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Zapata

lunes, 21 de marzo de 2016

TRUMP, DOBLADO POR EL LOBBY PRO ISRAEL Y LOS NEOCONSERVADORES

Los supermillonarios judíos (Adelson, Singer, Braman, Saban, etc.), acostumbrados desde hace décadas a comprar candidatos presidenciales y al Congreso, para defender sus intereses y al Estado de Israel; así como el establecimiento político-militar de Washington, en donde el peso específico del ala neoconservadora del Partido Republicano (Kristol, Kagan, Abrams, etc.) domina el escenario; y el poderoso lobby pro Israel, liderado por el American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC), han vivido los últimos nueve meses en franca desesperación, al ver que la pre-candidatura presidencial de Donald Trump ha crecido exponencialmente, sin que ellos puedan controlarla, descarrilarla o detenerla.
Por ello en los últimos dos meses se han dado a la tarea de conformar grupos abiertos (super PACs) y cerrados, con objeto de ver la forma de obligar a Trump a aceptar las prioridades de política que les interesa a estos grupos: intervencionismo militar continuo en el mundo, para asegurar la hegemonía estadounidense; apertura económica total,  que favorece a las finanzas y a los grandes corporativos de Estados Unidos; sumisión absoluta a las directrices del gobierno de Netanyahu en lo relativo a la política de Estados Unidos hacia el Medio Oriente, en materia de terrorismo y de seguridad internacional.
Algunas posiciones de Trump en materia internacional los ha llevado incluso a afirmar que preferirían apoyar a Hillary Clinton en la elección presidencial (el caso de los neoconservadores dirigidos por Kristol y Abrams), tales como su postura “neutral” en el conflicto israelí-palestino; el cierre de bases militares en diversas partes del mundo o al menos la necesidad de que los aliados de Estados Unidos asuman un costo mayor en su manutención; y su no oposición a que Rusia juegue un papel relevante en el conflicto en Siria y en la lucha contra el Estado Islámico.
Pues bien, la estrategia de presión contra Trump (enorme cantidad de anuncios en que se le critica su misoginia, xenofobia e incitación a la violencia a sus seguidores); así como varias reuniones privadas con miembros del establecimiento republicano, han llevado a Trump a reconsiderar su posición en distintos temas, específicamente en el caso del apoyo estadounidense a Israel.
Si bien Trump no ha dejado de afirmar que apoyaría a Israel en todo momento cuando llegue a la presidencia, y se califica como un amigo de Israel y de los judíos (su hija mayor está casada con un judío y ella misma se convirtió al judaísmo), las élites pro Israel de Estados Unidos (las más poderosas en términos de poder económico y de control sobre los medios de comunicación), lo consideran un riesgo, porque no lo pueden controlar a través del dinero, ya que él está financiando su campaña; y al parecer tampoco mediante chantajes de otro tipo (como controlaron a Bill Clinton con el asunto de Mónica Lewinsky).
Por ello han lanzado una campaña mediática muy bien financiada contra Trump; y también política, a través de diversos grupos dentro del Partido Republicano (este 21 de Marzo se reunió con varias personalidades del partido y en otra reunión, con el Consejo Editorial del Washington Post), para obligar a Trump a comprometerse con las prioridades que les importa más.
Así, Trump ya dio nombres de las personas que lo están asesorando en materia de política exterior y de defensa, y que es un pequeño compendio de ex colaboradores de George W. Bush y de los neoconservadores[1], casi tan nocivo como los que acaba de nombrar Ted Cruz para asesorarlo en su campaña (ver en este mismo blog artículo de Jason Ditz; “Cruz Hires Neocon Loons”).
Así también, Trump (como lo hicieron Hillary Clinton, John Kasich y Ted Cruz; siendo la excepción, paradójicamente el único candidato judío, Bernie Sanders) fue a rendirse a los pies del lobby pro Israel en la reunión anual de AIPAC en Washington, en donde cayó en todos los lugares comunes de servilismo de los candidatos presidenciales (y congresionales) a Israel, olvidándose por completo de su “neutralidad” en el conflicto con los palestinos; extendiéndose en su ataque al acuerdo con Irán (además reiterando la mentira de que se le regaló a ese país la suma de 150 mil millones de dólares, cuando en realidad ese dinero era iraní, y estaba congelado por las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU, o sea que tan sólo se le regresó a su legítimo dueño; seguramente Trump se lo hubiera quedado); prometiendo (como lo hicieron Kasich y Cruz) de que se moverá la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén; culpando de todo a los palestinos, a los que señaló reiteradamente de ser los causantes del terrorismo (junto con Irán) y de no haber aceptado las “muy generosas” ofertas de los gobiernos israelíes, etc.
Así, Trump cumplió con la obligación de todo candidato presidencial (y al Congreso) de rendir pleitesía y sumisión a los dueños de Estados Unidos, o sea el lobby pro Israel, sus multimillonarios, los neoconservadores y el complejo militar-industrial y de seguridad.
Se veía realmente cuesta arriba que Trump pudiera enfrentarse al verdadero poder dentro de ese país, no sólo por los enormes recursos que tienen en cuestión financiera, de medios de comunicación y de control sobre buena parte del establecimiento político-militar de Estados Unidos, sino porque ya en estos días le enviaron “mensajes” a Trump de que pueden incluso poner en riesgo su vida y la de su familia, como sucedió cuando un “espontáneo” intentó llegar a Trump en un mitin en Ohio; y en las oficinas de Eric Trump, hijo varón mayor de Trump que juega un papel principal en su campaña, llegó una carta con polvo blanco (que resultó inofensivo, pero bien pudo ser ántrax) con amenazas contra él y su familia.
Todo parece indicar que Trump está comenzando a darse cuenta de que el apoyo popular no será suficiente para derrotar a los grupos de poder político y económico que manejan a la gran potencia, y si quiere llegar a la presidencia tendrá que aceptar doblarse ante ellos y aceptar que no intentará cambiar la estructura fundamental de las relaciones económicas y políticas de Estados Unidos, y a cambio sus negocios privados podrán expandirse; a él le permitirán llegar a la Casa Blanca y llevar a cabo una que otra de sus promesas (como construir el muro y deportar a una parte de los 11.5 millones de indocumentados), y por supuesto dejar en paz a su familia.

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