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Zapata

jueves, 4 de mayo de 2017

ALIANZA GENERAL CONTRA MORENA
La reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores en la que el servil Graco Ramirez (Morelos) dejó la presidencia de ese “grupo de amigos” al jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Angel Mancera, marcó el comienzo formal de la alianza entre los gobernadores, el gobierno federal y los altos mandos de las fuerzas armadas (aunado al dato no menor de la presencia del presidente de la Asociación  Nacional de Gobernadores de Estados Unidos, el gobernador de Virginia, Terry McAulife), en contra de Andrés Manuel López Obrador y el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Ya no es novedad que los gobernadores del otrora partido de oposición, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), estén reproduciendo la retórica anti populista que ha intensificado en los últimos meses el gobierno peñista. Y es que para todo efecto práctico, el PRD ha dejado de existir como un partido de izquierda y se ha convertido en el cabús del neoliberalismo, con objeto de mantener los  privilegios para sus dirigentes[1] (y el perdón para sus corruptelas) y posiciones de poder (que disminuyen continuamente), para lo cual están ofreciendo a Peña Nieto sus servicios como partido divisionista, encargado de reducir el caudal de votos y el apoyo de los segmentos que se inclinan por Morena, con objeto de que se detenga el crecimiento vertiginoso que este partido ha logrado en los últimos dos años.
Y es que el neoliberalismo mexicano enfrenta tres crisis mayúsculas que no puede y no va a poder superar en lo que resta del sexenio peñista: aumento exponencial de la violencia e inseguridad; corrupción desatada en todos los niveles y órdenes de gobierno; y, cambio para peor en la relación económica con Estados Unidos.
En el primer aspecto, hasta el propio Peña tuvo que reconocer en la reunión de la Conago que los índices de violencia e inseguridad se han disparado en varias entidades en el último año; y la realidad es que esto no se va a poder contener en lo que resta del sexenio debido a que la lucha por la sucesión presidencial, la renovación del Congreso y las sucesiones en gobiernos estatales relevantes (Estado de México este año; Jalisco y ciudad de México el próximo), llevan a un relajamiento (todavía mayor) y a un reposicionamiento de grupos de poder y de sus asociaciones con las organizaciones criminales, que generalmente derivan en mayores enfrentamientos (para colocarse en situaciones ventajosas frente a sus adversarios, ante el cambio de gobierno), menor vigilancia y combate a la criminalidad, y una lucha descarnada por ocupar las nuevas posiciones de poder que permitirán “concesionar o vender” plazas y sectores económicos a los diferentes grupos criminales.
En este contexto, los partidos políticos del establecimiento, es decir los que actualmente dominan el panorama político (PRI, PAN, PRD y PVEM), enfrentan una lucha interna por candidaturas para las próximas elecciones, que lleva a que se disparen dos mecanismos: por un lado, la inseguridad respecto a conseguir una nueva posición en el gobierno o ganar un puesto de elección popular, lleva a los políticos a incrementar al máximo sus prácticas corruptas (el famoso “año de Hidalgo””)[2], para asegurarse, en caso de necesidad, un retiro temporal con recursos financieros suficientes; y por otro lado, los que luchan por obtener diputaciones, senadurías, alcaldías y gubernaturas, requieren ingentes recursos económicas para allegarse de apoyos de sectores sociales y grupos de poder, por lo que el uso ilegal del erario público para las campañas electorales también se magnifica.
Así, en los próximos meses vamos a ver como el aumento de la violencia y la inseguridad va a inundar la narrativa diaria (ya sucede en la ciudad de México, en donde Mancera está ya enfocado en su precampaña, y los grupos criminales en la ciudad están desatados y sin control alguno); y al mismo tiempo, se van a multiplicar los casos de corrupción (y de impunidad) en todos los niveles gubernamentales, pues la posibilidad de que llegue un partido político que no esté de acuerdo en tapar la corrupción de sus antecesores, en vez de llevar a los políticos a restringir esas prácticas, por el contrario los azuza a reunir la mayor cantidad de recursos económicos para posteriormente tener con que huir y/o pagar caros despachos de abogados que los defiendan;  o incluso para comprar su libertad, entregando una parte de su fortuna mal habida a sus perseguidores.
En lo que respecta a la relación económica con Estados Unidos, la insistencia de Donald Trump en cambiar de fondo el desequilibrio comercial actual, que favorece a México; y la posibilidad de que Estados Unidos negocie dos tratados de libre comercio separados, uno con México y otro con Canadá; podría implicar que nuestro gobierno enfrente en una situación muy desventajosa dicha negociación y tendría que aceptar, a pesar de que es lo último que desea hacer, que debe dar por terminado el libre comercio con Estados Unidos y acogerse a las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Ello sería un golpe brutal para la oligarquía nativa y sus socios trasnacionales, quienes junto con la tecnocracia financiera mantienen subordinado al servil gobierno mexicano.
De presentarse un panorama económico desfavorable, en medio de un proceso electoral muy competido, no es difícil que la opción anti neoliberal, o sea la de López Obrador y Morena, puedan crecer mucho más, a pesar de los traspiés que una organización poco aceitada como Morena va a enfrentar, como en los casos de corrupción de militantes, reciclados de otros partidos o no (por ej. el de la diputada local por Veracruz, Eva Cadena).
Y Peña y socios lo saben, por lo que han decidido conformar una gran coalición de partidos del establecimiento político, gobernadores, legisladores, grandes empresarios, medios de comunicación y significativamente los aparatos de coerción, inteligencia y seguridad de México y Estados Unidos para sabotear, debilitar y detener el crecimiento de Morena y de López Obrador, pues constituyen la única vertiente no controlada, ni chantajeable del sistema político; y por lo mismo es vista como la principal amenaza al esquema depredador-expoliador establecido desde hace 35 años en el país con la imposición del modelo neoliberal; y contraria a una “guerra contra el narcotráfico” cuyo verdadero objetivo es tener amedrentada y subyugada a la población, para que no pueda organizarse contra este régimen de explotación demencial.



[1] Ahí está de muestra el costosísimo departamento en Miami de la dirigente nacional de ese partido, Alejandra Barrales.
[2] “Que chingue a su madre el que no se lleva algo”.

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