Hoy, como
parte de la estrategia de “cambio de régimen” planeada, organizada, financiada
y puesta en práctica por el gobierno de Donald Trump, para derrocar al
Presidente Nicolás Maduro y poner en su lugar al títere Juan Guaidó, una parte
(aún no se sabe que tan relevante) del Ejército, se pasó del lado de los golpistas,
tratando de tomar la Base Aérea de La Carlota; liberando de su prisión
domiciliaria a uno de los principales agentes golpistas de Estados Unidos, Leopoldo
López (quien se escondió en la embajada española); y llevando a cabo deliberadamente
atropellamientos de los manifestantes convocados por el espurio presidente
Guaidó, con objeto de dar credibilidad a las acusaciones repetidas ad nauseam por la amarillista prensa y
televisión estadounidense (y sus “minions” latinoamericanos y europeos) de que
Maduro está "reprimiendo a su pueblo".
Ya el demente
“halcón”, neoconservador y lacayo de Benjamín Netanyahu, John Bolton, asesor de
Seguridad Nacional de Trump, señaló públicamente que habían hablado con el ministro
de la Defensa Vladimir Padrino; con el presidente de la Suprema Corte, Mikel
Moreno y con el jefe de la Guardia Presidencial, Rafael Hernández, quienes “confirmaron”
que apoyarían al espurio Guaidó.
La realidad
es que todo parece una trampa de Bolton y del secretario de Estado, Mike
Pompeo, para generar confusión y desconfianza en el círculo cercano del
Presidente Maduro, pues hasta la tarde-noche de este 30 de abril, los
principales jefes de las fuerzas armadas públicamente habían dado su respaldo a
Maduro.
Pero la
realidad es que Maduro, desde la mañana, ya no ha salido a dar declaraciones en
público, y una manifestación de apoyo que se organizaba en el Palacio de
Miraflores, quedó en suspenso, o al menos los medios occidentales no la
difundieron.
A su vez,
por un lado Bolton, afirmando que los cubanos que asesoran a Maduro han
impedido hasta ahora que las fuerzas armadas lo desconozcan y se pasen al bando
del espurio Guaidó; y Pompeo, quien ha afirmado que Maduro ya estaba listo para
dejar el país, pero los asesores rusos que están en Venezuela lo convencieron
de no hacerlo; están tratando de generar más desinformación entre las fuerzas
leales a Maduro y con ello darle más tiempo y margen de maniobra a los
operativos de inteligencia estadounidenses que están en el terreno coordinando
toda esta operación, a la que cínicamente han llamado “libertad” (sería de risa
loca, si no fuera trágico para el pueblo venezolano), para movilizar a más
personas que salgan a las calles a generar violencia y caos, que las
televisoras occidentales puedan transmitir (como CNN), para que el resto de la
población venezolana y la comunidad internacional se “convenzan” de que el
gobierno de Maduro no tiene apoyo entre el pueblo.
Aún no se
sabe hasta que punto Maduro mantiene el apoyo de las fuerzas armadas, las policías,
el aparato burocrático, las bases del Partido Socialista Unificado de Venezuela
y de los colectivos de apoyo a la revolución bolivariana.
El bloqueo
económico de Occidente a Venezuela, las sanciones económicas, los sabotajes (a
la infraestructura eléctrica del país, principalmente), los chantajes y los
sobornos a miembros del aparato estatal y de los cuerpos de seguridad; las
amenazas a los principales dirigentes de las fuerzas armadas y de las policías,
en caso de no aceptar los sobornos (plata o plomo), incluso contra sus
familias; y la incesante propaganda contra el gobierno venezolano y quienes los
apoyan (que son “terroristas, narcotraficantes, corruptos, usurpadores,
tiranos, violadores de los derechos humanos”, etc.), han ido minando y
desestructurando al gobierno, su partido y las bases sociales de apoyo en las
que se asienta, lo que ha abierto grietas por donde se han infiltrado los
golpistas y saboteadores, que cuentan con cientos de millones de dólares
provenientes de los Estados Unidos para lograr su objetivo de derrocar a Maduro
y volver a poner a Venezuela y sus enormes reservas de petróleo, oro y otros
minerales, al servicio de las trasnacionales estadounidenses y del Pentágono.
