En la
competencia por la hegemonía mundial, China está sufriendo en estos meses un
enorme retroceso debido a la crisis del coronavirus[1], que además de obligar al
gobierno central a aislar a 56 millones de habitantes en Hubei y a maravillar al
mundo al construir un hospital en 10 días, en Wuhan, para tratar la enfermedad
hasta a 1000 pacientes; también ha abierto la puerta para que Estados Unidos
inicie una campaña de racismo contra los chinos, al prohibir la entrada a su
país a todo aquél ciudadano que provenga de dicho país, e incluso extranjeros
que hayan estado o aún transbordado en China.
Obviamente
el golpe a la economía china, a su imagen en el mundo (se le ha acusado que al
inicio del brote faltó transparencia y actuar de una manera más rápida y
decisiva), están teniendo consecuencias en los planes chinos para seguir
impulsando su estrategia de la “Nueva Ruta de la Seda”, dándole así a Estados
Unidos la oportunidad de promover su plan alternativo conocido como “Indo-Pacífico”.
Si a lo
anterior se le suma la crisis política en Hong Kong, que por el momento se ha
detenido por la epidemia del coronavirus, más las acusaciones de Occidente de
que el gobierno chino reprime a la minoría musulmana en la región de Xinjiang;
y el creciente reto del gobierno de Taiwán, que fortalece más sus vínculos con Estados
Unidos, alejando así la posibilidad de una reunificación pacífica con China
continental, se podrá advertir que el gobierno de Xi Jinping se encuentra en su
momento más crítico y más vulnerable ante la estrategia de contención lanzada
en su contra por el gobierno de Donald Trump.
Incluso Rusia
se ha visto obligada a cerrar sus fronteras con China, para prevenir contagios
masivos de su población.
Todo esto
está aislando a China en estos momentos, por lo que el gobierno central requiere
superar en el menor tiempo posible la crisis del coronavirus, con la ayuda de
la Organización Mundial de la Salud, a través del desarrollo de una vacuna
(algo en lo que están trabajando a tiempo completo), y al mismo tiempo
conteniendo el contagio, para ir disminuyendo la progresión y la letalidad de
la enfermedad.
Al mismo tiempo,
el gobierno de Beijing no puede dejar de impulsar sus proyectos económicos y
estratégicos, a riesgo de que Estados Unidos y sus aliados aprovechen la
oportunidad para detenerlos por completo.
Y, en tercer
lugar, Beijing debe mantener su acercamiento con Moscú, buscando cooperar para
buscar una salida a la crisis del coronavirus, y evitar que este tema sirva a
Occidente para crear una división entre ambas potencias.
Es un tiempo
de crisis que pone a prueba a la segunda potencia mundial, y que por lo mismo
deberá aprovechar para mejorar sus prácticas e instituciones de salud, para
evitar nuevos brotes de virus letales (ya se habla que está surgiendo uno
nuevo), y para crear una cultura de la prevención y una rápida respuesta interna
a estos eventos, que le permita minimizar los costos y mantener su estrategia
de crecimiento económico y presencia internacional.
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