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Zapata

martes, 3 de septiembre de 2019

¿LOS DEMÓCRATAS CAMBIARÍAN LA POLÍTICA EXTERIOR DE TRUMP?


Está en curso la depuración de los precandidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, y lo más probable es que sólo 5 de ellos lleguen a las instancias finales el próximo año: Joe Biden (ex vicepresidente con Obama); Elizabeth Warren (senadora por Massachusetts); Bernie Sanders (senador por Vermont); Kamala Harris (senadora por California) y Pete Buttigieg (alcalde de South Bend, Indiana).
La principal virtud que los votantes demócratas están buscando en su próximo candidato presidencial es que pueda derrotar a Trump en las elecciones. Les interesa menos lo que propongan en materia económica, de salud, seguridad, infraestructura o política exterior.
En general el votante estadounidense está poco o muy mal informado; le interesa principalmente mantener o mejorar su nivel de vida, esto es contar con un empleo estable, bien pagado, con prestaciones; un sistema de salud eficiente y accesible económicamente; que sus hijos puedan asistir a la universidad, sin tener que endeudarse por toda la vida; poder costear una casa propia y tener suficiente dinero para gastar en entretenimiento, ropa, viajes y para renovar sus autos y menaje de casa. Y que todo esto se logre en un ambiente seguro y con sus libertades y derechos esenciales garantizados.
¿Cómo lograr todo ello? Eso es lo que los políticos estadounidenses les prometen en las campañas: bajando impuestos o subiéndolos para los más ricos; aumentando o disminuyendo las regulaciones para diversas actividades económicas; con una mayor o una menor intervención del Estado para garantizar empleos, salud, educación, seguridad y servicios públicos y sociales de primer nivel; etc.
La política exterior es por lo general, una preocupación secundaria para el votante estadounidense, pero de una u otra forma acaba siendo uno de los principales temas en las campañas presidenciales, ya que la potencia hegemónica siempre está interviniendo en todos los asuntos mundiales, y por lo mismo, el mundo entra en la política estadounidense.
Así, temas como las guerras para cambio de régimen o para “combatir al terrorismo”; el comercio internacional, la migración, el medio ambiente, la carrera armamentista, etc. irrumpen una y otra vez en los discursos y en las propuestas de los candidatos presidenciales de ambos partidos.
Los precandidatos presidenciales demócratas han insistido en que la política exterior de Donald Trump ha puesto a Estados Unidos y al mundo en peligro, pues ha desdeñado el multilateralismo, privilegiando las relaciones bilaterales; se ha retirado de numerosos tratados y organizaciones internacionales, socavando así el orden internacional, especialmente el logrado después del fin de la Guerra Fría; ha privilegiado la confrontación, las sanciones y las amenazas, por sobre la diplomacia; se ha confrontado con países aliados y se ha acercado a regímenes autoritarios o a líderes anti democráticos.
¿Pero de llegar los demócratas a la presidencia, sin entrar al detalle de qué podría hacer en lo particular cada uno de los 5 precandidatos que lideran las encuestas, qué cambiaría?
Trump se retiró del Acuerdo Transpacífico de Comercio. Los demócratas probablemente intentarían volver al mismo, pero ello dependería de la correlación de fuerzas que quede en el Congreso después de las elecciones del próximo año.
Trump se retiró del Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Es muy probable que los demócratas intentaran regresar al mismo, aunque con la oposición de buena parte de los legisladores republicanos.
Trump se retiró del acuerdo nuclear con Irán. En este caso, si bien los demócratas fueron los que negociaron ese tratado, las presiones de los neoconservadores, el lobby pro Israel, el gobierno israelí, el de Arabia Saudita y el complejo militar industrial, probablemente complicarían seriamente un regreso en los términos originales del acuerdo, visto sobre todo el cúmulo de sanciones que Estados Unidos ha aplicado a Irán y lo difícil que sería retirarlas, como lo exige Teherán.
Trump se retiró del Acuerdo de prohibición de Misiles Nucleares Intermedios. Los demócratas difícilmente podrían renegociar ese acuerdo con Rusia, sin incluir a China (que se opone a ello), pues esa fue la razón principal que argumentó Trump para abandonar ese tratado; es decir, que China quedaba fuera del mismo (además de acusar a Rusia de haberlo violado).
Trump retiró a Estados Unidos de la UNESCO y de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, aduciendo que están “sesgados” contra Israel. Para los demócratas sería muy difícil regresar a estas instancias, sin el consentimiento del poderoso lobby pro Israel y del gobierno israelí, por lo que se vería muy complicado que pudieran hacerlo, al menos en el corto plazo.
