Iconos

Iconos
Zapata

domingo, 6 de marzo de 2016

LOS NEOCONSERVADORES, EL GOBIERNO DE ISRAEL Y EL COMPLEJO-MILITAR INDUSTRIAL

La intervención rusa en Siria, desde septiembre del año pasado; la reticencia de Barack Obama a iniciar una nueva guerra en Medio Oriente contra Irán; el ascenso de un populista-nacionalista en el bando republicano, como Donald Trump; y el repudio de la mayoría de los estadounidenses a seguir inmiscuyéndose en aventuras militares en el exterior y a avalar una globalización económica salvaje, están minando seriamente los objetivos estratégicos de tres poderosos actores de la escena internacional, que se han beneficiado en las últimas dos décadas de la guerra interminable contra el “terrorismo” y de la expansión sin límites del capitalismo financiero especulativo, cuyo centro es Nueva York (y Londres como segunda plaza importante): los neoconservadores (y sus aliados del lobby pro Israel), el gobierno de Benjamín Netanyahu y el complejo militar-industrial-de seguridad de Estados Unidos (con sus socios israelíes, británicos, franceses y alemanes).
Tanto el establecimiento político-militar de Israel, como sus aliados neoconservadores en el de Estados Unidos, han planteado, desde hace más de 3 décadas (Plan de Oded Yinon de 1982[1]; el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense de 1997[2], dirigido por William Kristol y Robert Kagan), que era necesario balcanizar el Medio Oriente, para así asegurar la hegemonía estadounidense e israelí en la región, manteniendo la ventaja militar de Tel Aviv sobre todos sus rivales del área (aprovechando al mismo tiempo para impulsar el proyecto del “Gran Israel”, a expensas de los territorios ocupados palestinos, de más territorio en Siria –adicional a las alturas del Golán- y posiblemente en el Sur de Líbano), y evitando que otras potencias extra regionales pudieran disputar la preeminencia estadounidense en la zona.
El 2 de Marzo del 2007, el General Wesley Clark (retirado), quien fuera el comandante de la OTAN durante la Guerra de Kosovo (1996-1999), afirmó en una entrevista televisiva que en el 2001 le comentaron en el Pentágono que Estados Unidos estaba preparándose para invadir 7 países en el Medio Oriente, en los siguientes 5 años: Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán[3].
Así, comenzando con la ofensiva contra Afganistán en 2001; la invasión de Irak en 2003; la guerra civil en Somalia y la intervención del ejército etíope en la misma (2006-2009);  la falsa “Primavera Arabe” iniciada en 2011, que llevó a la intervención de la OTAN para derrocar a Muammar Khadaffi en Libia; la partición de Sudán en dos estados, ese mismo año[4]; y el inicio de la “rebelión” contra Bashar Assad en Siria, financiada y alentada desde Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudita, Qatar e Israel, que ha ocasionado una destrucción mayor en dicho país; los ataques de los grupos terroristas sunnitas, apoyados por Israel y Arabia Saudita (como Al Nusra) para combatir al Hezbollah en la frontera sirio-libanesa; más el surgimiento del Estado Islámico (tolerado y/o apoyado a trasmano por Turquía, las petromonarquías del Golfo, Arabia Saudita e Israel) para atacar a Irak (gobierno de mayoría chiíta), así como al de Bashar Assad, ambos aliados de Irán, demuestra fehacientemente que los planes de los neoconservadores estadounidenses, sin importar que estuviera Bush u Obama al frente de la Casa Blanca, y de los gobiernos likudistas de Israel (con Sharon primero y después con Netanyahu), han ido avanzando en la región en estos últimos años.
Así también, la “amenaza terrorista” que se ha mantenido en los primeros planos mundiales desde el 9/11, más la “nueva guerra fría” impulsada desde Washington contra Moscú, mantuvieron en permanente alza los presupuestos militares de Estados Unidos y sus aliados entre 2001 y 2014, permitiendo así que el complejo militar-industrial-de seguridad (CMIS) siguiera obteniendo ganancias y contratos multianuales billonarios[5].
Sin embargo, no todo fue “miel sobre hojuelas”, ya que Barack Obama y sus más cercanos colaboradores ya no estuvieron dispuestos a seguir desangrando el erario estadounidense y poniendo en riesgo la vida de los soldados de ese país, para favorecer los intereses de los neoconservadores, del gobierno de Netanyahu, de las petromonarquías del Golfo, de Arabia Saudita y del complejo militar-industrial y de seguridad, por lo que en principio disminuyó el presupuesto como proporción del PIB para las fuerzas armadas[6], con el famoso “secuestro”, o sea reducciones automáticas y programadas en temas sociales y militares, para disminuir el déficit presupuestal y la deuda pública; y al mismo tiempo inició una estrategia de desactivación de conflictos, para evitar nuevas intervenciones militares estadounidenses en el exterior, destacando el caso de Irán y la negociación del acuerdo para mantener en el ámbito civil su programa nuclear (2015).
Por otro lado, el hartazgo de una parte de la población estadounidense con el aventurerismo militar en el exterior, más los excesos de la globalización económica, que han afectado la base industrial de los Estados Unidos, permitieron el auge del mensaje populista-nacionalista-xenófobo de un destacado miembro de la élite estadounidense (Donald Trump), que ahora encabeza una facción creciente dentro del electorado de ese país, que en principio se opone a varios de los objetivos de los neoconservadores (y del influyente lobby pro Israel), de Benjamín Netanyahu y del CMIS; tales como seguir interviniendo en el Medio Oriente en conflictos como los de Siria o Afganistán, aunque favorece la presencia militar estadounidense para destruir al Estado Islámico, con la diferencia de que está dispuesto a coordinarse con Rusia para ello, algo que los neoconservadores repudian, pues ven a Vladimir Putin como el principal obstáculo para sus objetivos regionales y mundiales.
