EU y el cambio de régimen en
Venezuela
Carlos Fazio/I
En el
marco de una guerra global de clases expansionista y agresiva, en los
últimos 20 años, durante cuatro sucesivas presidencias de demócratas y
republicanos en la Casa Blanca: William Clinton, George W. Bush, Barack Obama y
Donald Trump, la diplomacia de guerra de Estados Unidos ha venido impulsando
una política de cambio de régimen en Venezuela contra los gobiernos
constitucionales y legítimos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
El
accionar abierto y clandestino de Estados Unidos se inscribe en
la dominación de espectro completo, noción diseñada por el Pentágono antes
de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que abarca una
política combinada donde lo militar, lo político, lo económico, lo
jurídico/para-institucional, lo mediático y lo cultural tienen objetivos
comunes y complementarios. Dado que el espectro es geográfico, espacial, social
y cultural, para imponer la dominación se necesita manufacturar el
consentimiento. Es decir, colocar en la sociedad determinados
sentidos comunes que de tanto repetirse se incorporan al imaginario
colectivo e introducen, como única, la visión del mundo del poder hegemónico.
Eso implica la formación y manipulación ideológica (adoctrinamiento) de un
grupo y/o una opinión pública legitimadores del modelo.
Para la
fabricación del consenso resultan clave las imágenes y la narrativa de los
medios de difusión masiva, con sus mitos, medias verdades, mentiras y
falsedades. Apelando a la sicología de masas y la propaganda negra se imponen a
la sociedad la cultura del miedo. La fabricación social del temor incluye la
construcción de enemigos internos.
Manuales
del Pentágono dan gran importancia a la lucha ideológica en el campo de la
información y al papel de los medios y las redes sociales (Internet y teléfonos
móviles) como armas estratégicas y políticas para generar violencia y caos
planificado. Uno de esos documentos señala que las guerras modernas tienen
lugar en espacios más allá de simplemente los elementos físicos del campo de
batalla. Uno de los más importantes son los medios en los cuales ocurrirá la
contienda de la narrativa. La percepción es tan importante para su éxito como
el evento mismo. Al final del día, la percepción de qué ocurrió importa más que
lo que pasó realmente.
La
percepción puede ser creada con base en una noticia falsa y ser impuesta a las
masas mediante campañas de operaciones sicológicas en los medios y/o en las
redes de Internet (guerra social en red), o mediante tanques de
pensamiento(thinktank), centros académicos, fundaciones, ONG e intelectuales
orgánicos, a partir de matrices de opinión elaboradas por expertos de
inteligencia y militares. Las campañas de intoxicación (des)informativas
explotan los prejuicios y las vulnerabilidades sicológicas, económicas y
políticas de la población de un país objetivo, y manejan un guion
propagandístico desestabilizador, con eje en denuncias de corrupción y
represión, etiquetando al régimen de turno como dictadura, y agitando como
banderas la defensa de los derechos humanos, la libertad de prensa y la ayuda
humanitaria.
Antes de
que Hugo Chávez llegara al gobierno el 2 de febrero de 1999 ya se había
comenzado a construir su leyenda negra y en los medios hegemónicos clasistas y
racistas venezolanos se referían a él como El Mono Chávez, Gorila
rojo, un negro en Miraflores, y a sus seguidores los
llamaron hordas chavistas.
Luego, y
a la par que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) creaba la organización
serbia Otpor (Resistencia) y entrenaba a sus miembros en las técnicas del golpe
suave con el objetivo de derrocar a Slobodan Milosevic en la ex Yugoslavia, se
fue fraguando el golpe de Estado de 2002 en Venezuela, que como parte de una
guerra no convencional y asimétrica de cuarta generación, utilizó al Internet y
a los medios masivos (Venevisión, Globovisión, Radio Caracas Televisión y entre
otros a los periódicos Tal Cual, El Nacional y El
Universal), para promover matrices de opinión antichavistas y proyectar
información manipulada, distorsionada y falsificada, con la intención de
desacreditar al gobierno bolivariano.
Fracasados
el golpe, el lockout (cierre patronal) de las corporaciones
empresariales de Venezuela agrupadas en Fedecámaras y Conindustria, y el
sabotaje de la gerontocracia de PDVSA (el ente petrolero estatal), el 24 de
marzo del 2004, al rendir testimonio ante el Comité de Servicios Armados de la
Cámara de Representantes estadunidense, el general James T. Hill, jefe del
Comando Sur del Pentágono, acuñó la denominación populismo radical en
clara referencia a Hugo Chávez. Pronto el término se usó con fines de propaganda
masiva y se adaptó en México a Andrés Manuel López Obrador, el mesías
tropical (E. Krauze dixit).
En
diciembre siguiente triunfaba la revolución naranja de factura
estadunidense en Ucrania, y en 2005, con financiamiento de Washington, eran
enviados al Centro de Acción y Estrategias No Violentas Aplicadas (Canvas), de
la Universidad de Belgrado, en Serbia, cinco líderes
estudiantiles venezolanos para entrenarse en las políticas de cambio de
régimen según las técnicas insurreccionales de las revoluciones de
colores y los golpes suaves de Gene Sharp. Entre ellos figuraban Yon
Goicochea, Freddy Guevara y Juan Guaidó.
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