Parece una
transición de “terciopelo”; López Obrador y Peña Nieto se reunieron por segunda
vez después de las elecciones, y el presidente saliente acordó enviar él mismo
la iniciativa para la creación de la Secretaría de Seguridad Pública; y al
parecer, las propuestas (que suponemos serán consensuadas con organismos de la
sociedad civil), para el nombramiento de los fiscales general, anticorrupción y
de delitos electorales.
Sin embargo,
el dinosaurio priísta es muy taimado. Sabe de mañas; se presenta con la cara amable,
mientras que por detrás, empuña la daga para el ataque traicionero.
Ya hay
ejemplos de ello. En Sonora, la alumna de Manlio Fabio Beltrones, la
gobernadora Claudia Pavlovich, utilizó la mayoría priísta que aún tiene en el
Congreso, antes de que asuma la nueva mayoria de Morena, para modificar la
Constitución estatal con objeto de que ella cuente con el llamado “veto
ejecutivo” y así poder ejercer modificaciones al presupuesto, a pesar de que los legisladores hubieren aprobado algo diferente.
En el Estado
de México, el tribunal electoral estatal (manejado por el gobernador Del Mazo,
primo de Peña Nieto) dio suficientes diputaciones plurinominales al PRI (10)
que tan sólo había ganado una de
mayoría, con objeto de evitar que la nueva mayoría de Morena y sus aliados PT y
PES, puedan aprobar por sí solos las leyes y en especial el presupuesto.
En ambos
casos Morena buscará que los tribunales federales echen para abajo tan abusivas
disposiciones dictadas desde los poderes ejecutivos locales, utilizando a sus
subordinados Congreso y Tribunal electoral local, respectivamente.
En ambos
casos, Sonora y el Estado de México, son asiento de los principales grupos políticos
regionales del derrotado PRI, el del “padrino” Manlio Fabio Beltrones y el del
Grupo Atlacomulco de Peña Nieto.
Algo similar
sucedió en la que será la alcaldía de Coyoacán, en donde el cacicazgo mafioso
del perredista Mauricio Toledo, mediante descarada compra y coacción del voto
logró que el exfutbolista Manuel Negrete retuviera esa zona de la ciudad de
México, para el alicaído PRD.
Vemos así
que los grupos mafiosos y caciquiles locales y regionales se están
atrincherando ante la llegada de la nueva mayoría, que en principio, se espera
comience a revertir los abusos, la corrupción y el dominio anti democrático que
dichos grupos han ejercido por lustros en distintas partes del país.
Lo mismo se
advierte en varios sectores de la economía, en donde los grupos rentistas y
favorecidos por los gobiernos neoliberales se atrincheran para no perder sus
privilegios y comienzan a deslizar amenazas de posible “desestabilización”
económica y “falta de confianza” de los mercados si se cambian las reglas del
juego que los favorecen, como por ejemplo en el sector energético (siguen las
alzas brutales de las gasolinas, que son las que han provocado el aumento de la
inflación general); la minería; la banca; y la construcción del nuevo
aeropuerto de la ciudad de México.
Si López
Obrador y Morena no logran romper con esos cotos de poder locales, regionales y
sectoriales, de nada habrá servido el histórico triunfo del pasado 1º de julio;
y seguramente no habrá, ni por asomo, la cuarta transformación del país.
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