que otras naciones han adquirido para combatir la pandemia.
Si en otras épocas los corsarios sirvieron para controlar los mares y
las rutas comerciales, ahora, no conformes con el pillaje, los nuevos
filibusteros impiden la exportación a otras latitudes de medicamentos y equipos
sanitarios, y realizan compras masivas por las que pagan precios tres o cuatro
veces por arriba de su valor.
No se trata tan sólo de la gran cantidad de empresarios inescrupulosos o
avorazados que utilizan la tragedia para hacer grandes negocios. Tampoco de
vivales que venden productos en mal estado, falsificados o caducos o que
defraudan a compradores. Aunque todos se han multiplicado como hongos en
temporada de lluvias, el asunto va más allá. Se trata de gobiernos imperiales
que saquean bienes claves para combatir la enfermedad, o que, defendiendo
teóricamente el libre comercio, cierran sus fronteras.
No hay en esta relación entre despojo, nuevos corsarios y capitalismo
nada sorprendente. Este modo de producción –explica el antropólogo e
historiador Antonio García de León– fue un sistema hecho por piratas y
mantenido por piratas. “Piratas en inglés se dice privateers, que
es casi como decir privados o iniciativa privada. Fueron incluso parte de la
iniciativa privada de la época. Así que la iniciativa privada actual tiene
entre sus antepasados más gloriosos a los piratas.”
El material sanitario y de protección disponible en el mercado mundial
para hacer frente al Covid-19 es insuficiente y los gobiernos imperiales no
dudan en disponer de él de cualquier manera. Todo les está permitido en la guerra
de los cubrebocas.
Las acciones de rapiña imperial se suceden vertiginosamente. El nuevo
bucanero Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunció: Estamos en
guerra y emitió un decreto que autoriza confiscar todo material de
protección que esté en su país. De manera que, el 5 de marzo, un cargamento de
4 millones de tapabocas de la empresa sueca Mölnlycke, con destino final a
España e Italia, que había ingresado al puerto de Marsella y tenía como destino
su centro logístico en Lyon, fue incautado. Finalmente, dos semanas más tarde,
después de múltiples presiones diplomáticas, el gobierno galo se quedó con 2
millones de mascarillas y aceptó que salieran otras tantas.
Según el diario L’Express ( https://bit.ly/3dXbQGg ),
después del amargo trago, la compañía sueca decidió no llevar sus cargamentos
de China a Francia, para evitar las confiscaciones arbitrarias. Un alto
funcionario le dijo a ese diario: Tenemos instrucciones de no requisar
toda la producción con el fin de dejar un poco a los amigos.
Del otro lado del Atlántico, el magnate Donald Trump, que apenas el
pasado sábado 4 de abril reconoció la magnitud del desastre sanitario en su
país provocado por la pandemia, sigue siendo el mismo pirata de siempre. Entre
otras medidas arbitrarias, pidió a la empresa 3M que no exporte cubrebocas de
uso médico. Adicionalmente, le ordenó a la compañía fabricar tantas mascarillas
N95 como las autoridades consideraran necesarias para Estados Unidos.
No es el único caso. Según el diario español El Independiente, abastecedores
de material sanitario avisaron a comunidades autónomas que no podrán garantizar
los pedidos ante las compras masivas que estaría realizando Estados Unidos a
fabricantes chinos. Un suministrador con el que trabajamos habitualmente
nos ha dicho que van a tener problemas para hacer pedidos porque Estados Unidos
ha bloqueado la producción de China y la ha comprado entera. Está pagando la
mascarilla a 80 céntimos de euro, cuando nosotros nos hemos hecho con las
últimas a 0.45. Y hace 20 días a 29 céntimos.
En el aeropuerto de Bangkok, 200 mil máscaras de protección para la
policía de Berlín fueron incautadas. Las autoridades alemanas asumieron que
Estados Unidos estaba detrás de la confiscación. El senador Andreas Geise
denunció la medida como acto de piratería moderna.
La lista de actos de pillaje es interminable. Involucra a Italia contra
Grecia, la República Checa contra Italia, Turquía contra España y un largo
etcétera. Pero va más allá de los tapabocas. Esta guerra también se ha
extendido para los respiradores. Según el Mossad, los países se han visto
envueltos en una feroz batalla encubierta para hacerse a toda costa con el
limitado número de respiradores que hay en el mercado. Se están vendiendo los
respiradores a través de grietas del sistema (https://bit.ly/2wTW5iY).
El contraste no podría ser mayor. Mientras países como Cuba mandan
desinteresadamente brigadas médicas a multitud de países para combatir la
pandemia, los gobiernos imperiales reproducen la vieja piratería capitalista.
Así la ética y la defensa de la humanidad de unos y de otros.
Twitter: @lhan55
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