Iconos

Iconos
Zapata

jueves, 11 de julio de 2019

EL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR


Una vez calmadas las aguas después de la intempestiva renuncia del secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, siendo reemplazado por el subsecretario del ramo Arturo Herrera, cabe hacer algunas reflexiones sobre lo sucedido.
Primero, la “curva de aprendizaje” del gobierno de López Obrador (AMLO) está resultando más empinada de lo que se suponía, pues si bien todo nuevo gobierno se encuentra con emergencias, muchos problemas heredados y la necesidad de tomar los bártulos del poder, con la máquina en marcha, no deja de llamar la atención que en poco más de siete meses ya dos miembros del gabinete han renunciado (Josefa González Blanco[1] de Medio Ambiente y el mencionado Urzúa), así como dos miembros del mal llamado “gabinete ampliado” (el director del Seguro Social, Germán Martínez; y el comisionado del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén); además de otros funcionarios menores (como por ejemplo el subsecretario de Turismo, Simón Levy).
En segundo lugar, el “estilo personal” de gobernar de AMLO, caracterizado por su urgencia de cambiar en 5 años y medio un modelo de concentración del ingreso y del poder que tiene 36 años; así como por su tendencia a controlar y centralizar las decisiones, sin brindarle confianza a la mayoría de las instituciones y ni siquiera a la mayoría de sus colaboradores, para delegarles una cuota de poder (económico y político) que les permita intentar llevar a la práctica los objetivos de la llamada Cuarta Transformación de la República; y, un carácter que tiende al egocentrismo[2], está generando continuos choques y diferendos con miembros del gabinete, que tienen personalidades muy fuertes y no están dispuestos a convertirse en “yesmen”; o que en su caso, tienen la suficiente experiencia y calificación profesional como para refutar las directrices presidenciales, al considerarlas inviables o poco “sustentadas”, lo que tarde o temprano lleva a distanciamientos y a las consabidas renuncias, de las cuales, el propio AMLO ha dicho que puede haber más (seguramente por las razones apuntadas antes).
En tercer lugar, AMLO estima que debe cambiar muchas cosas, a fondo, en poco tiempo; y él tiene una visión propia de como hacerlo. Si se requieren cambiar leyes, pues que se haga (a pesar de la dificultad que ello entrañe, sobre todo cuando se trata de cambios constitucionales); si se requiere eliminar estructuras gubernamentales y despedir gente, pues que así sea (sin medir las consecuencias, como en el caso de la Policía Federal, que tuvo que corregirse por las protestas de los elementos de esta corporación); si se necesitan más recursos económicos, pues que se obtengan de donde sea (para construir el aeropuerto de Santa Lucía, o el Tren Maya, etc.).
Todo ello genera una presión enorme sobre un aparato burocrático que fue construido por más de tres décadas, para asegurar el mantenimiento de la política económica neoliberal; el saqueo sistemático de los recursos financieros y naturales del país por grupos políticos, económicos y del crimen organizado, y por la potencia hegemónica (Estados Unidos); y con un entramado jurídico creado para mantener en la impunidad a los beneficiarios de este sistema expoliador.
En cuarto lugar, la conformación de su gabinete, reflejó el tipo de coalición que lo llevó al poder, en donde dio cabida a miembros de lo que él consideró la “mafia del poder”, como su jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, que si bien lo apoya desde el 2012, formó parte de la oligarquía beneficiaria del sistema político y económico del país, y aún tiene fuertes intereses económicos en el sector biotecnológico y agroalimentario; o a críticos de la reforma energética aprobada por Peña Nieto, como la actual secretaría de Energía, Rocío Nahle.
