A pesar del desastre social, económico y político en el que
han hundido a México los gobiernos del PRI y del PAN los últimos 30 años, Peña
Nieto y su impresentable canciller, el “caballo de Trump”, Luis Videgaray,
insisten en jugar el papel de “punta de lanza” del imperio contra el gobierno
de Nicolás Maduro.
Así, en sus conversaciones con Macron en Paris y con Trump en
Hamburgo, presidente y canciller mexicanos mantuvieron su posición de condena a
la violencia y crisis económica que sufre Venezuela, y que son instigadas,
pagadas y organizadas por el gobierno de Trump y por los oligarcas venezolanos,
para hacerse de nuevo con el control de las riquísimas reservas petroleras de
ese país, para beneficio del 1% de la población que concentra la riqueza
mundial.
Pero lo que resulta hilarante es que Peña y Videgaray son tan
pequeños en el juego de ajedrez mundial, que en vez de ser los pitbull del
gobierno estadounidense, son más bien los “chihuahueños” que ladran y ladran,
pero son realmente inofensivos.
El gobierno mexicano, lastimosamente, con objeto de mantener
vigente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus
siglas en inglés), está dispuesto a jugar el triste papel de sicario
internacional contra el gobierno venezolano, azuzando y aliándose con otros
gobiernos derechistas y vasallos de Washington (como los de Argentina, Brasil,
Colombia, España, Francia y Canadá), para hacerle el trabajo sucio a Trump, y
buscar el cambio de régimen en Caracas, para favorecer a los intereses
trasnacionales de las corporaciones estadounidenses y de sus socios menores
venezolanos.
Peña está completamente dispuesto a jugar el papel de “golpeador”
para Estados Unidos, y a aceptar todas las exigencias que se le hagan en la
renegociación del NAFTA, a cambio de que el gobierno estadounidense ayude a
mantener en el poder a la subclase política corrupta del PRI-PAN-PRD-PVEM,
haciéndose de la “vista gorda” en el masivo fraude electoral que ya preparan
contra Morena y López Obrador para las elecciones federales del 2018 (e incluso
ayudándolos con sus “centros de fusión de información” en México, para
monitorear permanentemente a dicho partido político); a cambio de que “perdonen” a Peña y su camarilla
el cúmulo de latrocinios y crímenes que han cometido durante su dilatada
carrera política, con objeto de que cualquier posible acusación en su contra en
organismos y tribunales internacionales o en cortes de Estados Unidos, sea
convenientemente desestimada; y a cambio de que se le permita seguir
disfrutando de su riqueza mal habida, sin molestas investigaciones o
acusaciones por parte de los serviles medios de comunicación estadounidenses,
que siempre atacan a los líderes que se oponen al imperialismo de Estados Unidos,
pero protegen a los aliados.
El gobierno mexicano, los oligarcas y las trasnacionales, van
a pugnar porque en la renegociación del NAFTA no se toque para nada las
miserables remuneraciones que reciben los trabajadores mexicanos, ni tampoco la
nula aplicación de las regulaciones ambientales y de protección al consumidor
en México, pues es eso lo que constituye la ventaja de invertir en nuestro país
(además de que las grandes empresas pagan mucho menos impuestos que en Estados
Unidos), y que genera el superávit comercial para México.
Si el gobierno de Trump presionara para que en la
renegociación se obligue a las empresas que tienen sus fábricas en México, a
pagar sueldos similares a los que se pagan en Estados Unidos; a que se les
apliquen las mismas regulaciones ambientales y de protección al consumidor; y a
que paguen impuestos en la misma proporción que en Estados Unidos, de seguro que los que se levantarían de la mesa de negociación serían los serviles
funcionarios mexicanos, que están ahí para negociar en favor de las grandes corporaciones,
no del pueblo de México.
Y así resultaría paradójico que el xenófobo, anti mexicano y
racista Trump, podría llegar a defender el interés de los trabajadores y
ciudadanos de México, mucho más que el servil y lacayo gobierno mexicano.
Sin embargo, lo más probable es que Trump acabe por hacerle
caso al poderoso lobby de las empresas estadounidenses que tienen sus fábricas
y cadenas de suministro en México, y decida hacer pagar a nuestro país el
déficit comercial (y el muro) a través de otros mecanismos.
En todo caso, ni en política exterior, ni en la renegociación
del NAFTA, ni en lo relativo a los temas de seguridad y migración, el gobierno
mexicano vela por los intereses de la población mexicana; lo único que hace es
proteger los intereses de las trasnacionales, de los oligarcas mexicanos y de
la subclase política corrupta (con sus socios del crimen organizado); y para
ello está dispuesto a servir de “guarura” del imperio y de representante de los
grandes consorcios, principales beneficiarios de la globalización, a la que
rinde pleitesía todos los días, el vasallo gobierno mexicano.
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