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Zapata

viernes, 24 de mayo de 2019

MÉXICO SEGUIRÁ SIENDO UN VASALLO DE ESTADOS UNIDOS…POR SIEMPRE


Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha reiterado hasta el cansancio que no se quiere pelear con Trump, que quiere llevar una relación de respeto y cooperación. Y por ello todos los ataques e invectivas de Trump contra México, los mexicanos y el propio gobierno de AMLO, los deja pasar.
Es comprensible, durante los 35 años de gobiernos neoliberales las élites económica y política engancharon al país a la agenda y las prioridades de Estados Unidos, con objeto de convertirse en “socios, amigos y aliados” de los triunfadores de la Guerra Fría y, por lo tanto, de la superpotencia global sin competidores a la vista.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la Iniciativa Mérida en materia de seguridad; la estrecha colaboración (más bien subordinación) de las fuerzas armadas mexicanas al Comando Norte del Ejército estadounidense; más las reformas estructurales dictadas por los organismos financieros internacionales, especialmente la energética, dirigidas a mantener la ortodoxia económica neoliberal y la inserción subordinada de México en la zona de influencia estadounidense, se consideraban datos duros que no serían nada fácil de cambiar.
Pero la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, cuestionando el proyecto impulsado por las élites globalizantes de Estados Unidos, cuyo objetivo era conformar una región unificada de Norteamérica y criticando la relación con México en todos los ámbitos, puso en jaque todo el esfuerzo que los dirigentes de ambos países habían invertido para lograr esa meta.
La llegada de López Obrador a la presidencia de México puso a su vez en jaque las reformas estructurales establecidas durante el gobierno de Peña Nieto, y que supuestamente “amarraban” la inclusión definitiva de México en el esquema de dominación económica estadounidense como proveedor de materias primas baratas, mano de obra regalada para las trasnacionales estadounidenses y eslabón indispensable en las cadenas de producción globalizadas de esas mismas empresas.
Así, con la llegada al poder de ambos presidentes parecía que México podría comenzar a lograr un mayor margen de maniobra respecto a Estados Unidos si en ese país la dirigencia política ya no estaba tan interesada en mantener una relación estrecha con su vecino del sur; y, por el contrario, el objetivo era separar más a ambos países, en vista de los supuestos perjuicios que dicha cercanía provocaban a los Estados Unidos.
Pero las grandes corporaciones estadounidenses, el complejo militar industrial, el aparato de seguridad e inteligencia y el poderoso sector financiero, aliados con los oligarcas mexicanos, lanzaron toda una operación de salvamento del proyecto ”Norteamérica”, y consiguieron que Trump no se retirara del TLCAN (NAFTA por sus siglas en inglés) y por el contrario, se lograra una negociación para un nuevo tratado (UMSCA o T-MEC); que López Obrador lo aceptara y mantuviera todo el entramado institucional en materia de seguridad e inteligencia (incluida la Iniciativa Mérida); y que la ortodoxia económica neoliberal se mantuviera prácticamente intacta en México.
Sin embargo, los proyectos domésticos de Trump y López Obrador sí han exigido cambios en la relación.
Por ejemplo, para que Trump aceptara seguir en un esquema de libre comercio con México, fue necesario incluir una serie de medidas que favorecen a la industria estadounidense, con objeto de evitar que los bajos costos salariales y las muy laxas reglamentaciones medio ambientales y laborales de México, siguieran drenando de empleos a la economía estadounidense.
De igual forma Trump ha logrado que México se haga cargo de todos los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos, de los que este país deporta y de aquellos que esperan las resoluciones judiciales respecto a sus solicitudes de asilo, asumiendo el costo económico, social y político, sin ningún tipo de ayuda por parte de Estados Unidos; y por el contrario, teniendo que aguantar constantes ataques y críticas de Trump por la supuesta “inacción” de México para cortar el flujo de migrantes desde su frontera sur.
