LOS EURÓCRATAS DESEAN EL COLAPSO DE
GRECIA
Después de que más del 60% de los griegos rechazara más
planes de austeridad (que los han llevado en los últimos 5 años al desastre),
en el referéndum del 5 de julio, ahora los eurócratas, comandados por Merkel y
Hollande van a buscar nuevas medidas para doblar al gobierno de Tsipras.
Los eurócratas saben muy bien que Grecia no puede pagar esa
deuda descomunal de 240 mil millones de euros[1],
y lo que desean ahora es apretar aún más sus condiciones de negociación, o
incluso no negociar más con el gobierno de Syriza, con objeto de provocar una
crisis de liquidez en el país helénico que provoque la ira popular, y con ello
la caída del gobierno de Tsipras.
Y es que a los eurócratas no les conviene aceptar la
propuesta de Grecia, en el sentido de disminuir hasta en un 30% el total de la
deuda, extender hasta por 20 años el pago del restante monto, recortar
fuertemente las condiciones de austeridad que exigen a Grecia y prestar aún más
dinero al gobierno. Todo ello sería un precedente para nuevas negociaciones con
otros países de la Unión Europea (UE), que tienen serios problemas económicos,
como Italia (su deuda llega al 170% del PIB), España, Portugal e Irlanda.
A fines de año hay elecciones en España, y lo más probable es
que los resultados no den un ganador claro, pues el Partido Popular, el PSOE y
Podemos están prácticamente empatados en las preferencias, lo que bien podría
llevar a un gobierno de coalición, que si resulta como en Madrid, donde PSOE,
Podemos y Ciudadanos hicieron una coalición para sacar del poder al PP, nuevamente
la Unión Europea se enfrentaría a un gobierno que exigirá menos austeridad y
mejores condiciones en los tratos financieros con las instituciones europeas,
lo que podría provocar un efecto dominó que pondría a temblar a los eurócratas
y a sus verdaderos jefes, los usureros internacionales.
Si bien no es seguro que Syriza pueda salir airoso de su
choque con los eurócratas, a pesar del apoyo popular que ha logrado, lo que sí
ha demostrado es que se puede buscar, con el apoyo de la gente, opciones
diferentes a las políticas que tratan de imponer los usureros internacionales,
porque finalmente lo que éstos desean es adueñarse por completo de la economía de
cada país, explotarla al máximo, y después aplicarle “planes de ajuste”, para “salvarla”,
lo que implica todavía más empobrecimiento de la población de los países que
siguen esos dictados.
En los próximos meses y quizás años, se va a requerir una
unión de gobiernos comprometidos con el bienestar de sus pueblos, y no con el
de los usureros internacionales, para hacer frente a éstos y a sus gobiernos
títeres (como los de Merkel y Hollande), para evitar la esclavización total de
la mayoría de la población europea.
En Latinoamérica se desarrolló ese frente los últimos 10 años
(Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua), sin
embargo, el natural desgaste de los gobiernos en el ejercicio del poder, la
estrategia de Estados Unidos de presión económica y política internacional
contra dichos gobiernos; la alianza de los sectores oligárquicos
latinoamericanos con Washington y la muerte (Chávez) o el recambio de los
líderes originales de este esfuerzo (Lula en Brasil, por ejemplo), lo han ido
debilitando, y ahora enfrenta un embate brutal para revertir el frente anti
neoliberal que se había conformado (ahí están los serios problemas de Rouseff
en Brasil; el próximo término del período presidencial de Cristina Fernández en
Argentina; las protestas de los sectores de derecha contra Correa en Ecuador;
la continua oposición de la oligarquía venezolana y sus aliados estadounidenses,
al gobierno de Maduro en Venezuela, etc.).
Todo ello no augura nada bueno para los próximos años en
América Latina, y aún peor si se considera que el próximo presidente de Estados
Unidos va a intentar llevar al extremo sus políticas militaristas y de
confirmación de su hegemonía mundial (sea Clinton por los demócratas o casi
cualquiera en el campo republicano –a excepción de Rand Paul- tienen esa
consigna), ante las potencias que ven como sus rivales estratégicos (Rusia y China
principalmente), o cualquier país que pretenda liberarse del control económico,
político y militar de la superpotencia.
Lo deseable hubiera sido que los gobiernos antineoliberales
de Latinoamérica hubieran prevalecido, para así coincidir en el tiempo con
nuevos gobiernos del mismo signo en algunos países de Europa (Grecia, quizás
más adelante España e Irlanda), y así ir conformando un frente bicontinental
contra las políticas depredadoras de Washington-Nueva York y Londres; pero desgraciadamente
el desarrollo de las crisis en ambos continentes tienen diferentes
características, y no se emparejaron en el tiempo para promover una alianza
entre países latinoamericanos y europeos que puedan detener, en alguna medida,
los dictados de los usureros internacionales.
Y tampoco se puede esperar que Rusia y China entren al
rescate de algunos de estos países, como Grecia, pues saben que de intentarlo
abrirían un frente más de confrontación con Estados Unidos y la Unión Europea,
y todo indica que por ahora, ni Beijing, ni Moscú están dispuestos a eso, sobre
todo porque primero quieren consolidar los espacios de cooperación que están
construyendo en el espacio común de Eurasia (la nueva “Ruta de la Seda”, el
gasoducto transcontinental, la Organización de Cooperación de Shanghai, etc.).
Así que por lo pronto, veremos si el pueblo griego puede
soportar las nuevas dificultades económicas que va a enfrentar como “castigo”
de parte de los eurócratas, por negarse a seguir aceptando su esclavización
para pagar deudas asumidas por gobiernos corruptos, por cierto a instancias y
por presiones de los propios bancos que hicieron esos préstamos.
De lo que no hay duda es que el pueblo griego ha demostrado
un altísimo nivel de conciencia política y social, que es un ejemplo para otros
pueblos en el mundo, y que ha hecho historia.
[1]
A Alemania le debe 65 mil millones de euros, a Francia 49 mil millones, a
Italia 43 mil millones y a otros 14 países de la Unión Europea (en total el 62%
de la deuda); mientras que directamente a “inversionistas particulares” el 17%;
el 10% al FMI; el 8% al Banco Central Europeo y el 4% al propio Banco Central
Griego.
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