Líneas de choque entre la resistencia
y el sistema de dominación capitalista
Grecia y el Mediterráneo, España, la frontera México-Estados
Unidos, y Ucrania, parecieran significarse como líneas de choque entre un
conjunto de países y pueblos que responden a través de la migración, la
protesta social o incluso la defensa con las armas (los ruso ucranianos del
Este), a las agresiones y la explotación del “centro” del sistema capitalista,
conformado por Estados Unidos-Canadá y Europa occidental (con sus extensiones
en el Pacífico: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia y Nueva Zelanda).
Si extendiéramos estas fronteras podría incluirse el
independentismo escocés en las islas británicas, el rechazo del pueblo de
Islandia (en su momento) a los dictados de los usureros internacionales; la
lucha de Argentina contra los “fondos buitre”; y la batalla por Venezuela, que
el imperialismo estadounidense no ha podido culminar con el tan ansiado “cambio
de régimen”, para volver a manejar a su antojo la riqueza petrolera de ese
país.
Con esto no quiero simplificar el análisis entre un conjunto
de países “buenos” y otros “malos”, ya que el sistema capitalista explotador y
excluyente tiene también algunas de sus expresiones en países como China,
Rusia, Brasil, la India y Sudáfrica, que conforman los BRICS, principal conglomerado
de países que compiten con el que denominamos “centro”
capitalista/financierista de Estados Unidos-Canadá-Europa Occidental-aliados
del Pacífico (y por supuesto otro conjunto de países que se interconectan con
este “centro” como Israel, Arabia Saudita, Egipto, Turquía, los petromonarquías
del Golfo Pérsico; y subordinados de América Latina como México, Colombia,
Perú, Chile, Costa Rica; y de Europa Oriental como Polonia, los países
bálticos, Rumania, Bulgaria, etc.).
Lo que es indudable es que el sistema expoliador de recursos
naturales, explotador de la mano de obra barata y succionador de los recursos
financieros de los países llamados subdesarrollados (y en algunos casos
emergentes) se “fricciona” en algunos espacios geopolíticos con pueblos y
países -que ya sea por decisión de una parte de sus élites políticas (Islandia
y Grecia, por ejemplo), o por el rechazo de una parte relevante de su población
(en España por ejemplo), o simplemente por la necesidad de sobrevivir, que
obliga a la emigración (países de Medio Oriente, de Africa, del Sureste de Asia,
de América Latina)- como si fueran “placas tectónicas” que provocan terremotos
políticos, económicos y sociales en las inmediaciones del “centro”
capitalista/financierista.
Así, en el Mediterráneo miles de africanos y de habitantes de
los convulsionados países de Oriente Medio intentan llegar a Europa, ya ni
siquiera para buscar empleo (aunque claro, es la razón original), sino para
salvar sus vidas de las guerras civiles o provocadas por las propias potencias
occidentales y sus “frankensteins”, devenidos en fanáticos islámicos, que en realidad
utilizan ese disfraz, como táctica para hacerse de la mayor cantidad de
territorio, recursos naturales y riquezas posibles.
En la frontera México-Estados Unidos y en los mares del
sureste asiático, cientos de miles de pobres y desempleados buscan llegar a los
denominados “países desarrollados” en busca de empleo e ingresos, que les
permitan sacar a sus familias de la miseria y el olvido en que los han
dejado los corruptos gobiernos de sus países y las políticas neoliberales
aplicadas a raja tabla los últimos 30 años.
En Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea intentan
extender su sistema expoliador hasta las mismas puertas del Kremlin, y desde
ahí intentar el asalto final para recuperar Rusia, y volver a humillarla como
lo hicieron durante los diez nefastos años de la era Gorbachov (sus últimos dos
años 1990-1991) y Yeltsin (1992-2000).
Ahí, la población de origen ruso, con el apoyo de Vladimir
Putin, está resistiendo este nuevo embate del imperialismo estadounidense (y
sus “minions” europeos), con las armas en la mano, en una lucha por su
supervivencia.
Y qué decir de Sudamérica, donde el imperialismo estadounidense
está invirtiendo ingentes recursos para volver a someter a los países que
optaron, en los últimos quince años, por recuperar su soberanía económica y
rechazaron el plan de “cuartelización” de las administraciones Bush y Obama,
que intentan convertirlos en aportadores de tropas y recursos naturales para
sus guerras alrededor del mundo.
En suma, el capitalismo-financierista cree tener todas las
fichas en la mano, principalmente el dominio del sistema financiero
internacional, el orwelliano aparato de espionaje y su descomunal máquina
militar, pero los pueblos alrededor del mundo, algunos apoyados por gobiernos
realmente identificados con sus pueblos, y otros dando la lucha de manera
solitaria, están enfrentando con lo que tienen a este sistema destructor de la
vida en el planeta, y si bien no pueden oponer los recursos materiales y
financieros con que cuenta el “centro” capitalista/financierista, sí lanza a la
lucha a millones de personas que generan crisis inesperadas y también
respuestas represivas (ahí están los muros en todos lados contra los migrantes;
las leyes que criminalizan la protesta social como en España y los intentos de “cambio
de régimen”, nada encubiertos en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc.),
que sólo provocarán una renovada energía para intentar detener en esas “zonas de
fricción” primero, y después al interior mismo de los países principales que
dominan este modelo expoliador, la estrategia de dominio mundial impuesta sin consideración
alguna a los más elementales derechos a la vida, al bienestar y a la paz de la
gran mayoría de los pueblos del planeta.
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