Trump ha escalado una “guerra comercial y tecnológica” contra China, con objeto de mantener el liderazgo estadounidense en ambos campos. Los demócratas no podrían retirarse tan fácilmente de este curso de acción, pues ellos mismos coinciden con Trump en que hay que detener a China. Lo único que critican a Trump es que se ha excedido en la imposición de tarifas (aranceles) a los chinos. Algo que podrían moderar.
Trump ha elevado la presión sobre China en el Mar del Sur de China y ha apoyado militar y políticamente a Taiwán (y de manera encubierta a los manifestantes en Hong Kong), así como criticado la política china en la provincia de Xinjiang hacia la minoría musulmana. Todo esto lo apoyan los demócratas, por lo que no parece que fueran a cambiar de fondo esta política.
Trump ha intentado llegar a acuerdos con el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, para que renuncie a sus armas nucleares, con reuniones directas, que hasta ahora no han dado resultado. Los demócratas sí cambiarían esta política, condicionando cualquier nueva reunión con el líder norcoreano al establecimiento de un programa verificable de desnuclearización.
Trump ha presionado comercialmente y en materia de gasto militar a sus aliados en Asia (Japón y Corea del Sur) y Europa (Unión Europea y OTAN), para obtener más ventajas en el primer caso, y un mayor gasto por parte de sus aliados en el ámbito militar. Los demócratas, si bien podrían mantener la exigencia en materia del gasto militar, serían más prudentes en las presiones en materia comercial, pues buscan restañar las relaciones con los aliados, que se han visto lastimadas por la rudeza de Trump.
Trump está por finalizar un acuerdo con los talibanes para retirar la mayoría de las tropas norteamericanas de Afganistán. Esto no lo cambiarían los demócratas, pues hay consenso en que la presencia de tropas en ese país no ha logrado la derrota de los talibanes, ni consolidar al gobierno afgano.
Trump mantiene tropas en Irak y Siria. Esto tampoco lo cambiarían los demócratas, dado que el lobby pro Israel y los gobiernos israelí y saudí árabe, junto con sus aliados neoconservadores prácticamente dictan la política en Medio Oriente, y la permanencia de tropas y bases en esos países se considera indispensable para mantener la presión sobre Irán y sobre el gobierno de Bashar el Assad en Siria.
Trump ha establecido más sanciones económicas y políticas contra Rusia, a instancias del complejo militar industrial, los neoconservadores y la mayor parte del establecimiento político de Washington. Esta política no sólo se mantendría con los demócratas, sino incluso se profundizaría, con lo que la carrera armamentista entre ambas potencias y la posibilidad de crisis diplomáticas entre ellas, se agudizaría.
Trump ha restablecido un semi bloqueo a Cuba y ha aumentado exponencialmente la presión sobre Venezuela. Es posible que en el caso cubano los demócratas aflojaran un poco las nuevas sanciones impuestas por Trump, con objeto de reiniciar la política de acercamiento de Obama; pero con Venezuela es muy difícil que cambiaran algo, en vista de que el derrocamiento de Maduro es un objetivo compartido por todo el establecimiento político de Washington.
Trump ha logrado que México lleve a la práctica una política migratoria restrictiva y que reciba a los aplicantes de asilo en su territorio. Los demócratas no darían marcha atrás tampoco en esta política, ya que este tipo de concesiones, una vez logradas, no son fácilmente reversibles; y si México ya aceptó esto, no se ve la razón del porqué los demócratas le darían un respiro a nuestro país (en todo caso, la forma de tratar a los migrantes indocumentados dentro de Estados Unidos, podría ser más humanitaria, pero hasta ahí).
Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y movió la embajada estadounidense ahí; reconoció a los Altos del Golán como territorio israelí; ha quitado recursos para los refugiados palestinos y expulsado de Washington a los representantes palestinos; en suma, ha dado todo lo que ha exigido el gobierno de Netanyahu y casi ha destruido por completo la opción de crear un Estado palestino independiente. Los demócratas, tan dependientes como los republicanos de los fondos que provee el poderoso lobby pro Israel para las campañas y del dominio casi completo que tiene sobre los grandes medios de comunicación (y Hollywood), no se atreverán a dar marcha atrás a ninguna de estas políticas de Trump.
Como podemos observar, si bien en algunos casos los demócratas podrían echar para atrás las políticas de Trump (Acuerdo Transpacífico y el Climático, Corea del Norte), la gran mayoría de las políticas trumpianas se quedarán, y sólo cambiará el énfasis en algunos instrumentos de política (quizás un poco más de diplomacia y un poco menos de amenazas); y en el discurso, menos bronco y amenazante, por uno más diplomático y negociador (en la superficie).
Pero, en términos generales, la política exterior de la potencia hegemónica se mantendrá en sus líneas esenciales, pues responde al mismo interés de demócratas y republicanos de mantener la hegemonía en lo político, económico, tecnológico y militar, ante cualquier reto o potencia que la pueda poner en riesgo.

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