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Zapata

martes, 7 de agosto de 2018

ESTADOS UNIDOS: DECADENTE Y PELIGROSA HEGEMONÍA

En estos meses ha quedado claro que el gobierno de Estados Unidos, formalmente encabezado por Donald Trump y especialmente por los grupos que lo manejan, como el complejo militar-industrial-de seguridad; las agencias de seguridad e inteligencia (el Deep State); los neoconservadores, que ahora tienen en su “bolsillo” el Departamento de Estado, el del Tesoro; la oficina del consejero de Seguridad Nacional, la representación ante la ONU y el Pentágono (más sus cientos de think tanks y publicaciones); los principales medios de comunicación de Estados Unidos[1]; Wall Street; el lobby pro Israel y el lobby pro Arabia; están embarcados en una estrategia de destrucción de los países que no han quedado subyugados a su dominio; y de acotamiento del poder de las dos potencias que no aceptan la hegemonía estadounidense en el mundo, China y Rusia.
Por un lado, si bien las grandes corporaciones trasnacionales de Estados Unidos (y en menor medida de Europa y Japón) fueron las que diseñaron, pusieron en práctica y desarrollaron la globalización económica durante las últimas 4 décadas, con el objetivo de lograr el domino económico del planeta, aprovechando la explotación de los recursos naturales de los 5 continentes, sin molestas regulaciones ambientales; de la mano de obra barata, con legislaciones laborales a modo; y mediante la conformación de cadenas productivas trasnacionales, sin aranceles o medidas no arancelarias que las obstaculizaran; ahora una parte del establecimiento político-económico de Estados Unidos está poniendo en riesgo ese esquema por una razón fundamental: está provocando la pérdida de la hegemonía económica del país eje y rector de este modelo, esto es Estados Unidos.
La zona que más ha aprovechado las ventajas de la globalización es principalmente la región Asia-Pacífico y específicamente China, que supo hacer embonar su sistema político no democrático, con las necesidades y demandas de la globalización económica; y más importante todavía, ha lanzado una estrategia de expansión con la “Nueva Ruta de la Seda”, sumada a su enorme planta industrial, que prácticamente se ha convertido en la “fábrica del mundo”, con lo que ha logrado alcanzar en tamaño a la economía estadounidense y en la próxima década la superará.
Hay que recordar lo que el estudioso de la historia de las grandes potencias, Paul Kennedy mencionaba en su ya clásico estudio “Auge y Caída de las Grandes Potencias”[2]:
“ Las fuerzas relativas de las naciones líderes en el escenario mundial nunca permanecen constantes, sobre todo a causa del índice irregular de crecimiento en las distintas sociedades y de los avances tecnológicos y organizativos que proporcionan mayores ventajas a una sociedad que a otra……Una vez aumentada su capacidad productiva, los países encontraban normalmente más sencillo soportar el peso de pagar armamento a gran escala en tiempos de paz y mantener y abastecer mayores ejércitos en tiempos de guerra. Dicho así parece brutalmente mercantilista, pero por lo general se necesita de la riqueza para sostener el poder militar y del poder militar para adquirir y proteger la riqueza. Sin embargo, si una proporción excesiva de los recursos del Estado se desvía de la creación de riqueza para colocarla en objetivos militares, esto puede conducir a un debilitamiento del poder nacional a largo plazo. De la misma manera, si un Estado se excede estratégicamente – digamos por la conquista de territorios extensos o el mantenimiento de guerras costosas- corre el riesgo de que los beneficios potenciales de la expansión externa sean superados por el enorme gasto del proceso, problema que se agudiza si la nación involucrada ha entrado en un período de declive económico relativo.”
He ahí porqué el establecimiento político-militar de Washington está buscando recuperar su base industrial y proteger su base científico-tecnológica, con objeto de evitar que China los supere en ambos campos; y ello le de la plataforma para en un futuro superar a Estados Unidos estratégicamente.
En los altos círculos de la toma de decisiones de Estados Unidos, están conscientes que el aumentar exponencialmente los gastos militares afectan en buena medida la capacidad económica del país; pero eso es una parte de la estrategia que va dirigida a poner presión sobre China y Rusia, obligándolas a entrar en una carrera armamentista, que desde el punto de vista financiero, Estados Unidos la tiene ganada de antemano; pues puede gastar los dólares que quiera en ella, dado que el sistema financiero internacional sigue basado en el uso del dólar, moneda que puede crear la Reserva Federal a placer (ya lo demostró con los quantitative easings, mediante los cuales financió y enriqueció aún más a Wall Street).
Por otro lado, sin importar el déficit en el que pueda incurrir el gobierno, baja brutalmente los impuestos a las grandes corporaciones para que traigan el dinero que tienen en paraísos offshore (casi 4 trillones de dólares); así como sus plantas industriales al país, con objeto de ir recuperando nuevamente su base industrial y así evitar que sea China la que acapare el dominio de la manufactura a nivel mundial.
Si bien la guerra arancelaria que ha iniciado Estados Unidos contra China le afectará también en el corto plazo, confía en que en el mediano y largo plazos sea China la que se vea más afectada en vista de que el grueso de las exportaciones chinas de manufactura van a Estados Unidos, y una guerra comercial prolongada afectará más la base productiva china que la de Estados Unidos; que además espera que con la baja de impuestos y la desregulación, puedan regresar miles de empresas estadounidenses al país, con lo que también se afectará la economía del gigante asiático.
Esa es la apuesta contra China, para evitar que supere a Estados Unidos económicamente. Por ello también el cierre de todo tipo de trasferencia tecnológica a China, para evitar que en este campo Estados Unidos también pierda su liderazgo.
En suma, es una guerra, sin llegar a ser militar, en todo el espectro económico contra el reto que significa China a la hegemonía estadounidense. Que les de resultado o no, ya se verá en los próximos años.
Pero por el momento, la competencia estratégica con China es más importante que mantener la globalización económica en su versión original.
En todo caso, si Estados Unidos tuviera en Beijing un gobierno títere, al que pudiera manejar, como lo hizo con el de Boris Yeltsin en Rusia en los años noventa del siglo XX, entonces no sería necesaria esa estrategia de confrontación en todos los aspectos; y es muy factible que un tipo como Donald Trump no hubiera llegado a la presidencia.
Pero Trump encaja perfectamente con los objetivos del establecimiento político-militar de Estados Unidos en estos momentos, pues representa un estilo impredecible y de confrontación con Beijing, que permite llevar a cabo una serie de decisiones que políticos más tradicionales no se hubieran atrevido ni siquiera a sugerir, lo que hubiera resultado en un mayor debilitamiento de la hegemonía económica estadounidense (y por ende de la militar).
Con Rusia, la confrontación es básicamente político-estratégica, y de lo que se trata es de forzar a la economía rusa a mantener una carrera armamentista constante y costosa; y a la vez, obligar a Rusia a intervenir continuamente en sus zonas adyacentes o de influencia (Ucrania, Siria), para obligarla a sostener un costoso aparato militar, que no pueda sufragar en vista de las continuas y numerosas sanciones económicas (por Ucrania, por la inventada interferencia en las elecciones de Estados Unidos y de medio mundo; por los supuestos atentados contra opositores al régimen ruso, etc.), para evitar que se consolide y fortalezca la economía rusa, y eventualmente las penurias a que se vea obligada a vivir su población lleven a protestas y a un cambio de régimen, que le permita a Washington contar nuevamente con un gobierno títere en Moscú.
De nuevo, que les resulte la estrategia o no, se verá en los próximos años.
Y con estas dos estrategias de contención, y esperan en Washington, de debilitamiento de China y Rusia, se ha lanzado una ofensiva de amplio espectro contra países que se han negado sistemáticamente a caer como vasallos de Estados Unidos y/o de sus aliados en diversas regiones del mundo.
Tal es el caso de Irán, Venezuela, Brasil[3], Argentina, Ecuador, Cuba o Corea del Norte.
En el caso de Irán, una vez fracasada la política de apoyar mercenarios y terroristas para derrocar al gobierno de Assad en Siria, y con ello cerrar la influencia iraní hasta Líbano; la estrategia ahora va dirigida directamente a realizar acciones militares contra Irán, encabezadas por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita (habrá que ver si los vasallos estadounidenses en Europa se suman a ella o no), con objeto de destruir la infraestructura civil y militar de Irán, con la esperanza de que ello lleve a un cambio de régimen en Teherán; y así Tel Aviv y Riad logren su añejo objetivo de eliminar a su principal competidor estratégico en la región.
Falta ver si Rusia y China permiten la destrucción de Irán, como permitieron la de Libia; y si Europa y Turquía están dispuestos, si no a ayudar en esta nueva aventura que preparan Washington y Tel Aviv (Riad es un títere en esta estrategia), al menos a quedarse callados; o si se opondrán a la misma, pues resultaría en más caos, refugiados y migraciones incontroladas en la región y hacia Europa; además del golpe a los precios del petróleo, que afectarían a la economía mundial.
En el caso de Corea del Norte, el objetivo con las amenazas primero y la supuesta negociación después, es mantener la península coreana como un contencioso que afecte a China; y en caso de lograr una apertura en Corea del Norte y su desnuclearización, le daría pie a Estados Unidos para que sus empresas y las de sus países aliados (Japón, Taiwán, Corea del Sur), entren en ese país, compitiendo con la hegemonía china en la zona.
Más desesperado está el establecimiento político-militar de Washington en el caso venezolano, pues ni a través de elecciones, movilizaciones, boicots económicos e intentos de golpe militar (ahora también de magnicidio contra Maduro), han podido derrocar a un gobierno que se ha negado a subordinarse a Washington; y dadas las enormes reservas de hidrocarburo de Venezuela, para los estrategas estadounidenses es de vital importancia “recuperar” a este país como vasallo. Por ello, es factible que en los próximos meses se decida una intervención más directa del aparato militar estadounidense en la cuestión venezolana, y entonces será la prueba de fuego para los lacayos países latinoamericanos con objeto de demostrar su independencia respecto a Estados Unidos o su sumisión, no sólo aceptando esa intervención, sino avalándola y apoyándola materialmente.
En resumidas cuentas, el imperio estadounidense se siente agobiado porque no puede mantener su hegemonía absoluta sobre amplias zonas del planeta; sus vasallos, como los europeos o Turquía, ya no están dispuestos a apoyar todas sus decisiones, por lo que los está presionando con sanciones económicas, lo que genera todavía más animadversión hacia Washington; y al menos hay tres países en el mundo que están demostrando que están dispuestos a resistir estas agresiones estadounidenses y de sus aliados, con tal de mantener su capacidad como países soberanos y de lograr sus objetivos políticos  y económicos: China, Rusia e Irán.
Por lo que los próximos dos años, es factible que se intensifique la confrontación entre el decadente y peligroso país hegemónico, Estados Unidos; y al menos estos tres países que no están dispuestos a subyugarse a los designios de la arrogante potencia que todavía se considera “indispensable y excepcional”.





[1] https://www.periodismo.com/2014/07/24/las-empresas-de-comunicacion-mas-poderosas-del-mundo/
[2] Kennedy, Paul; Auge y Caída de las Grandes Potencias; México; Plaza y Janés; 4ª ed. 1998; p.10-11
[3] En los casos de Brasil, Argentina y Ecuador, después de que mediante procesos electorales los aliados internos de Estados Unidos, han podido derrotar a coaliciones anti estadounidenses, ahora la estrategia es evitar a toda costa el regreso de los líderes de esas coaliciones al poder: Lula, Cristina Fernández y Rafael Correa, para lo que se ha utilizado a los sistemas judiciales, acusándolos de corrupción u otros delitos, con objeto de obstaculizar su muy probable regreso al poder en las siguientes elecciones. En el caso de Cuba, se mantiene el bloqueo económico y se han reimpuesto las restricciones de viajes y contactos que existían desde antes del restablecimiento de relaciones diplomáticas.

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