¿CÓMO SERÍA UNA PRESIDENCIA DE DONALD
TRUMP?
Al parecer cada vez más estadounidenses están escuchando con
atención el mensaje del multimillonario que llama a cerrar la frontera sur,
expulsar a todos los inmigrantes indocumentados; rechazar nuevos tratados de
libre comercio y servicios, iniciar una
ofensiva comercial y económica contra China y México, y traer de nuevo a
Estados Unidos las inversiones y los empleos que la globalización le ha
quitado.
Trump no dice mucho sobre el “terrorismo”, la “amenaza iraní”
o la “agresión rusa”, aunque cuando lo cuestionan al respecto, cae en los
mismos conceptos del resto del establecimiento republicano, señalando que será “duro”
con el terrorismo, que negociaría mejor un acuerdo con Irán de lo que ahora lo
está haciendo Obama, y que no permitiría ningún tipo de reto a la hegemonía
estadounidense, aunque en la realidad son más bien ideas vagas, sin verdadero
conocimiento de fondo sobre lo que habla y más bien tratando de quedar bien, en
la superficie, con la base más pro militarista y neoconservadora del Partido
Republicano.
Tampoco se le ve a Trump muy cercano a la base evangélica del
partido, que por lo general asume las posiciones neoconservadoras y pro israelíes
de la mayoría de los legisladores, gobernadores y dirigentes de dicho partido,
que responden a sus patrocinadores económicos, que son principalmente
multimillonarios judíos estadounidenses (como Sheldon Adelson, Paul Singer,
etc.).
Así que si Trump les gana la partida al ejército de
precandidatos que los neoconservadores han puesto a competir entre sí, para ver
quien demuestra ser más “halcón” y más pro israelí (a excepción del libertario
Rand Paul), seguramente no tendrá en mente precisamente las prioridades de
estos últimos, lo que muy bien podría llevar a un serio enfrentamiento dentro
del Partido Republicano.
Lo que sí es cierto es que Trump no cuenta con el suficiente
poder como para enfrentarse a los “halcones” neoconservadores y pro israelíes
que dominan al Partido Republicano, lo que muy bien lo podría obligar a
cambiar sus prioridades.
Ya hemos visto cómo durante la administración Obama, éste ha
tenido que remar contra corriente en aquéllos temas que son fundamentales para
los neoconservadores y sus patrocinadores pro israelíes, aunque en el tema
central que ha sido iniciar una nueva guerra en el Medio Oriente, esta vez
contra Irán, hasta ahora Obama ha resistido las presiones y todavía tiene
algunas posibilidades de evitarla antes de que deje la presidencia, siempre y
cuando pueda lograr el acuerdo con Irán sobre su programa nuclear, que cada día
se dificulta más en concretarse, por la oposición de la mayoría republicana en
el Congreso, manejada por las organizaciones que conforman el lobby pro Israel.
Sin duda una presidencia de Trump, con las prioridades que él
ha establecido hasta el momento (antiinmigrante, anti libre comercio), sería
una verdadera pesadilla para la subclase política mexicana y sus socios
oligarcas, que son aliados del proyecto “Norteamérica”, que las grandes
corporaciones estadounidenses han confeccionado para que México y Canadá sirvan
como aportadores de materias primas baratas, y en el caso de México de mano de
obra baratísima, para apuntalar la muy alicaída y emproblemada economía
estadounidense.
El proyecto de Trump iría en sentido contrario, pues de
cerrar la frontera sur[1]
como lo pretende, primero ya no pasarían miles de indocumentados para hacer los
trabajos más duros y mal pagados de la economía de Estados Unidos, como en el
sector de los servicios (restaurantes y hoteles), la construcción y la
agricultura, lo que en un período de entre 6 meses y un año repercutiría en las
numerosas empresas que dependen del bajo
costo de esa mano de obra para obtener utilidades.
Ello evidentemente llevaría al cierre de muchas de ellas o al
aumento en el precio de los productos y servicios que proveen a la economía.
Por otro lado, una buena cantidad de marihuana, cocaína y
metanfetaminas que pasan por la frontera sur de Estados Unidos, para después
venderse en las calles de Los Angeles, Houston, Chicago, Nueva York, etc.
dejaría de llegar a esos mercados, lo que dispararía, o al menos elevaría el
precio de esas drogas, por la menor oferta de la misma.