Así, por un lado, se ha conformado un grupo de funcionarios y legisladores que desean cambios moderados en las políticas públicas y que preferirían no confrontar tan decididamente a los “mercados”, a los grandes empresarios, a las trasnacionales, ni a los Estados Unidos. Tales los casos del propio Romo, Urzúa (que ya se fue), Herrera (el nuevo titular de SHCP), Ebrard, Moctezuma, Delgado (líder de los diputados y vinculado a Ebrard), Márquez (en Economía), la presidenta del partido mayoritario, Polevnsky, entre otros.
Por otro lado, hay funcionarios que vienen de las luchas políticas de AMLO, como el director de Pemex, Octavio Romero; o críticos de las “reformas estructurales” de Peña, como Nahle, Bartlett, Muñoz Ledo, Encinas, Luján, etc. que no están dispuestos a seguir con el mismo guion que le han impuesto al país el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la tecnocracia de Hacienda y el Banco de México, y la oligarquía nacional e internacional.
De ahí que, al interior del gobierno de AMLO, se está dando también una lucha entre la visión “moderada” del cambio; y una que intenta profundizarlo mucho más.
López Obrador sabe que un cambio cosmético no lo hará pasar a la historia, y sus bases sociales se lo reprocharán tarde o temprano. Pero también sabe que intentar cambios reales, de fondo a la política económica neoliberal y al entramado de intereses políticos y económicos que todavía manejan al país, requeriría una confrontación de proporciones mayores, que por lo menos por ahora, no se siente con la fuerza suficiente como para llevarla a sus últimas consecuencias.
Pero los intereses que están siendo afectados por algunas de las políticas públicas de AMLO están tratando de sabotear su gobierno, deteniendo mediante el sistema judicial la construcción del aeropuerto de Santa Lucía; y, mediante la activación de los grupos sociales que serán afectados, otros proyectos como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el del Istmo.
Así, AMLO se encuentra en un momento crucial de su presidencia, ya que tiene que cambiar su forma de impulsar las políticas públicas que él cree que transformarán de fondo al país, ya que la manera en que lo ha hecho hasta ahora, no sólo no ha permitido que dichas políticas avancen, sino que ha generado más resistencias de las esperadas.
Sí, debe reconfigurar a su equipo, haciéndolo menos heterogéneo, pero también debe permitir que sus colaboradores lleven a cabo las tareas que les ha encomendado, pues el exceso de centralización en su persona de las decisiones en el aparato de gobierno, está ocasionando su paralización.
Por otro lado, tendrá que decidir pronto si quiere seguir con su esquizofrénica política de seguir apoyando la mayoría de las políticas que dan sustento al Consenso de Washington, y que son la base de la política económica neoliberal; en cuyo caso, buena parte de la transformación de fondo que promete, se quedará en el papel. O decide enfrentar de verdad a los grandes intereses que se han beneficiado de esa política y que mantienen incrustados en su gobierno a representantes suyos, con el evidente objetivo de evitar un giro excesivo del gobierno en contra de ellos.
Una política conciliadora hacia la izquierda un día y a la derecha el otro, sólo genera confusión, no gana adeptos en ninguno de los dos bandos, y tampoco resuelve de fondo los problemas principales del país.
Si AMLO de plano no siente que cuenta con la fuerza política y social suficiente para enfrentar a los beneficiarios del sistema corrupto en el que vivimos, pues será mejor que se acabe de acomodar a esos intereses y que sus discursos contra el neoliberalismo y la “mafia del poder” se queden únicamente como ejemplos de demagogia.[3]


[1] Se ha dicho que fue por haber pedido el retraso del despegue de un avión comercial, pero realmente parece ser que no podía conciliar las presiones para aprobar, por un lado, los proyectos de infraestructura principales del gobierno, sin el debido sustento en materia de impacto ambiental; y por otro, desarrollar una verdadera agenda ambientalista, como se lo exigían los grupos y especialistas dedicados a la materia.
[2] Valoración excesiva de la propia personalidad que lleva a una persona a creerse el centro de todas las preocupaciones y atenciones.
[3] Empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política.

No hay comentarios:

Publicar un comentario