Iconos

Iconos
Zapata

lunes, 2 de septiembre de 2019

PRIMER INFORME DE LÓPEZ OBRADOR


Luces y sombras, como siempre en la trayectoria de todo gobierno, lo que ha mostrado Andrés Manuel López Obrador durante sus primeros nueve meses al frente del Poder Ejecutivo Federal.
Las luces, son los programas sociales que transfieren directamente dinero a adultos mayores, discapacitados, estudiantes, jóvenes, campesinos, madres solteras, etc.
Es lo que la población valora más, aunque la certidumbre de que esos recursos realmente están llegando a esas millones de personas en tiempo y forma, no es posible confirmarlo de manera independiente, sino hasta que la Auditoría Superior de la Federación revise los programas y los gastos e inversiones del gobierno, y nos diga si no son cifras alegres, que no tienen que ver con la realidad, como sucedió en sexenios pasados, y especialmente en el de Peña Nieto, con casos como el de la llamada “estafa maestra”. En principio, creamos que estos programas sociales sí están incidiendo positivamente en los sectores más pobres y necesitados de la sociedad mexicana.
Así también, el combate a los abusos y prepotencia característicos de los gobiernos del periodo neoliberal (aunque aceptémoslo, la política económica que se sigue aplicando, es la misma del pasado), con una serie de leyes y políticas para imponer la austeridad al gobierno y el castigo al uso discrecional de los recursos públicos por parte de los gobernantes. Falta mucho, pero al menos se han dado pasos alentadores.
Así también, sin implementar el llamado “sistema nacional anticorrupción”, se está tratando de combatir la misma no sólo con el ejemplo del propio López Obrador, sino con un control más estricto de las compras y el uso que se le da al gasto gubernamental. Quizás esto sólo no vaya a ser suficiente en el largo plazo, pero al menos de momento, parece que evita dispendios y oportunidades de enriquecerse de manera ilegal.
La prudencia (que algunos consideran ya va siendo excesiva) en el uso de la fuerza pública contra manifestaciones de descontento sociales e incluso en el combate al crimen organizado, ha evitado el uso de la fuerza excesiva por parte de las autoridades, pero no así la violencia desatada entre los grupos del crimen organizado y en contra de personas inocentes (caso Coatzacoalcos).
Aquí ya podemos pasar a las sombras, pues si bien López Obrador ha insistido en que le dejaron un desastre en el tema de seguridad, su estrategia no ha funcionado. Además, no queda clara cuál es esa estrategia, que en principio se basa en el despliegue de la Guardia Nacional, poco más de 58 mil elementos, de los cuales 20 mil están dedicados a detener migrantes indocumentados en las fronteras sur y norte.
No se planteó ninguna reforma a fondo de las policías estatales y municipales, y menos aún su fortalecimiento (capacitación, armas, comunicaciones, mejores salarios, etc.).
Se apuesta a combatir las causas de la delincuencia, con los programas sociales, pero estos, de resultar exitosos (y muchos consideran que son sólo programas electoreros y clientelares, que no incidirán en la disminución de la pobreza), tendrán sus efectos dentro de 5, 10 o 15 años. Por lo pronto, el aumento de los homicidios (el más alto del que se tenga registro en las últimas 3 décadas) y la violencia, tienen un costo altísimo para la sociedad mexicana. Este es un pasivo grave de la administración, que ya no podrá transferirlo a las administraciones pasadas, en los siguientes informes de gobierno.
Otra sombra es el nulo crecimiento económico, explicado por varios factores: en el primer año de cada administración tardan en concretarse inversiones, dada la curva de aprendizaje de los nuevos funcionarios; el mundo en general comienza a sufrir una desaceleración económica por las disputas comerciales entre Estados Unidos y China, por la próxima salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea y por la situación en el Medio Oriente, especialmente por las sanciones contra Irán, que afectan al mercado petrolero mundial; pero también, por la creciente inseguridad y violencia en el país, que detienen las inversiones y por la incertidumbre que los capitales internacionales siguen teniendo respecto a la administración de López Obrador, por disputas puntuales como la cancelación del aeropuerto en Texcoco; las diferencias respecto a los gasoductos; la suspensión de las licitaciones de exploración y explotación de nuevos campos petroleros, y el subejercicio presupuestal, derivado de las medidas de austeridad.
López Obrador insiste en que no se puede medir el verdadero desarrollo socio económico del país, con las cifras de crecimiento económico. Pero para los inversionistas nacionales y extranjeros lo que plantean las calificadoras y los organismos financieros y económicos internacionales, sí cuenta, por lo que por el momento, nuestro país no es una de sus prioridades (por más que el presidente presumiera la llegada en estos meses, de 18 mil millones de dólares de inversión extranjera directa).
En materia de creación de empleo, López Obrador insiste en que los jóvenes que se capacitan (de una manera por demás desigual) en empresas y reciben un estipendio pagado por el gobierno, cuentan como empleados. Pero esto no sustituye el que no se han creado gran número de empleos. Y la inflación se mantiene baja, precisamente porque no hay aumento del consumo (por más que sí hubo un aumento significativo en el salario mínimo); y no lo hay, porque no se están creando empleos suficientes. Pero como lo dijimos durante los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, la medición de la pobreza y la desigualdad, determinarán si este gobierno ha mejorado en la realidad la vida de los mexicanos, o sólo estableció algunos paliativos para evitar que crecieran, y nada más.
Un pasivo qué por supuesto el presidente no quiso reconocer, fue la relación con Estados Unidos, de abyecta sumisión en materia migratoria, de seguridad y comercio, sólo destacándose la independencia que ha mantenido su gobierno en el tema venezolano.
Ha querido justificar las concesiones al vecino del norte, señalando que un enfrentamiento hubiera sido peor. Pero es como decir, ante el abusador, prefiero que me rompa la nariz y los dedos de una mano, a que me rompa un brazo y las dos piernas; en vez de plantear la posibilidad de defender el interés nacional con una respuesta firme, que quizás le hubiera permitido ceder menos, prefirió ceder todo. Pero está visto qué en el tema internacional, la ignorancia del presidente prevalecerá sobre cualquier otra consideración.
En suma, la mayoría de la población, que vive en la pobreza y en la marginación (67%) apoya al presidente, porque no le importa que sus políticas sigan reflejando las prioridades del capital internacional y de los oligarcas en muchos casos; o que se subordine sin pedir nada a cambio ante Washington; o que no pueda cambiar la lacerante realidad de la inseguridad y la violencia del país. A este mayoritario segmento de la población lo que le importa es que tiene un presidente al que su suerte diaria sí le importa (pueda hacer algo o no para cambiarla), no muestra desprecio hacia las clases bajas (como sí lo hicieron los gobiernos anteriores); al menos aparenta (ya se verá si es cierto o no) que no se roba el dinero de todos y por ahora al menos, no reprime al pueblo si éste se inconforma.
Para una población que no pintó para las clases adineradas y la alta burocracia en los últimos 36 años, este cambio es refrescante, a pesar de los magros resultados que está dando por el momento. Veremos hasta cuándo le alcanza ésta buena voluntad de las clases más desfavorecidas del país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario