Julio 9, 2017 contralínea.com
Reincidiendo
en los mismos errores del pasado, los funcionarios mexicanos que se disponen a
renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) –a
exigencia del republicano Donald Trump–, insisten en dar la espalda a las voces
de los campesinos, trabajadores y otros sectores de la economía que han sido
seriamente golpeados luego de que el gobierno neoliberal de Carlos Salinas de
Gortari decidiera entregar no únicamente la soberanía económica y la seguridad
alimentaria del país a las trasnacionales, sino además anular el crecimiento
del mercado interno, los salarios y las conquistas sociales de millones de
mexicanos.
Hoy
como ayer, no se toma en cuenta a la sociedad ni se hace un balance objetivo
para enterar a la nación del porqué no se cumplieron las expectativas. Los
tecnócratas insisten en mantener un acuerdo comercial preparándose para ceder
en lo que sea necesario con tal de no cancelarlo. La opinión de los
directamente afectados no cuenta, pese a que la razón les asiste. Como ayer,
los actores de los sectores productivos relacionados en el tema no estarán
presentes en la mesa de las negociaciones.
El gobierno rehuye
hablar de cara a los mexicanos pues a la distancia, y en cualquier punto de
comparación, nuestra economía es deficitaria en el plano comercial; y de los
planteamientos originales del tratado, como la búsqueda de una convergencia
laboral con los socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, para mejorar
los ingresos y el nivel de vida de los agricultores y trabajadores del país,
sólo quedan los buenos propósitos.
En poco más de
dos décadas de la entrada en vigor del acuerdo comercial el agro está en
quiebra y no queda huella alguna de las instituciones que en décadas pasadas
apoyaban a los productores de granos, café, cítricos y otros productos, con
créditos, capacitación y entrega de fertilizantes y semillas mejoradas. Las
trasnacionales como Bayer, Monsanto y Cargill desplazaron las funciones de
entidades como Fertimex, la Productora Nacional de Semillas (Pronase) y
Conasupo.
El campo dejó
de ser un productor de granos básicos para convertirse en un expulsor de mano
de obra; organizaciones agrarias, incluida la oficial CNC, admiten que uno de
los efectos más negativos de la puesta en marcha del TLCAN, fue la pérdida de
más de 2 millones de empleos en el agro. Cifra acrecentada al paso de los años
hasta calcularse en 5 millones de agricultores que debieron emigrar a Estados
Unidos o dedicarse a otra actividad para no morir de hambre.
Pero además de
la pérdida de fuentes de empleo en el agro, el tratado condujo a México a
aniquilar su soberanía alimentaria. Tan sólo en 2015 y 2016 el país importó de
Estados Unidos 17 mil 700 millones de dólares en productos agroalimentarios.
Cabe citar que el 47 por ciento de los alimentos que consumimos no es producido
por nuestros agricultores, como el caso del 80 por ciento del arroz, el 40 por
ciento del trigo y el 50 por ciento de la soya.
De hecho, para
cubrir nuestro consumo interno de maíz importamos anualmente de Estados Unidos
unas 12 millones de toneladas del grano. Está demostrado que el acuerdo
encareció los productos de la canasta básica. El Consejo Nacional de Evaluación
de la Política de Desarrollo Social (Coneval) informa en este sentido que de
los 55.3 millones de mexicanos en pobreza, 28 millones presentan carencia
alimentaria.
Referente al
capítulo laboral contemplado en el tratado y cuyas metas estimaban la creación
de miles de empleos dignos y bien pagados para los obreros mexicanos, la
realidad le ubica como uno más de los acumulados fracasos. Un estudio
comparativo de los salarios pagados en Estados Unidos con relación a otros
países, elaborado en 2014 por la Oficina de Estadística Laboral norteamericana,
señalaba que el salario mínimo federal de nuestro principal socio comercial
para sus obreros era de 7.25 dólares la hora; es decir, que en una jornada de
ocho horas, un trabajador estadounidense ganaba hace dos años unos 58 dólares,
cantidad que a la cotización actual promedio de 19 pesos por un dólar arrojaría
unos mil 102 pesos.
De acuerdo al
estudio, nuestro otro socio, Canadá, pagaba en 2014 salarios promedio de 9.95
dólares canadienses por hora, lo que multiplicado por un día laborable de ocho
horas da un total de 79.6 dólares, que a cotización actual de 14.06 pesos por
dólar canadiense, nos remite a la cifra de mil 119 pesos.
Esta lectura
indica que los dos socios de México tienen sueldos muy similares para sus
trabajadores, mientras que en nuestro país el salario mínimo diario, impuesto
por el gobierno para 2017, es de 80 pesos. De ése tamaño es el abismo de los
ingresos entre los socios del TLCAN. Y esto sin considerar la legalización de
las outsourcings, los contratos de prueba y la pérdida de otros derechos inscritos
en la Reforma Laboral.
Además, a las
armadoras automotrices americanas, a las que se adjudica la creación de miles
de empleos permanentes en nuestro territorio, como resultante del TLC apenas
pagan sueldos de 2.04 dólares la hora a sus trabajadores; es decir 38.76 pesos,
que multiplicados por ocho horas, nos arrojan 310 pesos por jornada. Cifra muy
lejana a la devengada por sus obreros en sus plantas ubicadas dentro de sus
fronteras. Aunque tal política salarial impera de igual forma para las
armadoras norteamericanas como las de otros países que encuentran muy atractiva
la fuerza de trabajo de los obreros mexicanos por barata y exenta de otras
prestaciones gracias a los sindicatos corporativos y charros como los de la
CTM.
Según Donald
Trump, la aplicación del TLCAN ha sido perjudicial para su economía, pues de
acuerdo con sus cálculos, su déficit comercial asciende a los 60 mil millones
de dólares, ocasionando el cierre de empresas y la pérdida de empleos en su
país. Una de sus propuestas es la de imponer un arancel del 20 por ciento a
todas las importaciones de productos mexicanos, con lo que de paso pretende
construir su muro fronterizo.
Pero de este
lado de la frontera, y por dónde se le vea, el perdedor evidente del
desventajoso tratado es México; sus niveles de pobreza y la ralentización de su
desarrollo económico son las pruebas fehacientes de que nuestra industria quedó
reducida a una simple maquiladora de las trasnacionales norteamericanas. Sus
armadoras, por citar un caso, exigen que el 62.5 por ciento de los insumos sean
producidos por los tres países socios, pero en los hechos la mayor parte de los
mismos provienen de los Estados Unidos. Es así que el valor agregado de las exportaciones
mexicanas es de sólo 32 centavos por cada dólar.
Si los
funcionarios mexicanos persisten en acudir a las renegociaciones del TLCAN sin
valorar el diagnóstico de 23 años de fracasos y no mirar de frente a la
avasallante pobreza que enfrentan millones de campesinos y trabajadores,
estarán entregando como ayer, oro por cuentas de vidrio. Los sectores sociales
deben exigir que su voz sea escuchada porque el país ya ha pagado un muy alto
costo por un acuerdo que ha beneficiado únicamente a las trasnacionales.
Martín Esparza
Flores*/Parte I: Trabajadores y campesinos sin beneficios
*Secretario
general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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