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Zapata

martes, 1 de noviembre de 2022

 LÓPEZ OBRADOR Y EL PUEBLO

Para el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) su relación directa con “el pueblo” y los beneficios que el gobierno le provee, es lo que define su trayectoria política, su periodo presidencial y lo que eventualmente permitirá que su proyecto denominado “Cuarta transformación”, permanezca después de que él haya dejado la presidencia en 2024.

Por ello, a un mes de que cumpla 4 años en el poder, queremos reproducir aquí un análisis que en su momento hizo el politólogo Arnaldo Córdova[1] sobre el poder político en México[2], que publicó hace 50 años (1972), y que parece tan pertinente ahora, como entonces:

“Para conjurar la oposición sin reservas, alternativa siempre abierta, el poder presidencial estaba provisto de una carta que desde un principio aprendió a jugar con maestría: la carta de las reformas sociales. Cada periodo presidencial se significa por su desempeño de diverso grado en la continuación de las reformas sociales; su realización es siempre parcial, pero está constantemente en juego. Es la verdadera línea de masas del gobierno, la que lo define y lo prestigia, pero sobre todo la que lo vigoriza y, como hemos visto, la que le permite mantenerse por sobre todos los grupos como el supremo árbitro de la nación. Es claro que las relaciones del gobierno y del presidente con las masas son relaciones paternalistas, tradicionales, en las que se mezclan la admiración y el temor que infunde el poder desorbitado con el reconocimiento y hasta el agradecimiento (subrayado nuestro). Y estas relaciones tradicionales, aparte el hecho de que cuentan con raíces centenarias en el seno de las masas, no actúan por su cuenta ni son cabalmente espontáneas; todo el sistema de poder opera ahondando, estimulando y fortaleciendo sus más variadas manifestaciones, de manera que toda realización popular del gobierno aparezca desmesuradamente importante y toda oposición como señal de las más grandes desgracias.

Aterrorizadas y acobardadas por la posibilidad de perder cuanto se les ha concedido o de sufrir las más terribles represiones, y escépticas frente a un poder leviatánico, las masas populares no se han reeducado políticamente, no se han modernizado, en ellas sigue dándose el culto más empedernido y más desenfrenado a la autoridad del poder.

En el fondo, no es que se necesite mucho para mantener en continuo funcionamiento este culto por la autoridad del poder. La política de la omnipotencia, presente en todo acto público, en toda referencia a las realizaciones del gobierno; basta y sobra para que las masas populares no sean capaces de trascender con la acción ni con el pensamiento el marco político institucional en el que se encuentran enmarcadas.

Por lo demás, toda alternativa de cambio es desprestigiada de súbito cuando se la confronta con el poderío presidencial y en esto ayuda de la manera más eficaz, la enorme capacidad del gobierno para movilizar globalmente y casi de golpe toda la sociedad institucionalizada y bajo su mando directo. Ahora bien, la mecánica del autoritarismo es tal que, cada vez que debe ponerse en juego, exige que la movilización del poder sea completa. Esto es algo tan natural como que el autoritarismo se alimenta justamente del reconocimiento que le viene de abajo, reconocimiento que es más necesario que nunca cuando se da una movilización del poder contra toda oposición de cierta envergadura al sistema. Emplearse a fondo y como si fuera la vez definitiva, el último momento, la prueba última, es un modo de actuar necesario, indispensable, en el que no puede haber términos medios, so pena de perder un consenso que es tan necesario como la vida misma del organismo político”.

En esas está el gobierno de AMLO, en la movilización completa de sus bases clientelares y de todo el aparato del Estado bajo su mando, para aplastar (legal e ilegalmente) la oposición al neopopulismo autoritario que representa la mal llamada “Cuarta transformación”.



[1] Padre del actual presidente del Consejo del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, a quien el presidente López Obrador desprecia profundamente.

[2] Córdova, Arnaldo; La formación del poder político en México; Serie Popular ERA; México; 13ª. Edición Abril 1985; pp. 59-61.

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