El 23 de
octubre del año pasado afirmamos en este blog que el gobierno de Andrés Manuel
López Obrador (AMLO) estaba en una encrucijada en materia migratoria pues por
un lado, quería diferenciarse del de Peña y proponía (aún antes de tomar
posesión), dejar pasar a los migrantes centroamericanos e incluso regularizar
su situación para que pudieran trabajar en México y recibir educación y salud.
Pero por el otro lado, tenía que convencer al gobierno de Trump de que esa
política de fronteras abiertas no perjudicaría la seguridad del vecino del
Norte, por lo que México se tendría que hacer cargo económicamente de las
decenas de miles de migrantes que entrarían a su territorio buscando pasar de
una u otra forma a los Estados Unidos.
Esta contradicción
estallaría tarde o temprano, ya sea con la exasperación estadounidense al ver
que la constante llegada de migrantes hasta su propia frontera crearía un caos
y una situación inmanejable para la patrulla fronteriza (lo que ya está
sucediendo) y/o, las exigencias económicas, sociales y de seguridad para las
localidades fronterizas mexicanas sería de tal magnitud, que la población
mexicana comenzaría a exigir al gobierno que detuviera el flujo migratorio (algo
que también ya está sucediendo tanto en la frontera sur de Chiapas, como en la
norte de Baja California, Sonora, Coahuila, Chihuahua y Tamaulipas).
En esencia,
el gobierno de López Obrador (AMLO), tratando de quedar bien con todo el mundo
(con los migrantes, dejándolos pasar libremente; y con el gobierno de Estados
Unidos, aceptando hacerse cargo de ellos y de los deportados que envían las
autoridades de ese país), acabó quedando mal con todos.
Por ello,
Trump envió a Kushner a hablar con AMLO para advertirle que o detiene a los
migrantes centroamericanos en su frontera sur, o el gobierno estadounidense
ejercerá represalias sobre el mexicano, especialmente negándose a ratificar el
T-MEC (el nuevo tratado de libre comercio), y dando por terminado el tratado
actual (NAFTA por sus siglas en inglés).
La realidad
es que el gobierno de AMLO no debería engancharse con ese nuevo tratado comercial,
que es aún peor que el anterior, pues da más ventajas a Estados Unidos y se mantiene
el bajo contenido nacional de las exportaciones a nuestro principal socio
comercial, que llega tan sólo al 28%.[1] Pero como AMLO no puede
zafarse de la política económica neoliberal (autonomía del Banco de México, acuerdos
con los banqueros para que ellos sigan definiendo como y cuanto cobran en las
comisiones; creación del Consejo Asesor Empresarial; política presupuestaria
apegada a los principios del FMI, etc.), y una buena parte de su gabinete es
pro estadounidense (Romo, Ebrard, Moctezuma, etc.), prefiere quedar bien con el
gobierno de Trump y evitar, hasta donde sea posible, que lo etiqueten como un “chavista”
o un “castrista”.
De ahí que
AMLO aceptó las exigencias de Trump, y por ello la secretaria de Gobernación,
Olga Sánchez Cordero se reunió en Miami con la de Seguridad Interior de Estados
Unidos, Krijsten Nielsen[2], con quien acordó detener
a los migrantes centroamericanos en el Istmo de Tehuantepec, mediante un plan
de contención que afirmó, no implicará la militarización, sino un mecanismo de
selección más riguroso para dar permisos de ingreso al país. Al mismo tiempo,
Estados Unidos proporcionará información de inteligencia para evitar la llegada
de criminales y para “apresar” a los traficantes.
Es un cambio
de 180 grados a la política con la que llegó AMLO en esta materia al poder;
asimismo, la secretaria de Gobernación llamó a los gobiernos de Honduras,
Guatemala y El Salvador a que también pongan de su parte para detener estas caravanas
migrantes, pues informó que ya se prepara una llamada la “caravana madre”,
hasta con 20 mil personas.
Lo que
refleja estas declaraciones de la secretaria de Gobernación es que primero, fue
a recibir órdenes de la secretaria de Seguridad Interior, que le dijo lo que le
toca hacer a México, mientras ella le diría a los gobiernos de Centroamérica lo
que tienen que realizar en la nueva estrategia.
Segundo, eso
de que no se va a militarizar la frontera sur es una fantasía, pues no se ve la
manera de detener caravanas de miles de personas, que están dispuestos a entrar
como sea al país y llegar a la frontera norte, si no se usa la fuerza.
Los organizadores
de estas caravanas van a a poner por delante a niños, mujeres y ancianos, para
que cuando el gobierno mexicano no tenga otra opción que detenerlos por la
fuerza, quede evidenciado ante el mundo como un violador de los derechos humanos
y un gobierno hipócrita, que no ha dejado de ser el encargado de hacerle el trabajo
sucio a los estadounidenses.
Y tercero,
está claro que las agencias de inteligencia estadounidenses tienen infiltrados
y con sus comunicaciones intervenidas, a los organizadores de estas caravanas
(si no es que las alientan, con objeto de generar a propósito esta crisis, para
así darle sustancia a la declaración de emergencia que emitió Donald Trump
sobre la situación en la frontera con México), pues ofrecer con tanta seguridad
esa información al gobierno mexicano, sólo revela que tienen muy bien
diagnosticado desde dentro a este movimiento que continuamente organiza a las caravanas
migrantes.
De ahí que
pareciera que AMLO decidió lanzar un distractor de toda esta situación, y del
hecho de que Estados Unidos ha doblado una vez más a un gobierno mexicano en el
tema migratorio (en el de seguridad todo ha seguido igual con la Iniciativa
Mérida, los centros de fusión de información de Estados Unidos en territorio
mexicano y con la ley que permite a los agentes de seguridad estadounidense estar
armados en el país), con el asunto del perdón por parte de España y el Vaticano
a los pueblos originarios, que ha generado mucho ruido y la atención de los
medios de comunicación, mientras que el verdadero cambio sustancial de una
política importantísima, como la migratoria, se realizaba después de una
reunión “privada”, con el enviado personal del presidente estadounidense.
Y si esto
sucedió ya con la política migratoria, no sería difícil que se esté cocinando
el que México comience a cambiar su posición respecto a Venezuela, para así
seguir en “buenos términos” con la potencia hegemónica del hemisferio.
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