Como lo
hemos venido analizando en este blog desde hace 3 años, el candidato primero y
presidente después, Donald Trump, busca amedrentar a aliados y adversarios por
igual, usando toda la gama de instrumentos que tiene la superpotencia, con
objeto de ablandar a los gobiernos con los que negocia, aplicándoles sanciones
por supuestos “agravios” o “perjuicios” que sus países han ocasionado a los
Estados Unidos (desde la óptica estadounidense), para después ofrecer quitar
esos castigos, a cambio de concesiones mayores, completamente favorables para Washington.
Hemos
señalado hasta el cansancio en este blog que caer en ese juego, es quedar permanentemente
atrapado en el chantaje; pues una vez que funciona, el chantajista lo utilizará
todo el tiempo.
Rusia,
China, Irán, Venezuela, Cuba, Turquía, entre otros, no han caído en esa
estrategia de “bullying” que aplica Trump, por lo que èste se ha visto obligado a ir
escalando la confrontación con dichos países hasta el borde mismo de la guerra
(en el caso de Irán y Venezuela), sin que hasta ahora sus tácticas
intimidatorias le hayan dado el resultado esperado, de doblar a estos gobiernos.
Lo mismo ha
hecho con México desde el gobierno de Peña, y ahora lo reitera con el de López Obrador
(AMLO) al amenazarlo con aplicar aranceles de 5% a todos los productos que
nuestro país exporta a Estados Unidos, a partir del próximo 10 de junio, si no
detiene el flujo migratorio (de todos los países), que entra a México y se
dirige a Estados Unidos. Además, aumentará los aranceles en la medida en que
México no responda a estas presiones.
Al mismo
tiempo que anuncia esta medida, el vicepresidente Pence revela que sí ha habido
negociaciones con México para que el gobierno de López Obrador acepte que
nuestro país sea “tercer país seguro”; esto es, que los miles y miles de
solicitantes de asilo en Estados Unidos, lo hagan ahora en México, lo que
significa que se quedarían en nuestro país, y ya no harían esa solicitud en la
Unión Americana.
Pence
informó que ya casi era un hecho que México aceptaría ser “tercer país seguro”,
algo que el canciller Ebrard ha negado continuamente.
Y en una
tercera pista, Trump manda al Congreso el T-MEC para ser ratificado; el mismo
día que López Obrador solicita al Senado un periodo extraordinario de sesiones para
que sea ratificado a su vez en nuestro país.
Así, Trump
utiliza el garrote (las tarifas para obligar a México a aceptar
ser tercer país seguro y hacer mucho más para detener la migración con destino
a Estados Unidos); y la zanahoria, enviando el tratado de libre comercio a
ratificación al Congreso.
¿Qué espera
Trump? Que AMLO y Ebrard, que han intentado atraer a Trump a la visión “desarrollista”
del fenómeno migratorio, mediante inversión en Centroamérica y el Sureste
mexicano, se desistan por el momento de esta estrategia y asuman plenamente las
exigencias y prioridades de Washington que son: cerrar por completo la
posibilidad de asilo en Estados Unidos, obligando a México a convertirse en el
destino final de miles y miles de solicitantes; que México reciba a los
deportados de todo el mundo que le envíe Estados Unidos; y que México detenga
por la fuerza en su frontera sur, a los migrantes con destino a Estados Unidos.
A cambio,
Trump no aplicará los aranceles (que no existían y que en el caso del acero y
el aluminio ya se habían quitado) a todos los productos mexicanos y seguirá con
el proceso de ratificación del T-MEC.
López Obrador,
seguramente convencido por Ebrard, intentó llevar una relación de subordinación
y casi vasallaje con Trump en materia de comercio, seguridad y migración (no
así en el tema venezolano), esperando atemperar los impulsos agresivos de Trump, con objeto de orientarlo hacia una visión
menos “securitizada” de la migración.
Fue a todas
luces una muy mala lectura, pues Trump ya tenía dos años aplicando su
estrategia de presiones y “bullying” a México y a muchos otros países, sin
haberla cambiado (con Corea del Sur logró todo lo que se propuso en el tratado
comercial, gracias al contencioso que se tiene con Corea del Norte).
De ahí que
el gobierno mexicano no debió acomodarse tan fácil y tan pronto a las
exigencias de Trump, pues éste lo interpretó como debilidad y miedo a los Estados
Unidos.
Además,
López Obrador, abiertamente dijo varias veces que México no se acercaría a
China para no incomodar a Estados Unidos. Todas estas señales convencieron a
Trump de que con más presión, el gobierno de AMLO aceptará todo lo que se le
exija.
Pero AMLO,
convencido por Ebrard (que se está convirtiendo rápidamente en el Ezequiel
Padilla de nuestro tiempo),
decidió no incomodar a Trump, a pesar de las invectivas y las medidas antimexicanas
que ha tomado, esperando que la cooperación, la diplomacia, la paciencia, lo
harían reflexionar y cambiar.
Nada de esto
ha sucedido, y lo que sí ha pasado es que esa pasividad, “prudencia” y ecuanimidad
de AMLO ha sido leída como franca debilidad (y hasta miedo) en Washington, y
están actuando en consecuencia.
Por ello la
estrategia de AMLO y Ebrard ha dejado más vulnerable y más dependiente a México
con respecto a los Estados Unidos.
Lo que se
debería hacer ahora (que no se hará seguramente), es subirle la apuesta al
gobierno de Estados Unidos, con estas medidas:
1.
Aplicar
en el mismo monto de aranceles a todos los productos que se importan de Estados
Unidos, a partir del 10 de junio.
2.
Terminar
la Iniciativa Mérida a partir del 10 de junio y establecer que de continuar
deteriorándose la relación bilateral, a partir del 1 de julio todo el personal
de inteligencia y de seguridad de Estados Unidos que se encuentre en territorio
nacional deberá salir del país.
3.
A
partir del 10 de junio, suspender de manera indefinida toda la relación entre
las fuerzas armadas mexicanas y estadounidenses.
4.
No
aceptar que México sea tercer país seguro.
5.
Llamar
a una reunión de alto nivel de ambos gobiernos el 9 de junio en la ciudad de
México, para plantear la manera humanitaria en que se puede detener la migración
hacia Estados Unidos, sin chantajes ni amenazas de por medio.
6.
En
caso de que Estados Unidos no acepte la negociación y aplique los aranceles el
10 de junio, aplicar las medidas establecidas en los numerales 1 al 4; mandar
llamar a consultas a la embajadora de México en Estados Unidos y detener la
ratificación del T-MEC hasta que se resuelva a satisfacción de México, la crisis
en la relación bilateral.
Estas
medidas escalarían la crisis, obligando a Estados Unidos a definir realmente lo
que quiere: subyugar a México como si fuera un esclavo; o plantear una
colaboración respetuosa entre ambos países.
Pero es
seguro que el débil y asustadizo gobierno mexicano irá corriendo con la cola
entre las patas a pedirle a Trump que no aplique los aranceles y a recibir
instrucciones (ahí está la urgencia por ir aWashington de Ebrard) de lo que debe hacer en materia de migración, seguridad, comercio,
etc. De ser así, sería el más grande ridículo de la diplomacia mexicana desde
que Trump fue invitado por Peña a México, para pitorrearse de los mexicanos en
su propio país.