El fracaso de Macri y de Temer
Emir Sader
Gobiernos gemelos, los de Argentina y Brasil, siguieron los mismos
guiones. Superar a gobiernos populistas, que habían hecho a sus países gastar
más de lo que podían –Vivir arriba de sus posibilidades, como les gusta
repetir–, restablecer el equilibrio en las cuentas públicas, controlar la
inflación. Y listo, las economías retomarían sus cauces normales, orientadas
por los equilibrios mágicos del mercado.
Para crear las condiciones para que la gente aceptara los inconvenientes
que las medidas de ajuste traerían, estaba el arsenal de acusaciones en contra
de los gobiernos populistas, tanto en los gastos excesivos en políticas
sociales, como en los casos de corrupción, lo cual daría tiempo de que la transición
entre las herencias recibidas y el porvenir glorioso de las económicas
liberadas de las trabas estatales pudiera darse.
Bastaría retomar los ajustes fiscales como eje de las políticas
económicas, para que las inversiones de adentro y de afuera de los países
llegaran ansiosas por obtener pingües ganancias en los procesos de
privatización y con la retomada expansión económica. Asimismo, los éxitos
permitirían sepultar definitivamente los liderazgos populistas nefastos,
responsables por todos los males de los países.
Pero, de repente, factores extra campo, incluso desde adentro del campo,
hacen que el flamante gobierno de Macri tenga que hacer una intervención
televisiva patética, depresiva, desesperada, para anunciar que lo peor estaba
todavía por venir para los argentinos, que la situación de los pobres
empeoraría todavía más.
Su gobierno gemelo, que ni siquiera ganó elección para arribar a la
presidencia de Brasil, llega a su final reducido a su mínima expresión. Ningún
resultado económico positivo, su ministro de Economía, candidato a la
presidencia de Brasil, tiene uno por ciento de apoyo.
Naufragan juntas las dos esperanzas del gobierno de Estados Unidos,
abrazadas al modelo neoliberal. Llevando a la debacle a los dos países, que se
habían recuperado de los efectos de la primera experiencia neoliberal y
volvierion a sufrir sus consecuencias desastrosas. Las esperanzas blancas del
imperio caen estrepitosamente. Pasarán a la historia como breves intentos
desesperados de recuperar un modelo fracasado.
Intentaron borrar de la historia de los dos países todo lo que habían
vivido en los años anteriores de este siglo y de la memoria de las personas lo
que habían mejorado sus vidas. Se han valido de todo: acusaciones, apelaciones
al olvido, recuentos falsos, pero la realidad no se deja llevar por esas
trampas.
Mauricio Macri y Michel Temer están derrotados. Sus políticas han
fracasado. Sus gobiernos están en pedazos. Las personas de los dos países están
indignadas y se rebelan en contra de ellos. Fueron breve intervalo de tiempo,
borrable de nuestras historias. Personajes grotescos, ridículos, mediáticos,
cuyo discurso se ha agotado rápidamente.
Uno eligido por un operador de marketing, que mal sabe
explicar porque su hechizo se ha agotado tan rápidamente. El otro, triste
figura de un golpe, nunca ha dejado de ser un mediocre personaje que será
fragorosamente derrotado en las próximas elecciones de octubre en Brasil.
Han fracasado, como fracasan todos los gobiernos neoliberales, porque
ese modelo no tiene capacidad de generar amplios apoyos sociales, menos todavía
los de carácter popular. Porque promueven los intereses del capital
especulativo, que no genera expansión económica sino, al contrario, vive del
endeudamiento de gobiernos, de empresas y de personas, reproduciendo los
mecanismos de recesión económica.
Es una circunstancia histórica única para la izquierda recomponer la
capacidad hegemónica de un programa antineoliberal. Todas las diferencias deben
estar subordinadas a la recomposición del bloque popular, democrático y
nacional. En Brasil ese proceso ha avanzado mucho. En Argentina puede
perfectamente avanzar. Llegaríamos al final de 2019 con gobiernos hermanos de
nuevo, aliados, ejes de los procesos de integración regional, de rearticulación
de los organismos regionales.
Habremos pasado por inmensos sufrimientos, pero estaremos a la altura de
aprender de los errores del pasado reciente y de volver a protagonizar la
historia latinoamericana como países aliados y solidarios, camino que Néstor y
Lula encauzaron.
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