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Zapata

martes, 4 de febrero de 2020

CHINA


En la competencia por la hegemonía mundial, China está sufriendo en estos meses un enorme retroceso debido a la crisis del coronavirus[1], que además de obligar al gobierno central a aislar a 56 millones de habitantes en Hubei y a maravillar al mundo al construir un hospital en 10 días, en Wuhan, para tratar la enfermedad hasta a 1000 pacientes; también ha abierto la puerta para que Estados Unidos inicie una campaña de racismo contra los chinos, al prohibir la entrada a su país a todo aquél ciudadano que provenga de dicho país, e incluso extranjeros que hayan estado o aún transbordado en China.
Obviamente el golpe a la economía china, a su imagen en el mundo (se le ha acusado que al inicio del brote faltó transparencia y actuar de una manera más rápida y decisiva), están teniendo consecuencias en los planes chinos para seguir impulsando su estrategia de la “Nueva Ruta de la Seda”, dándole así a Estados Unidos la oportunidad de promover su plan alternativo conocido como “Indo-Pacífico”.
Si a lo anterior se le suma la crisis política en Hong Kong, que por el momento se ha detenido por la epidemia del coronavirus, más las acusaciones de Occidente de que el gobierno chino reprime a la minoría musulmana en la región de Xinjiang; y el creciente reto del gobierno de Taiwán, que fortalece más sus vínculos con Estados Unidos, alejando así la posibilidad de una reunificación pacífica con China continental, se podrá advertir que el gobierno de Xi Jinping se encuentra en su momento más crítico y más vulnerable ante la estrategia de contención lanzada en su contra por el gobierno de Donald Trump.
Incluso Rusia se ha visto obligada a cerrar sus fronteras con China, para prevenir contagios masivos de su población.
Todo esto está aislando a China en estos momentos, por lo que el gobierno central requiere superar en el menor tiempo posible la crisis del coronavirus, con la ayuda de la Organización Mundial de la Salud, a través del desarrollo de una vacuna (algo en lo que están trabajando a tiempo completo), y al mismo tiempo conteniendo el contagio, para ir disminuyendo la progresión y la letalidad de la enfermedad.
Al mismo tiempo, el gobierno de Beijing no puede dejar de impulsar sus proyectos económicos y estratégicos, a riesgo de que Estados Unidos y sus aliados aprovechen la oportunidad para detenerlos por completo.
Y, en tercer lugar, Beijing debe mantener su acercamiento con Moscú, buscando cooperar para buscar una salida a la crisis del coronavirus, y evitar que este tema sirva a Occidente para crear una división entre ambas potencias.
Es un tiempo de crisis que pone a prueba a la segunda potencia mundial, y que por lo mismo deberá aprovechar para mejorar sus prácticas e instituciones de salud, para evitar nuevos brotes de virus letales (ya se habla que está surgiendo uno nuevo), y para crear una cultura de la prevención y una rápida respuesta interna a estos eventos, que le permita minimizar los costos y mantener su estrategia de crecimiento económico y presencia internacional.


[1] Hasta el martes 4 de febrero se contaban 425 muertos en el país y más de 20,400 infectados.

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