Así también, Trump no está dispuesto a seguir pagando por cientos de bases militares en todo el mundo, si no aportan para ello los países en las que están ubicadas (como Japón, Corea del Sur, Alemania), lo que para los neoconservadores es un anatema, pues esas bases realmente no están para ayudar a “proteger” a dichos países, sino como avanzada de la hegemonía militar, económica y política de Estados Unidos, y por lo tanto, en realidad son bases de intimidación y ocupación, y no tanto de ayuda para la defensa de dichos países.
Así también, Trump pretende (al menos discursivamente) atacar la globalización económica, repudiando tratados de libre comercio como el NAFTA (por sus siglas en inglés) y el Transpacífico (TPP), lo que implicaría torpedear toda la estrategia de hegemonía económica diseñada e instrumentada por las grandes corporaciones globales de Estados Unidos, y de la que el Consejo de Relaciones Exteriores (financiado por la familia Rockefeller), constituye uno de los articuladores principales.
Para colmo, Trump pretende “llevarse bien” con Putin que es la “bestia negra” de los neoconservadores, el lobby pro Israel, Benjamín Netanyahu y el CMIS, pues la intervención rusa en Siria en favor de Assad, más la formación de la alianza entre estos dos actores con Irán, Irak y el Hezbollah, ha impedido la realización de los planes de balcanización y partición de Siria, con la consiguiente deposición (y posible asesinato) de Bashar Assad; además de que Putin en dos ocasiones ha evitado que Estados Unidos, los neoconservadores y sus aliados rusos y ruso-israelíes (principalmente los llamados oligarcas), arrastren a Moscú a guerras en Georgia (en donde la agresión georgiana fue detenida por el ejército ruso, por el conflicto en Osetia del Sur  en 2008); y en Ucrania, después del golpe de Estado contra el presidente Yanukovich en 2014, que permitió a Estados Unidos y la Unión Europea imponer un gobierno subordinado a sus intereses, y que estaba dispuesto a acabar militarmente con la resistencia de las provincias del Este, de mayoría étnica rusa, lo que Putin evitó otra vez; primero logrando la anexión pacífica de Crimea, y después apoyando a las regiones de Donetsk y Lugansk contra la agresión ucraniana, hasta alcanzar un intermitente cese al fuego.
Es por ello que los neoconservadores, el CMIS y el lobby pro Israel están dispuestos a financiar a cuanto candidato puedan (Marco Rubio, Ted Cruz, y del lado demócrata Hillary Clinton), o a inventarlo (Michael Bloomberg, Paul Ryan), e incluso tirar la candidatura de Trump en la misma convención republicana de Cleveland, con tal de detenerlo.
En las redes sociales se comienza a hablar de que Trump debería cuidarse de “accidentes” o “locos” que pudieran hacer peligrar su vida.
 Ello a pesar de que Trump ha manifestado su vehemente rechazo al acuerdo con Irán (lo que es un elemento fundamental dentro de la estrategia neoconservadora, del lobby pro Israel y de Netanyahu); mantiene su indeclinable apoyo a Israel (con la pequeña diferencia de que en el conflicto con los palestinos sería “neutral”; otro anatema para Netanyahu y el lobby pro Israel, que demandan absoluta sumisión estadounidense a Israel en ese tema); y recordemos que su hija mayor está casada con un acaudalado miembro de la comunidad judía neoyorquina, y ella misma se convirtió al judaísmo (algo que por cierto casi ningún “gentil” está autorizado a hacer, a menos claro que sea hija de un multimillonario estadounidense).
Así, en los próximos meses los neoconservadores, el lobby pro Israel, el gobierno de Benjamín Netanyahu y el CMIS, se juegan buena parte de su futuro, pues el conflicto en Siria sigue caminando en favor de los intereses estratégicos de Rusia, Siria e Irán, ya que el cese de hostilidades está afectando más a los grupos terroristas apoyados por la coalición anti-Assad, que a la coalición liderada por Rusia e Irán; así también, las elecciones presidenciales en Estados Unidos siguen planteando la posibilidad de un triunfo de Trump, con lo que los objetivos de los neoconservadores y de Netanyahu podrían verse obstaculizados por varios años; y si a ello se le suma el fortalecimiento que todo esto brinda a Putin internamente, con lo que bien podría reelegirse en el 2018, podría detener por completo, y quizás hacer retroceder los planes de balcanización del Medio Oriente; de consolidación de una globalización económica, pero principalmente financiera, salvaje; y de crecimiento ininterrumpido de los presupuestos militares.
De ahí que la desesperación puede llevar a neoconservadores, lobby pro Israel, Netanyahu y CMIS a realizar acciones más arriesgadas: nuevas provocaciones a Rusia para llevarla a situaciones límite; inicio de otro tipo de conflictos para alimentar el escalamiento militar, como con Corea del Norte; el resurgimiento de “ataques terroristas” en capitales de Occidente; e incluso un posible magnicidio, que favorezca los intereses de estos actores. Y todo ello pondría nuevamente a la paz mundial en entredicho.



[1] http://www.informationclearinghouse.info/pdf/The%20Zionist%20Plan%20for%20the%20Middle%20East.pdf
[2] https://en.wikipedia.org/wiki/Project_for_the_New_American_Century
[3] https://www.youtube.com/watch?v=3HZ9FZdblrM
[4] https://www.youtube.com/watch?v=Lunyf3haJQg
[5] http://www.datosmacro.com/estado/gasto/defensa/usa
[6] Ibídem.

No hay comentarios:

Publicar un comentario