APREHENSIÓN DEL GENERAL CIENFUEGOS
La
aprehensión del ex secretario de la Defensa Nacional, durante el gobierno de
Enrique Peña Nieto (2012-2018), General Salvador Cienfuegos, en Los Angeles,
California, acusado de varios cargos relacionados al narcotráfico, revela
varios ángulos sobre las relaciones México-Estados Unidos; sobre la simbiosis
del crimen organizado y las más altas autoridades en México; y sobre el
supuesto combate a dichas actividades criminales, tanto en México, como en Estados
Unidos.
Primero,
llama la atención que por primera vez en la historia de la Secretaría de la
Defensa Nacional (Sedena), uno de sus extitulares, fuera aprehendido por cargos
relacionados al narcotráfico, por solicitud de la Drug Enforcement
Administration (DEA), que depende del Departamento de Justicia del gobierno de
Estados Unidos; el cual está encabezado por William Barr.
Recordemos
que William Barr fue el enviado del presidente Trump para presionar al gobierno
de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con objeto de que cumpliera las órdenes
de Washington de detener a los migrantes centroamericanos y de otras nacionalidades
que pretendieran llegar a los Estados Unidos; así como hacer los cambios
necesarios en las aduanas mexicanas, para detener los envíos de fentanilo desde
China, que han inundado el mercado estadounidense de drogas, causando miles de
muertes entre los adictos de ese país.
Obviamente
la detención de Cienfuegos, si bien fue solicitada por la DEA, tuvo el visto
bueno del procurador Barr, y por lo tanto de Donald Trump.
Lo primero
que habría que preguntarse es si el momento de esta detención, el personaje
detenido y los funcionarios del gobierno estadounidense que autorizaron la
misma (y que por supuesto no fue consultada de ninguna forma con el gobierno de
AMLO, pues fue hasta que se realizó la detención, que el embajador Christopher
Landau le avisó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard del
suceso), no implican un mensaje al gobierno mexicano sobre algún tipo de
insatisfacción de Washington con los compromisos que ha venido asumiendo el
gobierno mexicano en diversos rubros (combate al narcotráfico, migración, comercio,
incluso temas de política exterior); o una forma de apretar al gobierno de AMLO,
para que ceda todavía más de lo que ya lo ha hecho, en diversos tópicos de la
relación bilateral.
Lo que queda
claro es que hay una descalificación tácita de las autoridades estadounidenses hacia
las fuerzas armadas mexicanas en materia de combate al narcotráfico, pues
abiertamente se está diciendo que quien fue la cabeza de la principal institución
de seguridad del gobierno mexicano, con la mayor responsabilidad del combate a
los cárteles del narcotráfico durante los últimos 20 años, y con quien
supuestamente se colaboró y hasta fue reconocido oficialmente por el gobierno
estadounidense con una presea, no era más que una pieza más del crimen
organizado, y por lo tanto toda la institución que dirigía estaría comprometida
de alguna manera[1].
Si bien el
presidente López Obrador ha afirmado que este hecho refleja la descomposición
de los gobiernos anteriores, la realidad es que como lo dijimos en este blog
desde el principio de esta administración, se requería una investigación y una
limpia a fondo en las instituciones de seguridad del gobierno mexicano, si se
quería que cualquier tipo de estrategia para combatir la delincuencia y la
violencia, pudiera dar resultados.
Ya durante
el juicio al “Chapo” Guzmán, por cierto en el mismo tribunal de Nueva York, en
donde están radicadas las acusaciones contra Cienfuegos, se había denunciado
por parte del hijo del “Mayo” Zambada, Vicente Zambada, que quien fuera el jefe
de escoltas del presidente Vicente Fox (2000-2006), el Coronel Marco Antonio de
León Adams, brindaba información al cártel de Sinaloa, para advertirles sobre
los operativos en su contra.
Así también,
quien fuera el Oficial Mayor de la Sedena entre 2007 y 2008 (gobierno de Felipe
Calderón Hinojosa 2006-2012), el general Humberto Eduardo Antimo Miranda,
supuestamente recibía hasta 50 mil dólares al mes del mismo cártel, para
informarles sobre los generales que colaboraban con cárteles rivales al de
Sinaloa y sobre los operativos en su contra.
En ningún
momento el gobierno de López Obrador se interesó por iniciar algún tipo de
investigación sobre estos casos, ni tampoco indagó más sobre las acusaciones
que se han estado ventilando en el juicio contra Genaro García Luna[2], también en Nueva York, de
donde al parecer se desprende la información que ha llevado a la detención del
General Cienfuegos.
La verdad es
que López Obrador ha tratado de evitar confrontaciones con las fuerzas armadas,
dado el papel tan relevante que tienen en su gobierno, no sólo en el ámbito de
la seguridad nacional y la ayuda en desastres naturales, sino en el de la
seguridad pública, mediante la Guardia Nacional; como encargadas de construir
el nuevo aeropuerto civil de Santa Lucía; como administradores de diversos hospitales
dedicados a tratar el coronavirus; ahora haciéndose cargo también de puertos y
de aduanas, en fin.
López
Obrador literalmente está “sentado sobre las bayonetas”[3], ya que cada vez menos
confía en la mayoría de sus subordinados (a excepción de Marcelo Ebrard, a
quien está a punto de entregarle en bandeja de plata su propio partido, Morena,
en caso de que Mario Delgado quede al frente del mismo), y cada vez menos
tolera debates o dudas sobre sus órdenes e instrucciones, por lo que la obediencia
y disciplina de las fuerzas armadas, son para él, una garantía de que sus
directivas serán cumplidas.
Sin embargo,
las fuerzas armadas, como buena parte de las instituciones de este país, han
sido permeadas y contaminadas con la corrupción y el narcotráfico; y esto no es
nada nuevo.
Basta
recordar que una gloria del deporte mexicano, el entonces Teniente Coronel
Humberto Mariles, quien ganó dos medallas de oro en equitación en los Juegos
Olímpicos de Londres en 1948, sería arrestado en Paris, Francia (ya siendo
General) en 1972, por acusaciones relativas al narcotráfico y moriría ahí,
supuestamente envenenado.
Y por
supuesto está el caso del general José de Jesús Gutiérrez Rebollo, quien siendo
Director de Instituto Nacional de Combate a las Drogas, fue detenido por el
propio gobierno mexicano, a instancias de la DEA, por estar coludido con el
dirigente del Cártel de Juárez, Amado Carrillo.
En este
punto, vale la pena subrayar el papel que la DEA juega en el combate al
narcotráfico, ya que como se ha visto en numerosas ocasiones, esta agencia estadounidense
establece relaciones peligrosas con los propios cárteles del narcotráfico,
supuestamente para infiltrarlos, aunque la verdad termina negociando con ellos
para lograr detenciones de capos y sicarios de cárteles contrarios, y para lograr
confiscaciones de drogas, que justifiquen sus inflados presupuestos y su poder
político dentro del entramado de instituciones encargadas de la seguridad en
Estados Unidos.
Así, tanto
Gutiérrez Rebollo, como antes que él, el General Jorge Carrillo Olea (que
también fue señalado, aunque nunca arrestado, por su supuesto involucramiento
en el narcotráfico); García Luna y ahora Salvador Cienfuegos, fueron estrechos
colaboradores de la DEA; fueron reconocidos y premiados por dicha colaboración,
y posteriormente, cuando así convino políticamente (para chantajear o presionar
en x ó z cuestiones al gobierno mexicano), o para lograr mayor presupuesto y
presencia de la agencia dentro del gobierno estadounidense, la DEA “descubrió” mágicamente
esos vínculos con el narcotráfico, de los que antes eran sus cercanos
colaboradores; prácticamente sus subordinados mexicanos.
Si
Cienfuegos tenía relaciones con el narco desde antes de que fuera secretario de
la Defensa… ¿Cómo es que no se le advirtió a Peña sobre ello? ¿Cómo es que no
presionó el gobierno, en ese entonces de Obama, para que Cienfuegos no asumiera
una posición tan relevante? ¿Cómo es posible que no se le arrestara, aún siendo
alto funcionario mexicano, en sus múltiples viajes a Estados Unidos?
¿O ahora
resulta que apenas hasta que el “Chapo” Guzmán o Vicente Zambada les confesaron
que dicho funcionario, y García Luna, estaban en su nómina, es que se inició la
investigación en contra de ambos?
Simplemente
no es creíble. Lo más probable es que el gobierno de Estados Unidos utilice a
su favor a los cárteles del narcotráfico, tanto como utiliza a las muy
maleables y corruptibles autoridades mexicanas.
La DEA y las
otras agencias de seguridad estadounidenses permiten el flujo de drogas hacia Estados
Unidos; internamente lo regulan y por supuesto se benefician de él; y al mismo
tiempo utilizan como “chivo expiatorio” al gobierno mexicano, que por su parte,
está más que dispuesto a jugar ese papel, a cambio de una tajada del pastel. Y
los cárteles del narcotráfico son los que hacen el trabajo sucio y a quienes se
les culpa de todo el mal que ocasionan a la sociedad.
Y por si
fuera poco, la DEA, con la justificación de lo incontrolable que es el
narcotráfico, pide cada vez más presupuesto y facultades, logrando con ello no
sólo su supervivencia, sino su crecimiento continuo y una gran influencia
política dentro y fuera de Estados Unidos.
Así que eso
de que “ahora” los estadounidenses se vienen a enterar de los nexos de García
Luna y Cienfuegos con el narco, es una patraña. No sólo siempre lo supieron,
sino incluso hasta los alentaron, puesto que los verdaderos jefes del negocio y
quienes se llevan la parte del león de las ganancias, son los estadounidenses;
a través de sus bancos “lava dinero”, de sus agencias “antidrogas”, que controlan
y regulan el mercado; y de sus hipócritas políticos, que seguramente también
reciben financiamiento del crimen organizado para sus carreras políticas.
Y los
gobiernos mexicanos juegan el papel de “patiños”, a cambio de que la potencia
hegemónica les permita seguir en México con sus negocios y no amenace el
monopolio del poder por parte de los grupos políticos y económicos.
Por ello,
López Obrador asume sin chistar lo que digan los gringos sobre el narcotráfico,
o la migración, o lo que sea; porque está dispuesto a pagar ese precio, a
cambio de que Washington no se meta en la disputa interna por el poder, dentro
de México (que de todas formas acaba haciéndolo).
[1]
¿Sólo Cienfuegos estaba involucrado? ¿Y si estaba ayudado por otros
funcionarios? ¿Dónde estaba y qué papel habría jugado en todo esto, si es que
tuvo alguno, el actual titular de la Sedena? ¿Cómo se puede asegurar que militares
en toda la cadena de mando, durante el tiempo que Cienfuegos tuvo altas
responsabilidades en la Sedena, no tuvieron que ver con el narco?
[2]
Secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Felipe Calderón.
[3]
El Ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón, Charles Maurice de Talleyrand se
sintió decepcionado ante la utilización excesiva por parte de Napoleón de sus
ejércitos, por lo que llegó a comentar “con las bayonetas se puede hacer
cualquier cosa, menos sentarse sobre ellas”.
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