LA PARTICIÓN DE SIRIA
La caída de la ciudad de Palmyra en manos del Estado
Islámico, marca un giro fundamental en el conflicto sirio, pues el ejército de
Bashar el Assad al parecer ha decidido defender las zonas donde se concentra la
mayoría de la población, y en especial
los alawitas, en el suroeste y oeste del país, y dejar el resto del territorio en
manos del Estado Islámico, el frente Al Nusra (aliado de Israel), los grupos de
rebeldes apoyados por Estados Unidos y la minoría kurda (en el Norte del país,
en la frontera con Turquía)[1]
.
Así, Assad ha decidido (quizás en acuerdo con sus aliados
iraníes, rusos y del Hezbollah) concentrar sus esfuerzos en defender la capital
Damasco, y las ciudades de Hama y Homs, así como los puertos de Latakia y
Tartus, con objeto de evitar un mayor desgaste de su ejército defendiendo
ciudades alejadas de sus principales bases como Aleppo o la propia Palmyra.
Así también, los aliados de Bashar el-Assad, los milicianos
de Hezbollah se enfrentan a Al Nusra y a otros grupos rebeldes en la frontera
sirio-libanesa y en la frontera de las alturas del Golán (ocupadas por Israel,
desde donde apoya a Al Nusra), lo que ha debilitado su posición militar en el
Sur de Líbano, lo que en los próximos meses será aprovechado por Israel para
iniciar ataques aéreos (por lo menos) para golpear la infraestructura de
Hezbollah en la frontera libanesa-israelí y al mismo tiempo apoyar a Al Nusra.
De ahí que la visita del secretario de Estado John Kerry a
Sochi para entrevistarse con el presidente Putin a mediados de este mes de
mayo, pareciera representar una jugada de Washington para realizar una especie
de “quid pro quo” con Moscú.
En este caso Obama habría propuesto a Putin suavizar la
presión occidental en Ucrania, por ejemplo dando un apoyo explícito a los
acuerdos Minsk 2 por parte de Washington y señalando públicamente al presidente
Poroschenko de Ucrania que no debe intentar recuperar posiciones militares en
Donetsk, a cambio de que Moscú convenciera a Bashar el Assad de aceptar la
pérdida de las dos terceras partes de Siria en manos de los rebeldes tanto del
Estado Islámico, como de Al Nusra, los kurdos y los apoyados y entrenados por
los propios Estados Unidos.
Sin embargo, si bien al parecer hubo un acuerdo inicial en
ese sentido, no lo hubo en lo relativo a la demanda rusa de levantar las
sanciones económicas en contra de Rusia por el conflicto en Ucrania, por un
lado; ni sobre la exigencia de Washington de llegar a un acuerdo para la salida
de Assad del poder y el establecimiento de un gobierno de transición en Siria,
por el otro lado.
Lo grave de esta situación es que si Assad logra permanecer
en el suroeste y oeste de Siria, apoyado por Irán y Rusia, la guerra se va a intensificar
en esa zona, pues los opositores de Assad y sus aliados externos lo tendrán
acorralado en un espacio relativamente pequeño en donde podrán golpearlo
militarmente una y otra vez, con lo que la tragedia humanitaria de la población
siria se intensificará.
Así también, el Estado Islámico tendrá un amplio territorio
donde podrá operar dentro de Siria, desde donde seguirá realizando operaciones
hacia el interior de Irak y con ello la guerra permanente en esa zona mantendrá
el caos y la destrucción en el corazón mismo del Medio Oriente.
Y una vez más el ganador de toda esta situación será Israel,
contra quien los terroristas del Estado Islámico no ejercen ninguna presión, ni
pretenden realizar ningún ataque (sus objetivos son primordialmente las
poblaciones chiítas y cristianas de Siria e Irak); además los israelíes son
aliados del Frente Al Nusra (a su vez aliados de Al Qaeda), cuyo objetivo
militar es destruir el régimen de Bashar el Assad y a sus aliados chiítas de
Hezbollah; y también resultan beneficiados en esta situación otros aliados de
Tel Aviv, los kurdos, que podrán retener sus territorios en el Norte, fuera
del alcance del gobierno sirio.
Así, el aparente caos en el Medio Oriente en donde todos
parecieran pelear contra todos, tiene una lógica muy clara: la destrucción de
los que el régimen de Tel Aviv considera sus competidores estratégicos en la
región, Irán sus aliados.
Los grupos terroristas como el Estado Islámico y Al Nusra,
sirven a Israel como sus tropas contra el régimen de Bashar el Assad, Hezbollah
y las milicias chiítas de Irak. Y ahora también, las dictaduras sunnitas de la
región están formando un ejército multinacional para combatir a Irán y sus
aliados, con lo que Israel no tiene que gastar un solo dólar o exponer un solo soldado
para deshacerse de sus competidores estratégicos.
Y ahora al parecer, Tel Aviv le va a cobrar caro a Washington
el acuerdo firmado con Irán sobre su programa civil nuclear, pues todo indica
que el gobierno de Obama está dispuesto a “comprar” si no la aceptación de
Israel al acuerdo, al menos un silencio táctico hasta que termine la
administración de Obama, a cambio de varios miles de millones de dólares de
equipo y armamento sofisticado que Estados Unidos proporcionará a Israel en los
próximos meses (a cuenta de los contribuyentes estadounidenses), y que
seguramente será utilizado en nuevas invasiones genocidas de Israel en Gaza,
Cisjordania y el sur de Líbano.
Sin duda, el gran ganador en el Medio Oriente sigue siendo
Israel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario