Está en
curso la depuración de los precandidatos demócratas a la presidencia de Estados
Unidos, y lo más probable es que sólo 5 de ellos lleguen a las instancias
finales el próximo año: Joe Biden (ex vicepresidente con Obama); Elizabeth
Warren (senadora por Massachusetts); Bernie Sanders (senador por Vermont);
Kamala Harris (senadora por California) y Pete Buttigieg (alcalde de South
Bend, Indiana).
La principal
virtud que los votantes demócratas están buscando en su próximo candidato
presidencial es que pueda derrotar a Trump en las elecciones. Les interesa
menos lo que propongan en materia económica, de salud, seguridad,
infraestructura o política exterior.
En general
el votante estadounidense está poco o muy mal informado; le interesa
principalmente mantener o mejorar su nivel de vida, esto es contar con un empleo
estable, bien pagado, con prestaciones; un sistema de salud eficiente y
accesible económicamente; que sus hijos puedan asistir a la universidad, sin
tener que endeudarse por toda la vida; poder costear una casa propia y tener
suficiente dinero para gastar en entretenimiento, ropa, viajes y para renovar
sus autos y menaje de casa. Y que todo esto se logre en un ambiente seguro y
con sus libertades y derechos esenciales garantizados.
¿Cómo lograr
todo ello? Eso es lo que los políticos estadounidenses les prometen en las
campañas: bajando impuestos o subiéndolos para los más ricos; aumentando o
disminuyendo las regulaciones para diversas actividades económicas; con una
mayor o una menor intervención del Estado para garantizar empleos, salud,
educación, seguridad y servicios públicos y sociales de primer nivel; etc.
La política
exterior es por lo general, una preocupación secundaria para el votante
estadounidense, pero de una u otra forma acaba siendo uno de los principales
temas en las campañas presidenciales, ya que la potencia hegemónica siempre
está interviniendo en todos los asuntos mundiales, y por lo mismo, el mundo
entra en la política estadounidense.
Así, temas
como las guerras para cambio de régimen o para “combatir al terrorismo”; el
comercio internacional, la migración, el medio ambiente, la carrera
armamentista, etc. irrumpen una y otra vez en los discursos y en las propuestas
de los candidatos presidenciales de ambos partidos.
Los
precandidatos presidenciales demócratas han insistido en que la política
exterior de Donald Trump ha puesto a Estados Unidos y al mundo en peligro, pues
ha desdeñado el multilateralismo, privilegiando las relaciones bilaterales; se
ha retirado de numerosos tratados y organizaciones internacionales, socavando
así el orden internacional, especialmente el logrado después del fin de la
Guerra Fría; ha privilegiado la confrontación, las sanciones y las amenazas,
por sobre la diplomacia; se ha confrontado con países aliados y se ha acercado
a regímenes autoritarios o a líderes anti democráticos.
¿Pero de
llegar los demócratas a la presidencia, sin entrar al detalle de qué podría
hacer en lo particular cada uno de los 5 precandidatos que lideran las
encuestas, qué cambiaría?
Trump se
retiró del Acuerdo Transpacífico de Comercio. Los demócratas probablemente
intentarían volver al mismo, pero ello dependería de la correlación de fuerzas
que quede en el Congreso después de las elecciones del próximo año.
Trump se
retiró del Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Es muy probable que los
demócratas intentaran regresar al mismo, aunque con la oposición de buena parte
de los legisladores republicanos.
Trump se retiró
del acuerdo nuclear con Irán. En este caso, si bien los demócratas fueron los
que negociaron ese tratado, las presiones de los neoconservadores, el lobby pro
Israel, el gobierno israelí, el de Arabia Saudita y el complejo militar
industrial, probablemente complicarían seriamente un regreso en los términos
originales del acuerdo, visto sobre todo el cúmulo de sanciones que Estados
Unidos ha aplicado a Irán y lo difícil que sería retirarlas, como lo exige
Teherán.
Trump se
retiró del Acuerdo de prohibición de Misiles Nucleares Intermedios. Los
demócratas difícilmente podrían renegociar ese acuerdo con Rusia, sin incluir a
China (que se opone a ello), pues esa fue la razón principal que argumentó Trump para
abandonar ese tratado; es decir, que China quedaba fuera del mismo (además de
acusar a Rusia de haberlo violado).
Trump retiró
a Estados Unidos de la UNESCO y de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU,
aduciendo que están “sesgados” contra Israel. Para los demócratas sería muy
difícil regresar a estas instancias, sin el consentimiento del poderoso lobby
pro Israel y del gobierno israelí, por lo que se vería muy complicado que
pudieran hacerlo, al menos en el corto plazo.
Trump ha
escalado una “guerra comercial y tecnológica” contra China, con objeto de
mantener el liderazgo estadounidense en ambos campos. Los demócratas no podrían
retirarse tan fácilmente de este curso de acción, pues ellos mismos coinciden con Trump
en que hay que detener a China. Lo único que critican a Trump es que se ha
excedido en la imposición de tarifas (aranceles) a los chinos. Algo que podrían
moderar.