Por lo que respecta a AMLO, a cambio de mantener la subordinación mexicana a Estados Unidos en comercio, seguridad y migración, ha reclamado un poco de libertad en política exterior, al no seguir las órdenes de Washington a sus vasallos latinoamericanos en el caso venezolano, pues México ha seguido reconociendo al gobierno de Maduro y ha insistido en que haya negociación y diálogo internos en Venezuela, sin interferencias extranjeras y menos aún intervenciones militares. Posición ésta que ha exasperado al gobierno estadounidense.
Así también, AMLO está modificando en alguna medida la reforma energética, tratando de salvar a la petrolera estatal (PEMEX), que deliberadamente fue saqueada y endeudada por los gobiernos neoliberales, con objeto de dejarle todo el campo a las trasnacionales. Pero AMLO la quiere salvar financieramente, hacerla viable económicamente de nuevo e incluso construir una nueva refinería (algo que no se ha hecho en más de 40 años), a pesar de la férrea oposición de los organismos financieros internacionales, el sector financiero estadounidense y por supuesto de las trasnacionales de la energía qué junto con sus socios mexicanos, han logrado ganancias estratosféricas con la importación de gasolinas y productos refinados.
¿Por qué afirmamos que México seguirá por siempre como vasallo de Estados Unidos?
Porque, a menos de que los demócratas en el Congreso estén dispuestos a propinarle una severa derrota a Trump antes de las elecciones presidenciales del 2020, lo más probable es que se ratificará el T-MEC en Estados Unidos, y por lo tanto en México y Canadá, con lo que nuestro país quedará definitivamente amarrado a la economía norteamericana, sin posibilidades de establecer relaciones estrechas con otras iniciativas económicas como la Belt and Road Initiative impulsada por China.
Y es que en el T-MEC hay cláusulas específicas para castigar al país que intente acercarse económicamente a China. Y si a eso se suma la guerra comercial y tecnológica que ha lanzado Trump contra el gigante asiático, se entiende que el débil y dependiente México no quiera meterse entre las “patas de los caballos” (incluso AMLO lo ha dicho claramente, que no intenta meterse en la competencia entre las superpotencias), lo que significa que nuestro país se quedara como una pieza más de la maquinaria económica estadounidense.
Así también, AMLO le está pidiendo a Trump y al gobierno canadiense que le inviertan dinero (hasta 10 mil millones de dólares al año) en su proyecto de desarrollo para Centroamérica y el sureste mexicanos (ahí va un nuevo plan para esta región como el Puebla-Panamá de Fox, el Plan del Sureste de Miguel De la Madrid y el Coplamar de López Portillo), lo que seguramente no sucederá, pero mientras AMLO se da cuenta que esos recursos no llegarán, tendrá que seguir con sombrero en mano solicitándolos a las potencias (también piensa pedirle a la Unión Europea), y eso lo hará todavía más vulnerable ante las exigencias de Washington.
Y si bien AMLO está insistiendo en que la Iniciativa Mérida tiene que cambiar, para que se invierta no tanto en seguridad, sino en desarrollo socio económico; la realidad es que su propuesta de crear la Guardia Nacional, lo va a obligar a mantener un esquema de colaboración muy estrecho con Estados Unidos en ese ámbito (inteligencia, capacitación, compra de equipo y armamento), por lo que si bien es posible que “desaparezca” la Iniciativa Mérida (heredada del gobierno de Calderón), seguramente se negociará otro acuerdo, con otro nombre rimbombante, que finalmente acabe siendo algo similar, pues el aparato de seguridad e inteligencia de Estados Unidos no va a aceptar que se degrade este aspecto de la relación.
Y en migración, a AMLO no le queda más remedio que apechugar y seguir recibiendo y mal atendiendo a los miles de migrantes y buscadores de refugio de todo el mundo que quieren llegar a Estados Unidos (más los deportados de allá), y que no les queda otro remedio que quedarse en el México infestado de narcotraficantes, criminales y corruptos que les harán su estancia en el país un infierno muy parecido del que intentan huir de sus países de origen.

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