El aumento
del racismo y la xenofobia en Estados Unidos en los últimos tres años ha ido de
la mano de un discurso de odio desde la misma Casa Blanca, que ha culpado a los
otros, a los diferentes, a los extranjeros, al mundo en general, de problemas
agudos que tiene ese país, ocasionados por las políticas de sus propias élites
dominantes. Pero siempre es más fácil buscar “chivos expiatorios” como los
migrantes latinoamericanos, los musulmanes, los chinos, los rusos, los
palestinos, etc.
Los
pobrecitos blancos estadounidenses, son sólo unas víctimas de los malvados
extranjeros, no blancos, no cristianos y no judíos (recordemos la sumisión de
Trump a Netanyahu y al lobby pro-Israel) que les quieren destruir su país y su
forma de vida (aquel argumento de Bush de “actúan así porque odian nuestras
libertades”).
Y claro, la
desinformada o mal informada población estadounidense, que cree lo que le dicen
sus gobernantes y los medios de comunicación (que aprueban y defienden las
políticas intervencionistas y explotadoras de su país alrededor del mundo),
consume ese discurso de odio y exclusión; y en ocasiones, actúa en
consecuencia, como en El Paso, Texas.
Pero aquí,
nuestro vasallo gobierno decide que aunque fue un acto terrorista contra los
mexicanos, hay que ser prudentes, no meternos en la política interna de Estados
Unidos (cuando ellos están metidos hasta la cocina en la nuestra), no afectar
la buena relación bilateral (cómo no va a ser buena, si nuestro gobierno hace
todo lo que le ordena Washington). Y, por lo tanto, hay que suavizar la posición
ante la tragedia y porqué no, también culpar a los demócratas, como lo hizo López
Obrador en su conferencia de prensa en Valle de Bravo, recordando la fallida
operación “Rápido y Furioso” que llevó a cabo el gobierno de Obama, al introducir miles
de armas a nuestro país, para supuestamente rastrear las que fueran vendidas a los
cárteles mexicanos del narcotráfico, y a las que finalmente les perdieron la
pista (más de 2500).
Trump debe
estar extasiado, nunca se hubiera imaginado que un gobierno de “izquierda” (ja
ja) en México, fuera más sumiso, más vasallo, más débil, que los neoliberales
que le antecedieron.
Con tal de
tener una muy buena relación con Estados Unidos (es decir que Trump no se enoje
con él), López Obrador está dispuesto a entregar todo (ya no quedaba mucho más
que entregar, después de lo que hicieron los gobiernos neoliberales), como la política
migratoria, la de seguridad (ya se había rendido desde la administración calderonista),
la comercial (ya se había rendido desde el gobierno de Salinas) y también ahora, la defensa de los mexicanos en el exterior.
Eso de que
va Ebrard a consolar a las víctimas a El Paso y a dar instrucciones a los
consulados, no va a disminuir la discriminación hacia los mexicanos; ni tampoco
el gobierno de Estados Unidos se va a molestar en compartir nada de la
investigación del atentado, con su débil vecino del sur.
Todas esas
balandronadas de Ebrard son sólo para tratar de tapar la humillante
subordinación del gobierno mexicano hacia el de Estados Unidos, básicamente por
el temor, el pavor que el jefe del Ejecutivo mexicano le tiene a los arrogantes
vecinos del Norte. Patético.
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