La erosión
de la unipolaridad estadounidense desde hace una década, -al menos- coincidiendo
con la mega crisis financiera ideada e instrumentada por los
especuladores-usureros de Wall Street y con el surgimiento formal del grupo
BRICS[1] (hoy prácticamente
compuesto sólo por China y Rusia), está llevando al establecimiento
político-militar de Washington a lanzar una guerra “irregular” y/o “híbrida”[2] contra los que considera
sus principales competidores, adversarios y enemigos en el contexto mundial.
A Rusia la
está intentando desgastar económicamente, no sólo con una amplia batería de
sanciones que han sido replicadas por la Unión Europea y otros aliados
estadounidenses[3],
sino también elevando el costo de una renovada carrera armamentista, con la
salida de Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF por
sus siglas en inglés) y la creación de un sector militar, enfocado al espacio
exterior, que obligará a Moscú a responder de manera similar.[4]
De igual,
forma, el gobierno de Trump mantiene las provocaciones a Rusia en el Mar Negro,
con constantes maniobras de sus buques y aviones de guerra, e incitando a países
vasallos, como Ucrania y ahora Alemania y Francia, a que desafíen el control
ruso sobre las aguas territoriales de la península de Crimea[5].
Por lo
demás, otros aliados y vasallos de Washington como Gran Bretaña, Polonia, los
países bálticos, Suecia, Noruega, Rumania, etc. mantienen la narrativa de que
los rusos realizan acciones de provocación e incluso de “amenaza” a sus países,
por lo que el despliegue de tropas de la OTAN y de ejercicios militares en
dichos países se ha incrementado; así como acusaciones sin evidencias creíbles,
de intentos de “atentados” contra ciudadanos rusos que viven en países
occidentales (el caso Skripal).
Por si fuera
poco, la creciente incredulidad que la propaganda occidental ha ido generando
en diversos sectores de la población de los estados vasallos de Washington e incluso
de los Estados Unidos mismos, ha llevado a que las noticias y los análisis
rusos, chinos, iraníes, etc. sean tomados con más seriedad, lo que ha prendido
las alarmas en los centros de decisión de Occidente, y por ello desde 2016 se
inventó la narrativa de que esa información, que no es controlada por las
élites occidentales, son “fake news” y llevan la intención de interferir en los
procesos electorales y afectar la democracia de los países occidentales.
Destaca sobre todo la inventada “colusión” de miembros de la campaña de Trump
con agentes rusos; y la nunca comprobada “interferencia” rusa en las elecciones
presidenciales de 2016 y las intermedias de 2018 en ese país.
Las
presiones de Washington contra sus vasallos se han incrementado para que no se
vinculen económicamente con los rusos, destacando el caso del gasoducto Nord
Stream 2 que llevará gas de Rusia a Alemania, y al que el gobierno de Trump se
opone firmemente, sin que hasta el momento se tenga claro la decisión que
tomará el gobierno alemán sobre un proyecto avanzado, en el que numerosas
empresas alemanas han invertido mucho dinero.
Por lo que
respecta a China, el gobierno de Trump lanzó una “guerra comercial” contra el
gigante asiático, que ha provocado incertidumbre y menores previsiones de crecimiento
económico para la economía mundial, lo que ha llevado a ambos países a entrar
en un proceso de negociación, que podría detener (por un corto período al
menos) este enfrentamiento entre las dos más grandes economías del mundo.
Pero el
gobierno de Trump ha lanzado una ofensiva contra las dos estrategias
principales de desarrollo económico y político-diplomático de Beijing, como es
la Belt and Road Initiative (BRI), a la que el gobierno estadounidense ha
catalogado como una “trampa” mediante la cual los chinos pretenden comprometer
con deuda a los países que se adhieran a este proyecto de desarrollo manufacturero,
comercial, de comunicaciones, transportes, minero y de infraestructura básica;
incluso llegando a advertir a algunos países que pretenden unirse a la misma,
como Italia, que ello afectará directamente su seguridad.
La otra estrategia
es el proyecto de desarrollo sustentable China 2030[6], que pretende “lograr un
desarrollo centrado en la gente, de manera innovativa, coordinada, verde,
abierta y compartida”.
En este
contexto, el desarrollo de las capacidades científicas y tecnológicas es
fundamental, especialmente en las áreas de inteligencia artificial, robótica,
exploración espacial, desarrollo de la tecnología 5G y subsecuentes, etc.
Para Estados
Unidos este proyecto es un desafío mayúsculo a su hegemonía en sectores de
vanguardia tecnológica, por lo que está intentando detener ese desarrollo
chino, mediante exigencias y amenazas con respecto a la propiedad intelectual,
con objeto de que las empresas y el gobierno chinos no puedan acceder a los
avances en tecnologías diversas de Estados Unidos; e incluso, han lanzado toda
una campaña mundial contra la empresa líder en tecnología 5G, la china Huawei,
acusándola de “espiar” en favor del gobierno chino, y por lo tanto exigiendo a sus
aliados y vasallos que no contraten a esta empresa. Llegando incluso al extremo
de amenazar a Alemania con cortar la colaboración en materia de inteligencia,
en caso de que el gobierno alemán adquiera tecnología china. Los alemanes han
sucumbido a la presión y al parecer no se vincularán con Huawei para crear su
red 5G.
