MARIO DELGADO
Como lo
adelantamos en este blog, los poderosos grupos económicos y políticos que
apoyan al canciller Marcelo Ebrard para llegar a la presidencia de México en
2024 (junto con el de una parte relevante del establishment de
Washington)[1],
utilizaron todos los medios a su disposición (dinero y presencia en los medios
de comunicación; así como la forzada encuesta mandada por el tribunal
electoral) para que el peón de Ebrard, Mario Delgado, llegara a la presidencia
de Morena, desde donde no sólo pondrá al partido a las órdenes del adelantado
precandidato presidencial, sino también comenzará a frenar las propuestas más “izquierdistas”
y/o “radicales” que pudieran provenir de las bases de Morena, y que no gustan a
los oligarcas y a los grupos políticos priistas, panistas, perredistas y
verdes, que están incrustados en Morena y que ahora se harán del control del
partido.
Mario
Delgado es un tecno-burócrata que ha estado toda su vida a la sombra de Ebrard[2], y que se ha dedicado a
ser un leal servidor del actual canciller, quien le ha abierto el camino hasta
las importantes posiciones políticas que ocupa ahora (sigue siendo el
coordinador de los diputados federales de Morena y ahora será el presidente del
partido).
Delgado está
dispuesto a cambiar sus posiciones políticas cómo sople el viento, es una
veleta. Así, cuando era senador por el PRD (2012-2018), no tuvo empacho alguno
en votar a favor de las reformas estructurales promovidas por Peña Nieto.
Pero una vez que su jefe Ebrard lo instruyó a acercarse a Morena, en vista de que los “vientos
políticos” estaban cambiando, su visión del país también se modificó. Y ahora,
Delgado ha sido quien ha dirigido a las huestes morenistas para desbaratar las
reformas estructurales de Peña.
Se ve así
que sus convicciones y principios se amoldan a lo que dicten los poderosos en turno. Por ello, si para el
siguiente sexenio Ebrard logra la presidencia y decide llevar al país a una
completa derechización, seguramente que Delgado estará al frente para deshacer
el “legado” de López Obrador.
Total, de lo
que se trata en la política mexicana es de llegar al poder, no importa cómo, no
importa para qué. Y ejemplos de ello son Delgado y su jefe Ebrard.
La única
piedra en el zapato que el burócrata Delgado tendrá en su camino para “moderar”
al gobierno de la 4T (tal como lo quieren los grupos oligárquicos del país,
aliados a Ebrard), y para acallar a las bases de Morena, será la inexperta
secretaria general Citlali Hernández, que es una pieza del senador Martí
Batres, un férreo opositor tanto de Ebrard, como del aliado de éste, Ricardo
Monreal, coordinador de los senadores de Morena.
Pero ya se
las ingeniarán Ebrard y Monreal para anular a la joven Hernández, desde sus
poderosas posiciones, pues controlan no sólo a las mayorías en las Cámaras de
Diputados (ya se encargará Delgado de dejar en su lugar a algún incondicional);
la de Senadores, con Monreal; el partido, con Delgado; la Secretaría de Relaciones
Exteriores con Ebrard, quien además es de facto, el secretario de
Gobernación (porque así lo ha querido López Obrador, dejando de florero a la
secretaria Sánchez Cordero) y de Salud (dejando de florero al secretario Jorge
Alcocer).
No sería
difícil pensar que López Obrador, como lo hizo cuando era jefe de Gobierno de
la Ciudad de México, haya decidido desde ahora, que Ebrard sea su sucesor, y
para ello le está permitiendo ocupar todas estas posiciones de poder, para
cuando llegue el momento de decidir al candidato de Morena (siempre y cuando
este partido pueda mantener su mayoría en la Cámara de Diputados y ganar varias
gubernaturas el próximo año), los otros aspirantes (por ahora la jefa de
Gobierno Claudia Sheinbaum y el aliado de coyuntura de Ebrard, Ricardo Monreal)
se vean tan superados por la maquinaria ebrardista, que ya no puedan significar
ninguna competencia real y por lo tanto, ningún conflicto en la decisión para
nombrar al sucesor de López Obrador.
Lo que queda
claro es que Morena va a quedar sólo como una maquinaria electoral, primero
para intentar mantenerse como el partido mayoritario en las elecciones
intermedias del 2021, y luego para asegurar la candidatura presidencial de
Ebrard. Ya no será un vehículo de las masas para transformar la corrupta y
viciada política de este país, y mucho menos para impulsar los cambios
políticos, económicos y sociales de fondo que se requieren para resolver los
grandes problemas que tienen al país hundido en la mediocridad.
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