En esta
semana, ante las continuas amenazas de Donald Trump de cerrar la frontera si el
gobierno de México no detiene a los miles de indocumentados de todo el mundo
que pasan por el país en su camino a los Estados Unidos; y sobre la posible
imposición de aranceles a la venta de autos y autopartes dentro de un año, si
no se detiene el flujo ilegal de drogas, el presidente de México ha tenido que
delinear, en trazos muy largos y generales, lo que es y será su política
exterior durante su período gubernamental.
López
Obrador ha insistido en que México desea ser amigo de todos; no confrontarse
con nadie. Que nuestro país no debe entrar en disputas entre bloques (por
ejemplo, en las disputas entre China y Estados Unidos), ni plantearse como “mediador”
en conflictos internacionales, en los que no tiene jurisdicción ni interés
directo alguno.
Insistió
también en que la mejor política exterior, es la interior; esto es, resolviendo
nuestras muchas insuficiencias y problemas internos, seremos más respetados en
el exterior y enfrentaremos menos problemas en el ámbito internacional.
Y en materia
de comercio exterior, se pronunció en favor del libre comercio, de cumplir los
pactos ya acordados, de seguir adelante en la ratificación del Acuerdo Comercial
entre México, Estados Unidos y Canadá, y en no tomar medidas que afecten ese
libre comercio, como el anunciado cierre de la frontera por parte de Trump.
Ya se ha analizado
en este blog la política exterior de AMLO, pero vale la pena hacerlo de nuevo,
ya que ha manifestado en estos días los trazos generales de la misma, una vez
más.
AMLO está
convencido de que si no inmiscuye al país en problemas internacionales y
disputas ajenas, estas no repercutirán de ninguna manera en el desarrollo
político, económico, social y de seguridad del país.
Es como si
AMLO deseara establecer una especie de “no alineamiento”, al estilo del que se impulsó
por varios países de Asia y Africa en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado,
para distanciarse de la disputa bipolar Este-Oeste, lidereada respectivamente
por la URSS y Estados Unidos.
Y eso está
muy bien, si AMLO tomara medidas para que ese “no alineamiento” se concretara
en los hechos, en la actual disputa que hay entre Estados Unidos y sus aliados,
por un lado; y el eje China-Rusia por el otro.
Pero da la
casualidad de que México sigue formando parte de la Iniciativa Mérida, que
constituye un compromiso de seguridad y de combate al crimen organizado, entre
Estados Unidos y México; compromiso que
por ejemplo, nuestro país no tiene con China y Rusia.
Las fuerzas
armadas mexicanas tienen una estrecha relación con el Comando Norte del Ejército
de Estados Unidos, algo que no existe con chinos y rusos.
Así también,
las compras de material y equipo militar a Estados Unidos llegan a más de mil
millones de dólares por año, lo que ni de lejos sucede en los casos de China y
Rusia.
Así que AMLO
podrá decir todo lo que quiera sobre que nuestro país no forma parte de grupos
de países o alianzas que lo pongan en uno u otro lado de disputas
internacionales, en las cuales no desea participar; pero en los hechos, las
políticas públicas que en materia de defensa y seguridad sigue México, lo sitúan
inequívocamente en el campo de los Estados Unidos; y por lo tanto, cuando este
país considere que sus adversarios China y Rusia pudieran ambicionar una
relación más estrecha con México, seguramente que presionará lo suficiente para
que ello no suceda.
De hecho, en
el tratado comercial, aún no ratificado entre Estados Unidos, México y Canadá,
se especificó que el país que establezca tratados de libre comercio con países
que no tienen sistemas políticos “democráticos” (llámese China, desde la óptica
de los tomadores de decisión de Washington), será expulsado del tratado norteamericano
de libre comercio.
De ahí que
la aceptación de AMLO del tratado negociado por Peña Nieto con sus dos socios
norteamericanos, es también la aceptación de que México está firmemente dentro
del área de influencia económica estadounidense, y que por ningún motivo se
adherirá a la Belt and Road Initiative que impulsa China.
Así, el
gobierno de AMLO señala que no quiere inmiscuirse en las disputas
internacionales, pero en materia de seguridad y defensa y en comercio exterior,
toda su política pública está orientada a seguir siendo un aliado de Estados
Unidos en esos ámbitos.
Y con
respecto a que México no desea meterse en problemas que no le corresponden;
pues ya lo ha hecho al proponerse como mediador en el conflicto interno
venezolano. Si efectivamente nuestro país desea mantener una posición
aislacionista en términos de política exterior, pues debería retirar su
propuesta de ser mediador en ese asunto, y simplemente señalar que seguirá
reconociendo al gobierno de Maduro, hasta que deje de reconocerlo; o sea, hasta
que Maduro caiga (si es que cae), y entonces reconocerá al gobierno que lo
sustituya, sin hacer valoración política o ideológica alguna sobre el actual
gobierno o el que le suceda.
En suma, el
discurso de AMLO pretende reflejar una política exterior prudente (otros la
llamarían pasiva o aislacionista), para no inmiscuir al país en problemas y
disputas internacionales que lo distraigan de su agenda de política interior,
pero la realidad es que los hechos reflejan que este gobierno sigue enganchado
con la potencia hegemónica actual (Estados Unidos), con sus prioridades y con
sus exigencias. En suma, en política exterior y comercio internacional, no hay
Cuarta Transformación, todo sigue igual.
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