Por
supuesto, a ello hay que agregarle que por presiones estadounidenses, Canadá detuvo
en Vancouver a la directora financiera de la empresa Huawei e hija del dueño de
la misma Meng Wangzhou, acusada de violar las restricciones de comerciar con
Irán.
Así también,
el gobierno de Trump mantiene su disputa con Beijing por el control del Mar de
Sur de China, en donde ya se han registrado connatos de enfrentamiento entre
buques de guerra de ambos países; y sigue armando hasta los dientes a Taiwán,
con objeto de mantener las disputas entre la isla y el gobierno chino.
Contra Irán
se han aprobado las sanciones económicas más duras y amplias desde la revolución
iraní de 1979, y ahora se pretende cortar definitivamente todas las exportaciones
de petróleo iraní para mediados de 2019, lo que implicaría que salieran del
mercado mundial 1.25 millones de barriles de petróleo diario, lo que impactaría
en un aumento severo de los precios del petróleo en todo el mundo.
Así también,
Trump decretó la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, y ha
estado presionando a sus aliados Francia, Gran Bretaña y Alemania para que
hagan lo mismo, cosa que hasta ahora no han hecho.
Así también,
Estados Unidos ha entrado en confrontación con los gobiernos de Paris, Londres
y Berlín por la creación de un mecanismo alternativo para evitar las sanciones
estadounidenses por comerciar con Irán, algo que Washington ha considerado una
afrenta mayúscula a su hegemonía.
Y por
supuesto, los “halcones” de la administración estadounidense (Bolton, Pompeo, Pence),
siguen buscando la forma de justificar alguna acción militar contra el régimen
de Teherán, al que culpan del “terrorismo” y la “inestabilidad” en el Medio Oriente,
así como de querer la “destrucción de Israel”, por lo que demandan
continuamente su desarme; que deje de apoyar a Hezbollah en Líbano y que sus
milicias salgan de Siria e Irak.
Por su parte
Israel, principal instigador del odio anti iraní, mantiene sus bombardeos
contra posiciones iraníes dentro de Siria, y contra las propias fuerzas armadas
sirias, sin ningún tipo de consecuencia militar o político-diplomática en su
contra.
El caso más claro
de intervencionismo descarado de Estados Unidos se está verificando en
Venezuela, con un bloqueo económico y político-diplomático casi completo contra
ese país; con la utilización de grupos de choque financiados desde el exterior
para generar caos y violencia dentro de Venezuela; con la creación de un “gobierno”
títere para enfrentar al gobierno legítimo del país; y ahora, con la abierta
utilización de las capacidades tecnológicas estadounidenses para ocasionar un
sabotaje a todo el sistema eléctrico del país, que duró por una semana,
afectando gravemente la vida y la seguridad de toda la población venezolana.
Además, la
amenaza de intervención militar directa (quizás con el apoyo de los vasallos
Colombia y Brasil) sigue incrementándose, con objeto de derrocar al gobierno de
Nicolás Maduro y poner al títere de Guaidó, quien ya ha asegurado que la
industria petrolera venezolana, así como sus recursos minerales, quedarán a
disposición de las empresas estadounidenses[7].
En el
contexto del conflicto venezolano, Washington también ha enfocado su ira contra
Cuba, a la que acusa de tener bajo su dominio a Venezuela y ha aprobado más
sanciones contra la isla, y ahora pretende cortar el suministro de petróleo
venezolano a La Habana.
Así también,
los “halcones” intervencionistas de Washington ya anunciaron que sus siguientes
objetivos para cambio de régimen, después de Venezuela, son Cuba y Nicaragua (a
la que también tienen con sanciones económicas; y aportando financiamiento y
apoyo logístico para los grupos violentos que pretenden derrocar al gobierno de
Daniel Ortega).
Vemos así
que Washington está decidido a utilizar todos los medios con que cuenta
(incluida la fuerza militar), para detener el avance económico, político,
social y militar de todos aquellos países que se niegan a seguir sus
directrices (ahora también Turquía es parte de la ira estadounidense, por
comprar los sistemas rusos anti misiles S-400), ante la creciente evidencia de
que su hegemonía y unipolaridad se socavan año tras año; y ello los está
llevando a tomar decisiones cada vez más peligrosas para la paz mundial, pues
parece que están dispuestos a iniciar una Tercera Guerra Mundial, con tal de no
perder su posición de privilegio (primus
inter pares); o de no conseguir el triunfo, destruir a la mayor parte del
mundo con tal de evitar que su dominio mundial se derrumbe.
[1]
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
[2]
“La guerra irregular favorece las aproximaciones indirectas y asimétricas, aunque
puede emplear toda la gama de capacidades militares y otras capacidades a fin
de erosionar el poder, la potencia y la voluntad de un adversario.”
“Las guerras híbridas son una combinación de guerra
simétrica y asimétrica en las que las fuerzas que intervienen conducen operaciones
militares tradicionales contra fuerzas militares y objetivos enemigos y simultáneamente
-y más decisivamente- intentan lograr el control de poblaciones locales en la
zona de combate dándoles seguridad y estabilidad…”.
[4]
Así como con un presupuesto militar descomunal, que para el próximo año será de
750 mil millones de dólares.
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