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Zapata

lunes, 25 de mayo de 2015

LA PARTICIÓN DE SIRIA

La caída de la ciudad de Palmyra en manos del Estado Islámico, marca un giro fundamental en el conflicto sirio, pues el ejército de Bashar el Assad al parecer ha decidido defender las zonas donde se concentra la mayoría de la población,  y en especial los alawitas, en el suroeste y oeste del país, y dejar el resto del territorio en manos del Estado Islámico, el frente Al Nusra (aliado de Israel), los grupos de rebeldes apoyados por Estados Unidos y la minoría kurda (en el Norte del país, en la frontera con Turquía)[1] .
Así, Assad ha decidido (quizás en acuerdo con sus aliados iraníes, rusos y del Hezbollah) concentrar sus esfuerzos en defender la capital Damasco, y las ciudades de Hama y Homs, así como los puertos de Latakia y Tartus, con objeto de evitar un mayor desgaste de su ejército defendiendo ciudades alejadas de sus principales bases como Aleppo o la propia Palmyra.
Así también, los aliados de Bashar el-Assad, los milicianos de Hezbollah se enfrentan a Al Nusra y a otros grupos rebeldes en la frontera sirio-libanesa y en la frontera de las alturas del Golán (ocupadas por Israel, desde donde apoya a Al Nusra), lo que ha debilitado su posición militar en el Sur de Líbano, lo que en los próximos meses será aprovechado por Israel para iniciar ataques aéreos (por lo menos) para golpear la infraestructura de Hezbollah en la frontera libanesa-israelí y al mismo tiempo apoyar a Al Nusra.
De ahí que la visita del secretario de Estado John Kerry a Sochi para entrevistarse con el presidente Putin a mediados de este mes de mayo, pareciera representar una jugada de Washington para realizar una especie de “quid pro quo” con Moscú.
En este caso Obama habría propuesto a Putin suavizar la presión occidental en Ucrania, por ejemplo dando un apoyo explícito a los acuerdos Minsk 2 por parte de Washington y señalando públicamente al presidente Poroschenko de Ucrania que no debe intentar recuperar posiciones militares en Donetsk, a cambio de que Moscú convenciera a Bashar el Assad de aceptar la pérdida de las dos terceras partes de Siria en manos de los rebeldes tanto del Estado Islámico, como de Al Nusra, los kurdos y los apoyados y entrenados por los propios Estados Unidos.
Sin embargo, si bien al parecer hubo un acuerdo inicial en ese sentido, no lo hubo en lo relativo a la demanda rusa de levantar las sanciones económicas en contra de Rusia por el conflicto en Ucrania, por un lado; ni sobre la exigencia de Washington de llegar a un acuerdo para la salida de Assad del poder y el establecimiento de un gobierno de transición en Siria, por el otro lado.
Lo grave de esta situación es que si Assad logra permanecer en el suroeste y oeste de Siria, apoyado por Irán y Rusia, la guerra se va a intensificar en esa zona, pues los opositores de Assad y sus aliados externos lo tendrán acorralado en un espacio relativamente pequeño en donde podrán golpearlo militarmente una y otra vez, con lo que la tragedia humanitaria de la población siria se intensificará.
Así también, el Estado Islámico tendrá un amplio territorio donde podrá operar dentro de Siria, desde donde seguirá realizando operaciones hacia el interior de Irak y con ello la guerra permanente en esa zona mantendrá el caos y la destrucción en el corazón mismo del Medio Oriente.
Y una vez más el ganador de toda esta situación será Israel, contra quien los terroristas del Estado Islámico no ejercen ninguna presión, ni pretenden realizar ningún ataque (sus objetivos son primordialmente las poblaciones chiítas y cristianas de Siria e Irak); además los israelíes son aliados del Frente Al Nusra (a su vez aliados de Al Qaeda), cuyo objetivo militar es destruir el régimen de Bashar el Assad y a sus aliados chiítas de Hezbollah; y también resultan beneficiados en esta situación otros aliados de Tel Aviv, los kurdos, que podrán retener sus territorios en el Norte, fuera del alcance del gobierno sirio.
Así, el aparente caos en el Medio Oriente en donde todos parecieran pelear contra todos, tiene una lógica muy clara: la destrucción de los que el régimen de Tel Aviv considera sus competidores estratégicos en la región, Irán sus aliados.
Los grupos terroristas como el Estado Islámico y Al Nusra, sirven a Israel como sus tropas contra el régimen de Bashar el Assad, Hezbollah y las milicias chiítas de Irak. Y ahora también, las dictaduras sunnitas de la región están formando un ejército multinacional para combatir a Irán y sus aliados, con lo que Israel no tiene que gastar un solo dólar o exponer un solo soldado para deshacerse de sus competidores estratégicos.
Y ahora al parecer, Tel Aviv le va a cobrar caro a Washington el acuerdo firmado con Irán sobre su programa civil nuclear, pues todo indica que el gobierno de Obama está dispuesto a “comprar” si no la aceptación de Israel al acuerdo, al menos un silencio táctico hasta que termine la administración de Obama, a cambio de varios miles de millones de dólares de equipo y armamento sofisticado que Estados Unidos proporcionará a Israel en los próximos meses (a cuenta de los contribuyentes estadounidenses), y que seguramente será utilizado en nuevas invasiones genocidas de Israel en Gaza, Cisjordania y el sur de Líbano.
Sin duda, el gran ganador en el Medio Oriente sigue siendo Israel.

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