Trump ha
elevado la presión sobre China en el Mar del Sur de China y ha apoyado militar
y políticamente a Taiwán (y de manera encubierta a los manifestantes en Hong
Kong), así como criticado la política china en la provincia de Xinjiang hacia
la minoría musulmana. Todo esto lo apoyan los demócratas, por lo que no parece
que fueran a cambiar de fondo esta política.
Trump ha
intentado llegar a acuerdos con el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, para
que renuncie a sus armas nucleares, con reuniones directas, que hasta ahora no
han dado resultado. Los demócratas sí cambiarían esta política, condicionando
cualquier nueva reunión con el líder norcoreano al establecimiento de un
programa verificable de desnuclearización.
Trump ha
presionado comercialmente y en materia de gasto militar a sus aliados en Asia
(Japón y Corea del Sur) y Europa (Unión Europea y OTAN), para obtener más
ventajas en el primer caso, y un mayor gasto por parte de sus aliados en el
ámbito militar. Los demócratas, si bien podrían mantener la exigencia en
materia del gasto militar, serían más prudentes en las presiones en materia
comercial, pues buscan restañar las relaciones con los aliados, que se han
visto lastimadas por la rudeza de Trump.
Trump está
por finalizar un acuerdo con los talibanes para retirar la mayoría de las tropas
norteamericanas de Afganistán. Esto no lo cambiarían los demócratas, pues hay
consenso en que la presencia de tropas en ese país no ha logrado la derrota de
los talibanes, ni consolidar al gobierno afgano.
Trump
mantiene tropas en Irak y Siria. Esto tampoco lo cambiarían los demócratas,
dado que el lobby pro Israel y los gobiernos israelí y saudí árabe, junto con
sus aliados neoconservadores prácticamente dictan la política en Medio Oriente,
y la permanencia de tropas y bases en esos países se considera indispensable
para mantener la presión sobre Irán y sobre el gobierno de Bashar el Assad en
Siria.
Trump ha
establecido más sanciones económicas y políticas contra Rusia, a instancias del
complejo militar industrial, los neoconservadores y la mayor parte del
establecimiento político de Washington. Esta política no sólo se mantendría con
los demócratas, sino incluso se profundizaría, con lo que la carrera armamentista
entre ambas potencias y la posibilidad de crisis diplomáticas entre ellas, se agudizaría.
Trump ha
restablecido un semi bloqueo a Cuba y ha aumentado exponencialmente la presión
sobre Venezuela. Es posible que en el caso cubano los demócratas aflojaran un
poco las nuevas sanciones impuestas por Trump, con objeto de reiniciar la
política de acercamiento de Obama; pero con Venezuela es muy difícil que
cambiaran algo, en vista de que el derrocamiento de Maduro es un objetivo
compartido por todo el establecimiento político de Washington.
Trump ha
logrado que México lleve a la práctica una política migratoria restrictiva y
que reciba a los aplicantes de asilo en su territorio. Los demócratas no darían
marcha atrás tampoco en esta política, ya que este tipo de concesiones, una vez
logradas, no son fácilmente reversibles; y si México ya aceptó esto, no se ve
la razón del porqué los demócratas le darían un respiro a nuestro país (en todo
caso, la forma de tratar a los migrantes indocumentados dentro de Estados
Unidos, podría ser más humanitaria, pero hasta ahí).
Trump
reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y movió la embajada
estadounidense ahí; reconoció a los Altos del Golán como territorio israelí; ha
quitado recursos para los refugiados palestinos y expulsado de Washington a los
representantes palestinos; en suma, ha dado todo lo que ha exigido el gobierno
de Netanyahu y casi ha destruido por completo la opción de crear un Estado
palestino independiente. Los demócratas, tan dependientes como los republicanos
de los fondos que provee el poderoso lobby pro Israel para las campañas y del
dominio casi completo que tiene sobre los grandes medios de comunicación (y
Hollywood), no se atreverán a dar marcha atrás a ninguna de estas políticas de
Trump.
Como podemos
observar, si bien en algunos casos los demócratas podrían echar para atrás las
políticas de Trump (Acuerdo Transpacífico y el Climático, Corea del Norte), la
gran mayoría de las políticas trumpianas se quedarán, y sólo cambiará el
énfasis en algunos instrumentos de política (quizás un poco más de diplomacia y
un poco menos de amenazas); y en el discurso, menos bronco y amenazante, por
uno más diplomático y negociador (en la superficie).
Pero, en
términos generales, la política exterior de la potencia hegemónica se mantendrá
en sus líneas esenciales, pues responde al mismo interés de demócratas y
republicanos de mantener la hegemonía en lo político, económico, tecnológico y
militar, ante cualquier reto o potencia que la pueda poner en riesgo.
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