Benjamín Netanyahu
tiene el control de los hilos de la seguridad nacional, el Pentágono y el
Departamento de Estado en Estados Unidos (Bolton, Haspel, Shanahan y Pompeo).
El gran
objetivo de los gobiernos israelíes desde su fundación como Estado hace 71 años,
ha sido desbaratar la alianza árabe-persa que se formó en su contra, a raíz del
robo que se les hizo a los palestinos de su tierra, para regalársela a los
sionistas (realizado a través de la limpieza étnica, que sigue ininterrumpida
hasta nuestros días).
Durante 26
años (1953-1979) Irán se mantuvo como un país vasallo de Occidente, a través
del despótico gobierno del Sha Reza Pahlevi, y con ello como un aliado de
Israel. Pero a partir del triunfo de la revolución islámica encabezada por el
ayatollah Kohmeini, Irán se manifestó como enemigo del Estado de Israel, y con
ello el balance del poder en el Medio Oriente, que a partir de 1977 se había
vuelto más favorable para los israelíes (con el establecimiento de la paz y las
relaciones diplomáticas con Egipto), volvió a serle desfavorable al gobierno de
Tel Aviv.
Fue entonces
que el todavía vasallo de Estados Unidos, Saddam Hussein inició una
guerra contra Irán (1980-88), que permitió mantener en un permanente desgaste a
Irak e Irán, y con ello Israel logró bajar la presión en su contra en esa
región del mundo.
Desde ese momento surgió en el establecimiento de seguridad e inteligencia israelí la
estrategia de provocar el caos y la destrucción en el mundo árabe y persa, con
objeto de debilitar a los que consideraba sus enemigos mortales, y de esa
forma, no sólo disminuir los riesgos a la “existencia” del estado de Israel,
sino aprovechar esa inducida división y dislocación de esas sociedades y
países, para que Israel surgiera como potencia indiscutida de dicha región del
mundo (y de hecho conformar así el Gran Israel, acabando de desplazar por
completo a los palestinos de sus tierras, conquistando además otras zonas
adyacentes, como ya lo habían hecho en su momento con las Alturas del Golán,
arrebatadas a Siria y el Sinaí, que se le tuvo que regresar a Egipto como parte
de los acuerdos de paz firmados con el presidente Anwar el Sadat).
El Plan
Yinon de 1982[1],
del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, era una “…estrategia
perseverante de dislocación del mundo árabe”, para el desmembramiento
generalizado de ese conjunto geográfico. El objetivo era la balcanización del
Medio Oriente, con objeto de que los países árabes se convirtieran en estados
pequeños y débiles.
Se buscaba
profundizar los enfrentamientos entre musulmanes y cristianos en Egipto (algo
que ha venido sucediendo en la última década, sobre todo) con la intención de “descomponer”
en diferentes “regiones geográficas” a ese país.
Se buscaba
la “desintegración completa” de Líbano (guerra civil desde los años 70 hasta
los 90) dividiéndolo en 5 provincias; el colapso total de Siria (guerra civil
desde 2011 hasta la fecha) e Irak (guerra contra Irak en 1991 e invasión en
2003; guerra civil desde esa fecha hasta 2017), para dividirlos en regiones étnicas.
Incluso el actual aliado de Israel, el régimen de Arabia Saudita era visto como
un candidato para la disolución total.
Pues bien,
ese plan, especialmente desde los atentados terroristas del 2001, que sirvieron
como el pretexto perfecto para desarrollar dicha estrategia, ha venido
aplicándose desde los años ochenta del siglo pasado, planeado y dirigido por
Israel, pero implementado por su vasallo, Estados Unidos, a través de continuas
guerras e intervenciones militares a lo largo de 4 décadas.
Pero en esas
4 décadas un país se les ha escapado de la destrucción y el caos deliberado, y
ese ha sido Irán, que con un gobierno teocrático centralizado, ha podido evitar
que los muchos intentos de “cambio de régimen” “revoluciones”, “rebeliones”, sabotajes,
asesinatos contra las élites política, de seguridad y científica de ese país,
así como innumerables sanciones económicas y la permanente satanización del
país y de su dirigencia en los medios de comunicación occidentales, logren el
objetivo israelí (y ahora también de Arabia Saudita) de la destrucción completa,
no sólo del gobierno de Teherán, sino del país.
Por ello,
ahora el gobierno de Israel, que como nunca antes controla completamente la
política exterior, militar y de inteligencia de Estados Unidos, no puede dejar
pasar la oportunidad de iniciar una guerra, o al menos, ataques limitados,
contra Irán, pues sabe que la situación política en Estados Unidos, que es su
instrumento para ello, no es del todo favorable a iniciar una nueva aventura
bélica, a pesar de que normalmente no se toma en cuenta el sentir de la
población para la toma de este tipo de decisiones.
Así, después
del retiro de Estados Unidos de acuerdo nuclear con Irán, y del aumento
exponencial de las sanciones económicas contra ese país; Netanyahu y sus
estrategas decidieron acelerar el inicio de la guerra contra Irán, debido a que
su vasallo estadounidense se enfrenta a un dilema estratégico que podría
retrasar la agresión a Irán por meses o años.
Ese dilema
tiene que ver con Venezuela, pues para el gobierno de Trump es fundamental
demostrar que en el Hemisferio Occidental la potencia indiscutida es Estados
Unidos y por lo mismo, si desde Washington se decide que un gobierno no es
aceptable, dicho gobierno debe caer a como dé lugar.
Pero da la
casualidad de que el gobierno de Maduro no ha caído con los distintos intentos
de golpe de Estado que ha venido intentando Washington desde hace meses, y ello
está dejando como última opción la abierta intervención militar estadounidense
para derrocar a Nicolás Maduro.
De ser así, los
recursos humanos, materiales y económicos que se tendrían que usar para invadir
un país del tamaño y población de Venezuela, cancelarían por un tiempo
cualquier tipo de aventura militar en otra región. Menos aún, una intervención
militar igual de complicada y grande, como sería una guerra con Irán.
Si a ello se
suma la presencia de miles de tropas estadounidenses en el Pacífico por la
situación de tensión con Corea del Norte y la disputa marítima con él gobierno
chino en el Mar del Sur de China, se podrá comprender que el Pentágono iba a
tener que decirle al presidente Trump que decidiera en donde se intervendría
militarmente, en Venezuela o en Irán; pero en los dos al mismo tiempo no sería
posible.
De ahí que
los neoconservadores pro israelíes del gobierno de Trump y el gobierno de
Netanyahu se movieron rápidamente, proporcionándole a Bolton “inteligencia” proveniente
del Mossad[2], en la que supuestamente
se establecen posibles ataques iraníes a tropas o intereses estadounidenses y
de sus aliados, con lo que el asesor de seguridad nacional estadounidense pudo
tener el pretexto para que Trump ordenara un aumento considerable de la
presencia militar (marítima y aérea) en
el Golfo Pérsico, con la intención de generar algún incidente que le dé la justificación a Estados Unidos para iniciar una guerra con Irán.
Y ese
incidente se los proporcionó ya el Mossad o alguna otra agencia de seguridad e
inteligencia israelí, que saboteó 4 buques tanque saudíes en el estrecho de Ormuz.
Y afirmamos
que fue el Mossad[3],
porque los iraníes no son estúpidos, y saben que ese tipo de pretextos son los
que están buscando los “halcones” de Washington para cumplir el mandato de sus
amos israelíes de iniciar cuanto antes la guerra contra Irán, y de esa manera
dejar en segundo plano la intervención militar en Venezuela (o al menos realizarla
de una manera significativamente más limitada).
Y tampoco
pudieron ser los sauditas mismos, ya que lo que menos quieren en Riad es ser
los primeros en salir a confrontar a Irán en una guerra, pues saben lo
incompetentes que son (lo han demostrado con creces en Yemen), y también saben
que Israel y Estados Unidos gustosamente los utilizarán como “carne de cañón”
en el inicio del conflicto armado con Irán.
Así que el
sabotaje a los tanqueros saudíes muy probablemente fue realizado por los
israelíes, con objeto de sustanciar sus informes de “inteligencia”, entregados
a Bolton, en los que señalaban la posibilidad de estos ataques (o sea la
profecía autocumplida).
Lo único
bueno de todo esto, si es que hay algo, es que el gobierno de Maduro podría
estar ganando tiempo, pues la guerra contra Irán está tomando precedencia en Washington,
instigada por Israel, a la intervención militar en Venezuela.
En todo
caso, Netanyahu y sus “minions” en Washington, no van a quitar el dedo del renglón
hasta que Trump ordene un ataque masivo contra Irán, y ello lleve al Medio
Oriente y al mundo entero, a una espiral más de violencia y de crisis
económica y política; todo ello con objeto de satisfacer las ambiciones
israelíes.
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