¿Qué consecuencias tiene un aumento del precio de la droga
para consumidores habituales (alrededor del 10% de la población total de
Estados Unidos)? Puede generar desesperación en muchos de ellos, ya sea porque
no tengan la cantidad que habitualmente usan (falta de oferta), o porque
simplemente ya no les va a alcanzar para comprar toda la que necesitan. Ello
puede llevar a un aumento de la violencia de parte de los consumidores, en
busca del abastecimiento de la droga. Y por el lado de los
distribuidores, enfrentamientos para hacerse de un mercado que se achica, lo
que bien puede generar guerras por el territorio en numerosas ciudades
estadounidenses.
Ahora bien, si Trump decidiera no seguir con los Tratados del
Pacífico y con la Unión Europea (TPP y TTIP), las grandes corporaciones
multinacionales estadounidenses serían las que perderían más y ello las
llevaría a enfrentar a Trump, ya sea financiando a candidatos al Congreso
opuestos a las políticas de éste último, o de plano declarándole una guerra
económica, retirando gran cantidad de dinero de los mercados estadounidenses, con
objeto de generarle una crisis económica que lo obligara a cambiar de
políticas.
En el caso mexicano, Trump muy bien podría retirar a Estados
Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), lo que
golpearía duramente a las grandes corporaciones estadounidenses, que son las
que aprovechan más este tratado, pues importan los insumos que necesitan a sus
plantas en México y exportan los productos terminados a Estados Unidos sin
ningún arancel o barrera no arancelaria de por medio (y prácticamente sin ningún
contenido nacional por parte de México), con lo que abaten sus costos
enormemente.
Si Trump les tirara el TLCAN, ya no tendrían esas ventajas
enormes (comercio intraempresa), y sus costos se elevarían nuevamente, pues
tendrían que elaborar sus productos en países más alejados del mercado estadounidense
y probablemente con costos de mano de obra superiores.
Para los gobiernos neoliberales mexicanos sería catastrófico,
pues su muy deficitaria balanza comercial y de servicios[2]
la compensan en gran medida con el saldo positivo que se tiene en el comercio
con Estados Unidos, de ahí que perder el TLCAN implicaría un déficit brutal en
las finanzas públicas de México.
Pero ello obligaría por fin a impulsar una verdadera política
industrial en México, que propicie cadenas de producción y con ello demanda de
materias primas, insumos y diversos productos que tendrían que elaborarse en
México, lo que en su momento se conoció en el país como “sustitución de
importaciones”, durante la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra de Corea,
debido a que los productos manufacturados que se importaban de Estados Unidos y
Europa, ya no estaban disponibles por la guerra y había que manufacturarlos en
el país.
Así también, el que miles de indocumentados mexicanos ya no
pudieran entrar al mercado laboral de Estados Unidos, generaría una presión
adicional sobre el mercado laboral mexicano, lo que obligaría a impulsar una
política de empleo, y por lo mismo a dinamizar el mercado interno para absorber
a esa mano de obra (más la que llegara de Estados Unidos expulsada por las
deportaciones), con lo que la actual política de indiferencia y hasta desprecio
de los gobiernos neoliberales hacia el mercado interno, tendría que cambiar.
Es cierto que la retórica antimexicana de Trump y las políticas
antiinmigrante que podría implantar serían perjudiciales para los derechos
humanos y laborales de los mexicanos, pero también por otro lado, le estarían
cerrando la puerta a la política neoliberal de los gobiernos mexicanos, que ha
devastado a la economía mexicana y ha barrido con el tejido social del país.
Por supuesto, todo esto es especulación pura, pero tal parece
que la única forma de cambiar la trayectoria de desastre que lleva la economía
mexicana desde hace treinta años, dirigida por tecnócratas neoliberales
subordinados a Washington y Nueva York, sólo puede lograrse de la misma forma,
que desde Washington y Nueva York la obstaculicen y la hagan finalmente
descarrilar.
[1]
Con un plan como el que tiene
Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York (presentado en la cadena Fox), que
plantea establecer 50 centros operativos de la Policía fronteriza a lo largo de
la línea fronteriza, esto es uno cada 64 kilómetros, con entre 300 y 500
elementos en cada uno, es decir entre 15 mil y 25 mil elementos, además del
muro a todo lo largo de la frontera y aparatos electrónicos y cámaras para
detectar cualquier movimiento a lo largo de los 3200 kilómetros.
[2]
En 2014 fue de -16040 millones de dólares (Banxico.org.mx). Ese año el
superávit de México con Estados Unidos fue por 53,831 millones de dólares, lo
que implica que si desapareciera o se redujera fuertemente, su déficit total se
incrementaría significativamente.
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