El inicio de
un bloqueo completo a las ventas de petróleo venezolano, principal fuente de
ingresos del gobierno, seguramente golpeó duramente al núcleo duro de apoyo a
Maduro, tanto entre los civiles, como entre los militares.
La única
forma de aguantar ese bloqueo era con el apoyo de otras superpotencias que
pudieran comprar el crudo venezolano. Y esas potencias sólo podían ser Rusia y
China, quienes de alguna manera han intentado apoyar a Maduro, pero que definitivamente
no desean enfrentarse a Estados Unidos en la que se considera su “zona de
influencia”, en donde lleva la ventaja geográfica, en donde cuenta con apoyos
políticos y diplomáticos (casi toda Latinoamérica es vasalla de Washington, a excepción
de Cuba, Bolivia y Nicaragua), y en donde los estadounidenses están dispuestos
a utilizar la fuerza militar para hacer valer su poder.
Ante estas
dos realidades, la falta de recursos económicos para seguir pagando a las
fuerzas armadas, las policías y al aparato burocrático; y la imposibilidad de
que Rusia y China pudieran jugar el papel que la URSS jugó en su momento
apoyando y manteniendo a la revolución en Cuba, es que varios miembros del
equipo de Maduro estén pensando o ya lo hayan hecho, rendirse
ante los estadounidenses y pedirles una salida (a Cuba, Rusia o China), para no
ser procesados y enviados a la cárcel, o aún asesinados (hay que recordar lo
que le pasó a Gaddaffi en Libia).
Se ve cuesta
arriba que el gobierno de Putin quiera o pueda disponer de ingentes recursos
económicos y militares para mantener a Maduro en el poder, ya que la distancia
geográfica, la evidente ventaja estadounidense sobre los rusos en este hemisferio
y la incertidumbre sobre cuánto tiempo tendría que durar este apoyo, que quizás
no sería secundado por el gobierno chino, son factores demasiado relevantes
como para buscar otra salida a la crisis, que al menos pueda limitar el margen
de maniobra de los estadounidenses.
En ese
sentido, es posible que Moscú podría buscar una negociación entre los
representantes de la revolución bolivariana y la oposición golpista, creando un
frente internacional (con China, Cuba, Bolivia, Turquía, Irán, Nicaragua), para
que la transición sea pacífica; que Maduro y su entorno puedan salir de manera
segura del país a Cuba o Rusia; que no se lleven a cabo represalias militares,
jurídicas y económicas contra los funcionarios de gobierno y simpatizantes de
la revolución bolivariana; que se garantice el pago de las deudas a todos los acreedores (Rusia y China entre ellos); que se conforme un gobierno paritario de
miembros de las fuerzas armadas, de la oposición, pero no de aquélla más
identificada con Washington y de personalidades de la sociedad que no se hayan
comprometido con alguno de los dos bandos; y un comité internacional encargado
de coordinar y entregar junto con el gobierno de transición, la ayuda
internacional. Después se vería la forma de organizar unas elecciones en las
que los simpatizantes chavistas tuvieran la oportunidad de competir sin
restricciones, ni limitantes.
Es decir, si
en las próximas horas, días o semanas, es más costoso mantener a Maduro, que
crear una alternativa que no le dé el completo triunfo y manejo de Venezuela a
Washington, habría que irla conformando y negociando desde ya.
Ahora bien,
si Maduro se logra mantener en el poder después de este intento, es seguro que
los dementes neoconservadores de Washington intenten un magnicidio o incluso la
intervención militar abierta, a través de algún ataque focalizado a los centros
de mando del gobierno venezolano y a sus principales jefes.
De ahí que
si lo que se busca por parte de los representantes de la revolución bolivariana
y sus simpatizantes, así como de sus aliados en el ámbito internacional, es su
sobrevivencia, habrá que poner la inteligencia, los recursos, la planeación, la
organización y la audacia necesarios para lograrlo, de lo contrario los dementes
de Washington dirán que triunfaron en su operación de “cambio de régimen” y eso
los envalentonara para intervenir abiertamente en Bolivia, Cuba y Nicaragua,
barriendo así los últimos ejemplos de lucha por la independencia, la soberanía
y la integridad territorial en nuestra América.