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Zapata

miércoles, 1 de julio de 2015

Líneas de choque entre la resistencia y el sistema de dominación capitalista

Grecia y el Mediterráneo, España, la frontera México-Estados Unidos, y Ucrania, parecieran significarse como líneas de choque entre un conjunto de países y pueblos que responden a través de la migración, la protesta social o incluso la defensa con las armas (los ruso ucranianos del Este), a las agresiones y la explotación del “centro” del sistema capitalista, conformado por Estados Unidos-Canadá y Europa occidental (con sus extensiones en el Pacífico: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia y Nueva Zelanda).
Si extendiéramos estas fronteras podría incluirse el independentismo escocés en las islas británicas, el rechazo del pueblo de Islandia (en su momento) a los dictados de los usureros internacionales; la lucha de Argentina contra los “fondos buitre”; y la batalla por Venezuela, que el imperialismo estadounidense no ha podido culminar con el tan ansiado “cambio de régimen”, para volver a manejar a su antojo la riqueza petrolera de ese país.
Con esto no quiero simplificar el análisis entre un conjunto de países “buenos” y otros “malos”, ya que el sistema capitalista explotador y excluyente tiene también algunas de sus expresiones en países como China, Rusia, Brasil, la India y Sudáfrica, que conforman los BRICS, principal conglomerado de países que compiten con el que denominamos “centro” capitalista/financierista de Estados Unidos-Canadá-Europa Occidental-aliados del Pacífico (y por supuesto otro conjunto de países que se interconectan con este “centro” como Israel, Arabia Saudita, Egipto, Turquía, los petromonarquías del Golfo Pérsico; y subordinados de América Latina como México, Colombia, Perú, Chile, Costa Rica; y de Europa Oriental como Polonia, los países bálticos, Rumania, Bulgaria, etc.).
Lo que es indudable es que el sistema expoliador de recursos naturales, explotador de la mano de obra barata y succionador de los recursos financieros de los países llamados subdesarrollados (y en algunos casos emergentes) se “fricciona” en algunos espacios geopolíticos con pueblos y países -que ya sea por decisión de una parte de sus élites políticas (Islandia y Grecia, por ejemplo), o por el rechazo de una parte relevante de su población (en España por ejemplo), o simplemente por la necesidad de sobrevivir, que obliga a la emigración (países de Medio Oriente, de Africa, del Sureste de Asia, de América Latina)- como si fueran “placas tectónicas” que provocan terremotos políticos, económicos y sociales en las inmediaciones del “centro” capitalista/financierista.
Así, en el Mediterráneo miles de africanos y de habitantes de los convulsionados países de Oriente Medio intentan llegar a Europa, ya ni siquiera para buscar empleo (aunque claro, es la razón original), sino para salvar sus vidas de las guerras civiles o provocadas por las propias potencias occidentales y sus “frankensteins”, devenidos en fanáticos islámicos, que en realidad utilizan ese disfraz, como táctica para hacerse de la mayor cantidad de territorio, recursos naturales y riquezas posibles.
En la frontera México-Estados Unidos y en los mares del sureste asiático, cientos de miles de pobres y desempleados buscan llegar a los denominados “países desarrollados” en busca de empleo e ingresos, que les permitan sacar a sus familias de la miseria y el olvido en que los han dejado los corruptos gobiernos de sus países y las políticas neoliberales aplicadas a raja tabla los últimos 30 años.
En Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea intentan extender su sistema expoliador hasta las mismas puertas del Kremlin, y desde ahí intentar el asalto final para recuperar Rusia, y volver a humillarla como lo hicieron durante los diez nefastos años de la era Gorbachov (sus últimos dos años 1990-1991) y Yeltsin (1992-2000).
Ahí, la población de origen ruso, con el apoyo de Vladimir Putin, está resistiendo este nuevo embate del imperialismo estadounidense (y sus “minions” europeos), con las armas en la mano, en una lucha por su supervivencia.
Y qué decir de Sudamérica, donde el imperialismo estadounidense está invirtiendo ingentes recursos para volver a someter a los países que optaron, en los últimos quince años, por recuperar su soberanía económica y rechazaron el plan de “cuartelización” de las administraciones Bush y Obama, que intentan convertirlos en aportadores de tropas y recursos naturales para sus guerras alrededor del mundo.
En suma, el capitalismo-financierista cree tener todas las fichas en la mano, principalmente el dominio del sistema financiero internacional, el orwelliano aparato de espionaje y su descomunal máquina militar, pero los pueblos alrededor del mundo, algunos apoyados por gobiernos realmente identificados con sus pueblos, y otros dando la lucha de manera solitaria, están enfrentando con lo que tienen a este sistema destructor de la vida en el planeta, y si bien no pueden oponer los recursos materiales y financieros con que cuenta el “centro” capitalista/financierista, sí lanza a la lucha a millones de personas que generan crisis inesperadas y también respuestas represivas (ahí están los muros en todos lados contra los migrantes; las leyes que criminalizan la protesta social como en España y los intentos de “cambio de régimen”, nada encubiertos en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc.), que sólo provocarán una renovada energía para intentar detener en esas “zonas de fricción” primero, y después al interior mismo de los países principales que dominan este modelo expoliador, la estrategia de dominio mundial impuesta sin consideración alguna a los más elementales derechos a la vida, al bienestar y a la paz de la gran mayoría de los pueblos del planeta.

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