Esta mañana se registraron tres explosiones (dos en el
aeropuerto de Bruselas y una en la estación del Metro Maalbeek) en la capital
de Bélgica, dejando hasta el momento 34 muertos y 170 heridos.
Todo parece indicar que estos atentados estaban preparados con
antelación, pues suceden en el inicio de la Semana Santa cuando los aeropuertos
registran mayor movimiento y las capitales europeas, como Bruselas, reciben
visitantes de diversas partes del mundo, aprovechando los días de asueto de la
Semana Mayor.
Sin embargo, es factible que dichos atentados se hayan
realizado con mayor anticipación, a raíz del arresto el viernes pasado en
Bruselas de Salah Abdeslam, acusado de haber participado en los atentados de
Paris, el 13 de noviembre del año pasado; por lo cual la autoría recaería en el
Estado Islámico, nuevamente.
Según las agencias de seguridad e inteligencia del mundo
occidental, era factible que se registraran nuevos atentados terroristas en
Europa o Estados Unidos, como represalia por las acciones militares llevadas a
cabo por los países occidentales contra el Estado Islámico (aunque la realidad
es que han sido el ejército sirio, los rusos, iraquíes y kurdos quienes han
hecho retroceder a los radicales islámicos en Siria e Irak) y con objeto de generar un mayor apoyo de los
grupos radicales al Estado Islámico, que ahora está buscando
establecer su principal base de operaciones en Libia.
Estos atentados también dan nuevo oxígeno a la estrategia de
los neoconservadores, el complejo militar-industrial de Estados Unidos, Arabia
Saudita, Turquía, las petromonarquías del Golfo, Israel, Egipto y Jordania, de
evitar que el mundo occidental se retire, así sea parcialmente, del escenario
de conflicto del Medio Oriente, en donde el principal objetivo de estos actores
es derrocar a Bashar el Assad (que ahora ha encontrado un espacio de maniobra
con el cese al fuego parcial y las conversaciones de paz en Ginebra), acorralar
de nuevo a Irán y al Hezbollah.
Así, los grupos radicales islámicos (Estado Islámico, Al
Qaeda y sus derivaciones como Al Nusra; Al Shram, Boko Haram, Al Shabab, etc.)
no sólo representan una vertiente político, ideológica y religiosa extrema de
la rama sunnita del Islam, sino también juegan un papel estratégico en las
luchas de poder entre diversos países que se disputan el liderazgo de ciertas
regiones geopolíticas (Cercano Oriente y Norte de Africa; Africa Occidental;
Africa subsahariana), y que utilizan al terrorismo como justificación o
vehículo de sus propios intereses y ambiciones.
De ahí que plantear la lucha o “guerra” contra el terrorismo
como el enfrentamiento entre países y gobiernos “buenos” y grupos extremistas “malos”,
es un maniqueísmo que no sirve más que para propósitos propagandísticos, pero
que no se ajusta a la realidad, en donde países, gobiernos e incluso
determinados grupos de poder dentro de esos países, usan al terrorismo como
herramienta para hacer avanzar sus intereses y objetivos políticos y económicos
de dominación.
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