Venezuela: rumbo incierto
EDITORIAL DE LA JORNADA
8 de Diciembre de 2015
La presidencia de Nicolás Maduro y el proyecto chavista sufrieron una
significativa derrota política en las elecciones legislativas del pasado
domingo, en las que la coalición oficialista Gran Polo Patriótico Simón Bolívar
(GPPSB) experimentó un retroceso que lo coloca en minoría en la Asamblea
Nacional. En contraste, las oposiciones, aliadas en la Mesa de Unidad
Democrática (MUD), lograron hacerse con un completo control del Legislativo,
que implica las dos terceras partes de la cámara, con lo que están en capacidad
de remover a los ministros del Tribunal Supremo de Justicia y a los rectores
del Consejo Nacional Electoral, promover referendos y reformas
constitucionales, destituir al vicepresidente de la república y someter a
consulta tratados, convenios y acuerdos internacionales.
En la práctica, esta mayoría opositora puede
cambiar las leyes que dan sustento a los programas sociales del chavismo en
materia de trabajo, vivienda, abasto, alimentación y salud, liquidar las
relaciones comerciales, tecnológicas y culturales con Cuba y, en el extremo,
llamar a una nueva asamblea constituyente; en suma, introducir un viraje
político e institucional sin precedentes con respecto al programa de
transformaciones políticas, económicas y sociales emprendido a partir de 1999,
cuando Hugo Chávez llegó por primera vez a la presidencia.
Aunque al término de los comicios tanto el
presidente Maduro como la dirigencia de la oposición hicieron llamados a la
unidad nacional y a la reconciliación, el hecho es que la derrota del chavismo
gobernante ocurre en un país polarizado y dividido, y que la convivencia entre
un Ejecutivo progresista y un Legislativo dominado por la derecha neoliberal
–hegemónica en la MUD, por más que en ella participen otras corrientes–
difícilmente habrá de ser armónica. En otros términos, los comicios del domingo
y su resultado no parecen un buen punto de partida para superar la crisis en
que se encuentra la nación sudamericana. De hecho, algunos de los líderes
opositores han reconocido que el éxito electoral de su formación no va a
traducirse en una normalización económica a corto plazo.
La reconciliación nacional parece incluso más
improbable, tanto en lo institucional como en las calles. Los principales jefes
de la oposición no ocultan su profundo rechazo a las políticas sociales y
populares del gobierno bolivariano. Por su parte, los núcleos populares del
chavismo no olvidarán fácilmente que la victoria de la oposición fue en buena
medida construida –sin ignorar las insuficiencias, los errores y el desgaste
del régimen– mediante una guerra económica y financiera y sendas campañas de
desestabilización política y de descrédito internacional emprendidas con el
activo respaldo del gobierno estadunidense, de las derechas españolas y
latinoamericanas y de medios internacionales que distorsionaron en forma
sistemática la situación interna venezolana.
Por otra parte, la derrota electoral del chavismo
tendrá un impacto regional en un entorno en el que los principales proyectos
gubernamentales con énfasis social y defensores de la soberanía nacional se
encuentran en franco retroceso: hace unas semanas el kirchnerismo perdió la
presidencia en Argentina y Dilma Rousseff se encuentra políticamente acorralada
en Brasil. En tal circunstancia resulta inevitable un fortalecimiento regional
de las tendencias oligárquicas y neoliberales que durante tres lustros fueron
sometidas y mantenidas a raya en buena parte del subcontinente.
Asimismo, ante el auge de fórmulas pro
estadunidenses, como la que representan el presidente electo argentino,
Mauricio Macri, y los opositores venezolanos, cabe preguntarse por el destino
de foros internacionales como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (Alba) e incluso la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (Celac), concebida e impulsada en la década anterior por los
gobiernos progresistas de la región como un espacio en el que Washington no
pudiera ejercer una influencia decisiva como la que posee en la Organización de
Estados Americanos (OEA).
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