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Zapata

jueves, 16 de febrero de 2023

 LÓPEZ OBRADOR EN LA DESESPERACIÓN

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ve como se termina su periodo gubernamental (2018-2024) sin que su objetivo de convertirse en el “mejor presidente de la historia de México” se haya concretado, ni esté cerca de lograrse.

AMLO pretendió “transformar” al país, cambiando algunas de las políticas que los gobiernos neoliberales establecieron a lo largo de 36 años (1982-2018); pero la realidad es que se quedó muy corto en sus intenciones, ya que una parte de su coalición gobernante está formada por la misma “mafia del poder” a la que él atacó y culpó durante sus 30 años como opositor gubernamental, de todas las desgracias habidas y por haber en el país.

Así, se alió a conspicuos integrantes de la oligarquía mexicana para que lo apoyaran en sus mastodónticas (y hasta ahora inútiles) obras públicas, tal como el hombre más rico de México, Carlos Slim; el magnate de la minería y segundo hombre más rico de México, Germán Larrea Mota Velasco; o el dueño del segundo consorcio televisivo más grande del país (y tercer hombre más rico de México), Ricardo Salinas Pliego, sólo por mencionar a los más relevantes.

De la misma forma, una buena cantidad de políticos y exfuncionarios públicos que integraron los gobiernos del que fuera el partido dominante en México por más de 70 años, el PRI, fueron cooptados por AMLO y su gobierno, y ahora gran parte de la estructura gubernamental en los 20 estados que gobierna el partido oficial Morena, y de los principales cuadros de este partido, provienen del PRI, así como del antecedente de Morena, el PRD.

Es decir, es la misma subclase política corrupta, oportunista, ventajosa y ligada al crimen organizado que simplemente cambió de camiseta y se pasó al partido oficial, sin que se diera ningún recambio real. “Que todo cambie, para que todo siga igual”.

En materia internacional, AMLO primero se dobló rápida y fácilmente ante todas las exigencias y órdenes del gobierno de Donald Trump (2017-2021), con el objetivo de que el gobierno estadounidense lo dejara a él en paz en el ámbito interno.

Por supuesto, esta fallida “estrategia” le costó muy caro al país, especialmente al haber avalado AMLO el leonino T-MEC que favorece ampliamente los intereses de las trasnacionales estadounidenses y canadienses.

Ahora AMLO se viene a dar cuenta de que todo lo que en su infinita ignorancia en materia comercial e internacional avaló con ese tratado, viene a acosarlo con las presiones de Washington en materia energética y respecto al maíz transgénico[1] y el glifosato.

Así también, Estados Unidos le tiene el pie en el cuello al gobierno mexicano en materia migratoria, obligándolo a aceptar el regreso de migrantes indocumentados de países a los que no puede retornarlos directamente, como Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití; y nuestro país debe acogerlos, sin que el gobierno mexicano haya solicitado algún tipo de asistencia económica de parte de Estados Unidos para ello.

AMLO pensó que para estas alturas de su gobierno, la oposición de derecha estaría totalmente aplastada y ya no sería ningún riesgo para su partido en las elecciones presidenciales y para renovar el Congreso en 2024; pero da la casualidad de que a pesar de que la oposición sigue sin presentar un frente realmente unido y un proyecto alternativo al neoliberalismo anterior y al fracasado neo populismo de AMLO, aún existe la posibilidad de que dicha oposición, con todos sus problemas y deficiencias, pueda significar un reto importante para la coalición gobernante que lidera AMLO.

Por todo ello, AMLO intenta controlar al aparato electoral que se ha construido en el país durante 30 años, y que se independizó del gobierno, para dar garantías a todos los competidores de que el árbitro de la justa electoral fuera imparcial.

Pues bien, AMLO, ante la inseguridad de que su partido Morena (y sus aliados PT y PVEM, pequeños partidos mercenarios que buscan sobrevivir mediante su asociación al partido mayoritario) logre la victoria en las elecciones del 2024, está impulsando una regresiva reforma electoral, que en los hechos permitiría al gobierno ser el que controlara a los organismos electorales, desbaratando así la imparcialidad que con tantas dificultades se logró a través de 30 años de reformas electorales.

De la misma forma, al constatar que sus obras públicas insignia, el Aeropuerto Felipe Angeles, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, se han quedado cortas respecto a las expectativas creadas (el caso del aeropuerto) o simplemente ni siquiera estarán en pleno funcionamiento para el fin del periodo gubernamental (Tren y refinería), AMLO está tratando de desviar la atención de la opinión pública hacia la corrupción y la asociación del crimen organizado de gobiernos anteriores; en especial los de los panistas Calderón (2006-2012) y Fox (2000-2006), a través del juicio al ex secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna en Nueva York.

Sin embargo, el juicio parece que no dará los réditos políticos que AMLO esperaba, ya que si bien hubo acusaciones de involucramiento de los gobiernos de Calderón y Fox con el crimen organizado, no hubo ninguna prueba que vinculara directamente a los expresidentes con esos hechos.

Ahora AMLO, al darse cuenta de que no pudo derrotar por completo a sus enemigos políticos; tampoco pudo transformar de fondo al país; no fue considerado en el extranjero como un gran líder (especialmente en América Latina); y ni de cerca se le considerara como uno de los mejores presidentes que ha tenido México, ha entrado en una etapa de desesperación.

Sus impresentables diputados presentaron en el Congreso el rescate del olvido de una ley de hace más de cien años (en los tiempos de Venustiano Carranza) mediante la cual se castiga con multas y cárcel a quienes “insulten al presidente, secretarios del gabinete, gobernadores, legisladores, etc.”.

Es decir, ante la incompetencia y la mediocridad de los gobernantes, el pueblo sólo tiene como escape la burla, el chiste y el sarcasmo contra esos gobernantes ineptos, corruptos y abusivos.

Y claro, estos contestan con la represión a la libre expresión; y no extrañe que pronto también venga la represión de las manifestaciones públicas.

AMLO ya se deslindó de dicha propuesta y ha dicho que la vetará en caso de aprobarse en el Congreso.

Sin embargo, lo que demuestra tamaña pifia de sus diputados es que la sucesión presidencial está generando cada vez más tensiones al interior de la coalición gobernante; y ello, junto con los resultados más bien mediocres del gobierno de AMLO y las crecientes presiones económicas y políticas del gobierno de Estados Unidos están descolocando a los gobernantes de la llamada “cuarta transformación” y al presidente lo están llevando a una creciente desesperación, al no ver cumplidos sus magnos objetivos.

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