Los supermillonarios judíos (Adelson, Singer, Braman, Saban,
etc.), acostumbrados desde hace décadas a comprar candidatos presidenciales y
al Congreso, para defender sus intereses y al Estado de Israel; así como el
establecimiento político-militar de Washington, en donde el peso específico del
ala neoconservadora del Partido Republicano (Kristol, Kagan, Abrams, etc.)
domina el escenario; y el poderoso lobby pro Israel, liderado por el
American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC), han vivido los últimos nueve meses en franca
desesperación, al ver que la pre-candidatura presidencial de Donald Trump ha
crecido exponencialmente, sin que ellos puedan controlarla, descarrilarla o
detenerla.
Por ello en los últimos dos meses se han dado a la tarea de
conformar grupos abiertos (super PACs) y cerrados, con objeto de ver la forma
de obligar a Trump a aceptar las prioridades de política que les interesa a estos
grupos: intervencionismo militar continuo en el mundo, para asegurar la
hegemonía estadounidense; apertura económica total, que favorece a las finanzas y a los grandes
corporativos de Estados Unidos; sumisión absoluta a las directrices del
gobierno de Netanyahu en lo relativo a la política de Estados Unidos hacia el
Medio Oriente, en materia de terrorismo y de seguridad internacional.
Algunas posiciones de Trump en materia internacional los ha
llevado incluso a afirmar que preferirían apoyar a Hillary Clinton en la
elección presidencial (el caso de los neoconservadores dirigidos por Kristol y
Abrams), tales como su postura “neutral” en el conflicto israelí-palestino;
el cierre de bases militares en diversas partes del mundo o al menos la
necesidad de que los aliados de Estados Unidos asuman un costo mayor en su manutención;
y su no oposición a que Rusia juegue un papel relevante en el conflicto en
Siria y en la lucha contra el Estado Islámico.
Pues bien, la estrategia de presión contra Trump (enorme
cantidad de anuncios en que se le critica su misoginia, xenofobia e incitación
a la violencia a sus seguidores); así como varias reuniones privadas con
miembros del establecimiento republicano, han llevado a Trump a reconsiderar su
posición en distintos temas, específicamente en el caso del apoyo estadounidense a
Israel.
Si bien Trump no ha dejado de afirmar que apoyaría a Israel
en todo momento cuando llegue a la presidencia, y se califica como un amigo de
Israel y de los judíos (su hija mayor está casada con un judío y ella misma se
convirtió al judaísmo), las élites pro Israel de Estados Unidos (las más
poderosas en términos de poder económico y de control sobre los medios de
comunicación), lo consideran un riesgo, porque no lo pueden controlar a través
del dinero, ya que él está financiando su campaña; y al parecer tampoco
mediante chantajes de otro tipo (como controlaron a Bill Clinton con el asunto
de Mónica Lewinsky).
Por ello han lanzado una campaña mediática muy bien
financiada contra Trump; y también política, a través de diversos grupos dentro
del Partido Republicano (este 21 de Marzo se reunió con varias personalidades
del partido y en otra reunión, con el Consejo Editorial del Washington Post),
para obligar a Trump a comprometerse con las prioridades que les importa más.
Así, Trump ya dio nombres de las personas que lo están asesorando
en materia de política exterior y de defensa, y que es un pequeño compendio de
ex colaboradores de George W. Bush y de los neoconservadores[1],
casi tan nocivo como los que acaba de nombrar Ted Cruz para asesorarlo en su
campaña (ver en este mismo blog artículo de Jason Ditz; “Cruz Hires Neocon Loons”).
Así también, Trump (como lo hicieron Hillary Clinton, John
Kasich y Ted Cruz; siendo la excepción, paradójicamente el único candidato
judío, Bernie Sanders) fue a rendirse a los pies del lobby pro Israel en la
reunión anual de AIPAC en Washington, en donde cayó en todos los lugares
comunes de servilismo de los candidatos presidenciales (y congresionales) a Israel,
olvidándose por completo de su “neutralidad” en el conflicto con los palestinos;
extendiéndose en su ataque al acuerdo con Irán (además reiterando la mentira de
que se le regaló a ese país la suma de 150 mil millones de dólares, cuando en
realidad ese dinero era iraní, y estaba congelado por las sanciones impuestas
por el Consejo de Seguridad de la ONU, o sea que tan sólo se le regresó a su
legítimo dueño; seguramente Trump se lo hubiera quedado); prometiendo (como lo
hicieron Kasich y Cruz) de que se moverá la embajada de Estados Unidos de Tel
Aviv a Jerusalén; culpando de todo a los palestinos, a los que señaló
reiteradamente de ser los causantes del terrorismo (junto con Irán) y de no
haber aceptado las “muy generosas” ofertas de los gobiernos israelíes, etc.
Así, Trump cumplió con
la obligación de todo candidato presidencial (y al Congreso) de rendir pleitesía
y sumisión a los dueños de Estados Unidos, o sea el lobby pro Israel, sus
multimillonarios, los neoconservadores y el complejo militar-industrial y de
seguridad.
Se veía realmente cuesta arriba que Trump pudiera enfrentarse
al verdadero poder dentro de ese país, no sólo por los enormes recursos que
tienen en cuestión financiera, de medios de comunicación y de control sobre
buena parte del establecimiento político-militar de Estados Unidos, sino porque
ya en estos días le enviaron “mensajes” a Trump de que pueden incluso poner en
riesgo su vida y la de su familia, como sucedió cuando un “espontáneo” intentó
llegar a Trump en un mitin en Ohio; y en las oficinas de Eric Trump, hijo varón
mayor de Trump que juega un papel principal en su campaña, llegó una carta con
polvo blanco (que resultó inofensivo, pero bien pudo ser ántrax) con amenazas
contra él y su familia.
Todo parece indicar que Trump está comenzando a darse cuenta
de que el apoyo popular no será suficiente para derrotar a los grupos de poder
político y económico que manejan a la gran potencia, y si quiere llegar a la
presidencia tendrá que aceptar doblarse ante ellos y aceptar que no intentará
cambiar la estructura fundamental de las relaciones económicas y políticas de
Estados Unidos, y a cambio sus negocios privados podrán expandirse; a él le
permitirán llegar a la Casa Blanca y llevar a cabo una que otra de sus promesas
(como construir el muro y deportar a una parte de los 11.5 millones de indocumentados),
y por supuesto dejar en paz a su familia.
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