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Zapata

viernes, 21 de marzo de 2014

Colosio (21 de Marzo 2014)

El próximo domingo 23 de Marzo se cumplen 20 años del asesinato del que fuera en 1994 el candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en Lomas Taurinas, Tijuana.

Sería muy largo y repetitivo reproducir aquí los hechos y la investigación, si es que se le puede llamar así, que se realizó a raíz del atentado, el cual puso en crisis al sistema político mexicano.

Sin embargo, sí hay que subrayar que después de que Colosio fue baleado por Mario Aburto, la escena del crimen no fue preservada en lo absoluto, la investigación nunca pasó por las autoridades locales, como debía suceder según la ley (ya que Colosio no era en ese momento un funcionario federal, y en todo caso la PGR podía atraer el caso, pero sólo después de que la autoridad municipal hubiera iniciado la investigación), y en cambio tanto el equipo de seguridad del candidato (formado por miembros del Estado Mayor Presidencial), como del mismo PRI de Baja California (el Grupo Tucán, varios miembros del cual serían después acusados de formar parte de un complot para asesinar a Colosio, y posteriormente exculpados), así como miembros de la policía local quedaron a cargo de la zona, después de que cientos de personas pasaron por encima de posibles evidencias, y de que mucha gente tocó y supuestamente ayudó a llevar al candidato baleado al automóvil en que sería trasladado al hospital (uno de ellos fue el agente del CISEN José Antonio Sánchez Ortega, de gran parecido con Aburto y quien fue detenido por la Policía Judicial del estado, dando positivo en la prueba de radizonato de sodio, pero siendo liberado posteriormente por la intervención de la PGR y del propio CISEN).

En suma, desde el momento mismo del atentado, toda la investigación criminal estuvo contaminada. Peor aún fue después cuando el entonces presidente Carlos Salinas decidió intervenir, y si bien envió al procurador general de la República Diego Valadés a hacerse cargo de la investigación, también envió al gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones (estado del que era originario Colosio), a tomar el "control político" de la situación, lo que derivó en que este personaje (hoy Coordinador de los Diputados Federales del PRI, y pieza clave en la aprobación sin discusión, ni análisis de las principales reformas constitucionales enviadas por Peña Nieto al Congreso) se encargara de "interrogar" a Mario Aburto.

La viuda de Colosio, Diana Laura Riojas, siempre estuvo convencida de que el asesinato de su esposo fue un complot urdido en las altas esferas del gobierno mexicano, y por lo mismo exigió al presidente Salinas que una persona de su confianza encabezara las investigaciones. Escogió al jurista y ex diputado federal, Miguel Montes, quien en pocos días estableció que los propios miembros del equipo privado de seguridad que había contratado el PRI, conocido como Tucán (entre quienes estaba su coordinador, José Rodolfo Rivapalacio Tinajero) habían facilitado la acción de Aburto para balear a Colosio.

Sin embargo, sólo 3 meses y medio después, Montes se desdijo (y los detenidos fueron puestos en libertad), terminando con la versión del complot e iniciando la del asesino solitario, que los restantes encargados de la investigación (Olga Islas de González Mariscal, Pablo Chapa Bezanilla y Luis Raúl González Pérez), ya no pudieron cambiar (a pesar de que Chapa intentó retomar la hipótesis del complot), quedando como único autor del hecho Mario Aburto.

Como ya mencionamos en un artículo anterior en este blog (Sin memoria 12 de febrero de 2014), la lucha interna por el poder dentro del gobierno de Carlos Salinas de Gortari fue la causa principal que llevó al asesinato de Colosio.

Si bien Colosio fue durante toda su carrera un burócrata que cumplía las órdenes de sus superiores, especialmente las de su mentor Carlos Salinas, y no se atrevía a contradecir o sugerir una política o un curso de acción diferente al que señalaban sus jefes (en resumidas cuentas era un "yesman" que no se movía, si no se lo ordenaban), en el momento en que fue nombrado candidato presidencial, surgió en él la ambición de todo político mexicano, que es la de ser el "mandamás", el que dicta la última palabra, el que decide.

Y es que en la política mexicana, como lo decía el eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) Fidel Velásquez, "el que se mueve, no sale en la foto". Esto es, aquél que tiene "ideas propias", que pretende ser "protagonista", que es proactivo, que se atreve a ir hacia adelante, normalmente está condenado a que sus jefes, primero y sus propios compañeros de equipo después, lo saquen de la jugada, pues en México no se vale tener ideas que no sean las del jefe, no se vale saber o pretender saber más que el jefe, no se puede actuar si el jefe no "lo pensó antes", o lo "propuso". En suma, si se quiere hacer carrera política en México, la única forma es haciéndose una lobotomía, siendo abyectamente servil hacia el jefe y los poderosos en turno y esperando a que ellos mismos abran las puertas de los puestos superiores, para entonces sí, comenzar a tener "ideas propias" y a proponer políticas.

Para esto pueden pasar años, décadas, en que el ambicioso político tiene que matar su personalidad y sus ansias de sobresalir, dejando todo el campo al jefe. Y en el camino, debe ir derrotando posibles competidores dentro del propio equipo, así como a los de los equipos contrarios. De ahí que, después de ese esfuerzo de años, en que además ha debido tragarse las burlas, los regaños, la soberbia y los abusos del jefe y de otros miembros cercanos al que manda, en el momento en que le llega su oportunidad de mandar, de ser obedecido, de decidir él qué es lo que se hará, viene un cambio de personalidad brusco. Y así, aquél que todos pensaban era un apagado, un servil, un tonto, un "yesman", de un día para otro se convierte en un "genio" que lo sabe todo, y exige que se le rinda pleitesía, gracias a su nuevo status.

Pues bien, eso fue lo que le sucedió a Colosio con Salinas y Córdoba. Estos dos individuos pensaron que lo seguirían controlando, como lo habían hecho durante 15 años, y que no objetaría sus "sugerencias", ya sea en nombramientos en la campaña (el caso de Zedillo como coordinador de la misma), ni en discursos (como el del 6 de marzo, que al final Colosio no atendió) o en favores a ciertos grupos de poder (el Grupo Atlacomulco, o los ligados al narco como los Arellano Félix y Amado Carrillo).

Colosio decidió a principios de Marzo de 2014 que ya no aguantaba más el manejo de Salinas y Córdoba (estaba a punto de correr a Zedillo como coordinador de campaña), y por supuesto ya no toleraba las "sugerencias" de Córdoba para recibir a cierta gente, escribir esto o aquello en los discursos o comportarse de esta o de aquella forma.

Si a lo anterior le sumamos el acercamiento que tuvo Colosio con el que había sido su principal contrincante en la lucha interna por la candidatura presidencial, Manuel Camacho, quien era considerado por los grupos de poder priísta, así como por Córdoba y Salinas, como una amenaza a sus intereses, podremos entender entonces que estos dos últimos se convencieran de que Colosio ya no era "su instrumento", y por lo tanto no era confiable.

Primero Córdoba le propuso que renunciara a la candidatura (al parecer el ofrecimiento incluía una "compensación" de 100 millones de dólares), lo que fue rechazado por Colosio. Cuando esto no funcionó, se urdió el plan para asesinarlo, en el cual los autores materiales fueron grupos ligados al narcotráfico en Tijuana (los Arellano Félix), en donde la investigación del atentado podía ser convenientemente manipulada.

El asesinato de Colosio además sirvió para "justificar" la "desconfianza" de los mercados en la economía mexicana, lo que llevó a que los especuladores vaciaran las reservas del Banco de México, con el visto bueno del propio gobierno de Salinas, quien muy probablemente urdió esta situación con sus socios de Wall Street y de Washington. Así, el asesinato de Colosio no sólo fue útil para mantener en el poder al grupo de tecnócratas y defraudadores que han controlado al país los últimos 30 años, sino también para engordar sus cuentas bancarias y las de sus patrones de Nueva York.

Lo peor de todo esto es que los mismos personajes que llevaron al país a la catástrofe en 1994, están hoy en los puestos de mando del país. Ahí está Salinas dando declaraciones en la prensa y mostrándose entre la élite económica del país en fiestas y reuniones. Su cercanía con Peña Nieto ha sido comentada desde que el actual presidente era gobernador en el Estado de México y no hay que olvidar que el grupo político-económico del que surge Peña, el Grupo Atlacomulco, fue uno de los principales aliados de Salinas durante su sexenio.

Ahí está Beltrones como Coordinador de los Diputados Federales del PRI, facilitando todas las propuestas de cambios constitucionales que ha promovido Peña y que favorecen principalmente a la élite empresarial de este país, así como a las grandes trasnacionales.

Ahí está Emilio Gamboa, coordinador de los Senadores del PRI, quien fuera el poderoso secretario particular del presidente Miguel de la Madrid, desde donde ayudó a Salinas a conseguir la candidatura presidencial del PRI a fines de 1987, lo que le fue bien recompensado en el sexenio de Salinas (director general del Infonavit, del IMSS, del Fonatur, de la Lotería Nacional y Secretario de Comunicaciones y Transportes).

Ahí está ese agente de los usureros internacionales, José Córdoba, como "asesor" en la Bolsa Mexicana de Valores, que dirige otro tecnócrata surgido en el salinismo, Luis Téllez.

Estos personajes (y muchos otros que sería muy prolijo enumerar aquí), que forman parte del grupo de poder que se enquistó en las áreas económicas y financieras del gobierno (el secretario de Hacienda, Luis Videgaray fue asesor del entonces titular de Hacienda con Salinas, Pedro Aspe, uno de los principales impulsores de la reforma energética de Peña), han armado una estructura jurídica con las reformas peñistas, que tiene por objeto saquear nuevamente al país.

Esto seguramente lo irán realizando a lo largo del sexenio, pero lo más probable es que utilicen un "evento catastrófico" que justifique nuevamente el vaciamiento de las reservas del Banco de México (las más altas en la historia del país), que bien podría ser otro atentado de alto impacto en medio de las campañas presidenciales del 2018, o algún "ataque terrorista" (realizado por las agencias aliadas de Estados Unidos o Israel), que ponga a México en el mapa de la "Guerra contra el Terror" (ahí está el acercamiento nada sutil del gobierno de Peña con Israel en varios frentes), los cuales por supuesto, se atribuirán a los enemigos del "libre mercado", esto es a la izquierda o a gobiernos a los que Occidente sataniza continuamente.

Desgraciadamente las fuerzas progresistas en México están desarticuladas, enfrentadas entre sí y sin unidad ni plan para resistir la embestida que la oligarquía nacional y la internacional están preparando para México, con objeto de dejarlo nuevamente hundido en una crisis económica mayúscula, a merced de los grandes especuladores y defraudadores de Nueva York y de la City. Y de la población en general poco o nada puede esperarse, pues la tienen embrutecida con mentiras cotidianas en los medios de comunicación, eventos deportivos, telenovelas, chismes del espectáculo y una inercia consumista (que paradójicamente no se puede concretar, por los bajos ingresos de la mayoría), que aleja al ciudadano común del pensamiento analítico y crítico sobre la realidad en la que vive.


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