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Zapata

jueves, 30 de mayo de 2019

ERRÓNEA ESTRATEGIA DE MÉXICO FRENTE A ESTADOS UNIDOS



Como lo hemos venido analizando en este blog desde hace 3 años, el candidato primero y presidente después, Donald Trump, busca amedrentar a aliados y adversarios por igual, usando toda la gama de instrumentos que tiene la superpotencia, con objeto de ablandar a los gobiernos con los que negocia, aplicándoles sanciones por supuestos “agravios” o “perjuicios” que sus países han ocasionado a los Estados Unidos (desde la óptica estadounidense), para después ofrecer quitar esos castigos, a cambio de concesiones mayores, completamente favorables para Washington.
Hemos señalado hasta el cansancio en este blog que caer en ese juego, es quedar permanentemente atrapado en el chantaje; pues una vez que funciona, el chantajista lo utilizará todo el tiempo.
Rusia, China, Irán, Venezuela, Cuba, Turquía, entre otros, no han caído en esa estrategia de “bullying” que aplica Trump, por lo que èste se ha visto obligado a ir escalando la confrontación con dichos países hasta el borde mismo de la guerra (en el caso de Irán y Venezuela), sin que hasta ahora sus tácticas intimidatorias le hayan dado el resultado esperado, de doblar a estos gobiernos.
Lo mismo ha hecho con México desde el gobierno de Peña, y ahora lo reitera con el de López Obrador (AMLO) al amenazarlo con aplicar aranceles de 5% a todos los productos que nuestro país exporta a Estados Unidos, a partir del próximo 10 de junio, si no detiene el flujo migratorio (de todos los países), que entra a México y se dirige a Estados Unidos. Además, aumentará los aranceles en la medida en que México no responda a estas presiones.
Al mismo tiempo que anuncia esta medida, el vicepresidente Pence revela que sí ha habido negociaciones con México para que el gobierno de López Obrador acepte que nuestro país sea “tercer país seguro”; esto es, que los miles y miles de solicitantes de asilo en Estados Unidos, lo hagan ahora en México, lo que significa que se quedarían en nuestro país, y ya no harían esa solicitud en la Unión Americana.
Pence informó que ya casi era un hecho que México aceptaría ser “tercer país seguro”, algo que el canciller Ebrard ha negado continuamente.
Y en una tercera pista, Trump manda al Congreso el T-MEC para ser ratificado; el mismo día que López Obrador solicita al Senado un periodo extraordinario de sesiones para que sea ratificado a su vez en nuestro país.
Así, Trump utiliza el garrote (las tarifas para obligar a México a aceptar ser tercer país seguro y hacer mucho más para detener la migración con destino a Estados Unidos); y la zanahoria, enviando el tratado de libre comercio a ratificación al Congreso.
¿Qué espera Trump? Que AMLO y Ebrard, que han intentado atraer a Trump a la visión “desarrollista” del fenómeno migratorio, mediante inversión en Centroamérica y el Sureste mexicano, se desistan por el momento de esta estrategia y asuman plenamente las exigencias y prioridades de Washington que son: cerrar por completo la posibilidad de asilo en Estados Unidos, obligando a México a convertirse en el destino final de miles y miles de solicitantes; que México reciba a los deportados de todo el mundo que le envíe Estados Unidos; y que México detenga por la fuerza en su frontera sur, a los migrantes con destino a Estados Unidos.
A cambio, Trump no aplicará los aranceles (que no existían y que en el caso del acero y el aluminio ya se habían quitado) a todos los productos mexicanos y seguirá con el proceso de ratificación del T-MEC.
López Obrador, seguramente convencido por Ebrard, intentó llevar una relación de subordinación y casi vasallaje con Trump en materia de comercio, seguridad y migración (no así en el tema venezolano), esperando atemperar los impulsos agresivos de Trump,  con objeto de orientarlo hacia una visión menos “securitizada” de la migración.
Fue a todas luces una muy mala lectura, pues Trump ya tenía dos años aplicando su estrategia de presiones y “bullying” a México y a muchos otros países, sin haberla cambiado (con Corea del Sur logró todo lo que se propuso en el tratado comercial, gracias al contencioso que se tiene con Corea del Norte).
De ahí que el gobierno mexicano no debió acomodarse tan fácil y tan pronto a las exigencias de Trump, pues éste lo interpretó como debilidad y miedo a los Estados Unidos.
Además, López Obrador, abiertamente dijo varias veces que México no se acercaría a China para no incomodar a Estados Unidos. Todas estas señales convencieron a Trump de que con más presión, el gobierno de AMLO aceptará todo lo que se le exija.
Pero AMLO, convencido por Ebrard (que se está convirtiendo rápidamente en el Ezequiel Padilla de nuestro tiempo), decidió no incomodar a Trump, a pesar de las invectivas y las medidas antimexicanas que ha tomado, esperando que la cooperación, la diplomacia, la paciencia, lo harían reflexionar y cambiar.
Nada de esto ha sucedido, y lo que sí ha pasado es que esa pasividad, “prudencia” y ecuanimidad de AMLO ha sido leída como franca debilidad (y hasta miedo) en Washington, y están actuando en consecuencia.
Por ello la estrategia de AMLO y Ebrard ha dejado más vulnerable y más dependiente a México con respecto a los Estados Unidos.
Lo que se debería hacer ahora (que no se hará seguramente), es subirle la apuesta al gobierno de Estados Unidos, con estas medidas:
1.   Aplicar en el mismo monto de aranceles a todos los productos que se importan de Estados Unidos, a partir del 10 de junio.
2.   Terminar la Iniciativa Mérida a partir del 10 de junio y establecer que de continuar deteriorándose la relación bilateral, a partir del 1 de julio todo el personal de inteligencia y de seguridad de Estados Unidos que se encuentre en territorio nacional deberá salir del país.
3.   A partir del 10 de junio, suspender de manera indefinida toda la relación entre las fuerzas armadas mexicanas y estadounidenses.
4.   No aceptar que México sea tercer país seguro.
5.   Llamar a una reunión de alto nivel de ambos gobiernos el 9 de junio en la ciudad de México, para plantear la manera humanitaria en que se puede detener la migración hacia Estados Unidos, sin chantajes ni amenazas de por medio.
6.   En caso de que Estados Unidos no acepte la negociación y aplique los aranceles el 10 de junio, aplicar las medidas establecidas en los numerales 1 al 4; mandar llamar a consultas a la embajadora de México en Estados Unidos y detener la ratificación del T-MEC hasta que se resuelva a satisfacción de México, la crisis en la relación bilateral.
Estas medidas escalarían la crisis, obligando a Estados Unidos a definir realmente lo que quiere: subyugar a México como si fuera un esclavo; o plantear una colaboración respetuosa entre ambos países.
Pero es seguro que el débil y asustadizo gobierno mexicano irá corriendo con la cola entre las patas a pedirle a Trump que no aplique los aranceles y a recibir instrucciones (ahí está la urgencia por ir aWashington de Ebrard) de lo que debe hacer en materia de migración, seguridad, comercio, etc. De ser así, sería el más grande ridículo de la diplomacia mexicana desde que Trump fue invitado por Peña a México, para pitorrearse de los mexicanos en su propio país.





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