LÓPEZ OBRADOR EN LA DESESPERACIÓN
El
presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ve como se termina su
periodo gubernamental (2018-2024) sin que su objetivo de convertirse en el
“mejor presidente de la historia de México” se haya concretado, ni esté cerca
de lograrse.
AMLO pretendió
“transformar” al país, cambiando algunas de las políticas que los gobiernos
neoliberales establecieron a lo largo de 36 años (1982-2018); pero la realidad
es que se quedó muy corto en sus intenciones, ya que una parte de su coalición
gobernante está formada por la misma “mafia del poder” a la que él atacó y
culpó durante sus 30 años como opositor gubernamental, de todas las desgracias
habidas y por haber en el país.
Así, se alió
a conspicuos integrantes de la oligarquía mexicana para que lo apoyaran en sus
mastodónticas (y hasta ahora inútiles) obras públicas, tal como el hombre más
rico de México, Carlos Slim; el magnate de la minería y segundo hombre más rico
de México, Germán Larrea Mota Velasco; o el dueño del segundo consorcio
televisivo más grande del país (y tercer hombre más rico de México), Ricardo
Salinas Pliego, sólo por mencionar a los más relevantes.
De la misma
forma, una buena cantidad de políticos y exfuncionarios públicos que integraron
los gobiernos del que fuera el partido dominante en México por más de 70 años,
el PRI, fueron cooptados por AMLO y su gobierno, y ahora gran parte de la
estructura gubernamental en los 20 estados que gobierna el partido oficial
Morena, y de los principales cuadros de este partido, provienen del PRI, así como
del antecedente de Morena, el PRD.
Es decir, es
la misma subclase política corrupta, oportunista, ventajosa y ligada al crimen
organizado que simplemente cambió de camiseta y se pasó al partido oficial, sin
que se diera ningún recambio real. “Que todo cambie, para que todo siga igual”.
En materia
internacional, AMLO primero se dobló rápida y fácilmente ante todas las
exigencias y órdenes del gobierno de Donald Trump (2017-2021), con el objetivo
de que el gobierno estadounidense lo dejara a él en paz en el ámbito interno.
Por
supuesto, esta fallida “estrategia” le costó muy caro al país, especialmente al
haber avalado AMLO el leonino T-MEC que favorece ampliamente los intereses de
las trasnacionales estadounidenses y canadienses.
Ahora AMLO
se viene a dar cuenta de que todo lo que en su infinita ignorancia en materia
comercial e internacional avaló con ese tratado, viene a acosarlo con las
presiones de Washington en materia energética y respecto al maíz transgénico[1] y el glifosato.
Así también,
Estados Unidos le tiene el pie en el cuello al gobierno mexicano en materia
migratoria, obligándolo a aceptar el regreso de migrantes indocumentados de
países a los que no puede retornarlos directamente, como Venezuela, Cuba,
Nicaragua y Haití; y nuestro país debe acogerlos, sin que el gobierno mexicano
haya solicitado algún tipo de asistencia económica de parte de Estados Unidos
para ello.
AMLO pensó
que para estas alturas de su gobierno, la oposición de derecha estaría
totalmente aplastada y ya no sería ningún riesgo para su partido en las
elecciones presidenciales y para renovar el Congreso en 2024; pero da la
casualidad de que a pesar de que la oposición sigue sin presentar un frente
realmente unido y un proyecto alternativo al neoliberalismo anterior y al
fracasado neo populismo de AMLO, aún existe la posibilidad de que dicha
oposición, con todos sus problemas y deficiencias, pueda significar un reto
importante para la coalición gobernante que lidera AMLO.
Por todo
ello, AMLO intenta controlar al aparato electoral que se ha construido en el
país durante 30 años, y que se independizó del gobierno, para dar garantías a
todos los competidores de que el árbitro de la justa electoral fuera imparcial.
Pues bien,
AMLO, ante la inseguridad de que su partido Morena (y sus aliados PT y PVEM,
pequeños partidos mercenarios que buscan sobrevivir mediante su asociación al
partido mayoritario) logre la victoria en las elecciones del 2024, está
impulsando una regresiva reforma electoral, que en los hechos permitiría al
gobierno ser el que controlara a los organismos electorales, desbaratando así
la imparcialidad que con tantas dificultades se logró a través de 30 años de
reformas electorales.
De la misma
forma, al constatar que sus obras públicas insignia, el Aeropuerto Felipe
Angeles, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, se han quedado cortas
respecto a las expectativas creadas (el caso del aeropuerto) o simplemente ni
siquiera estarán en pleno funcionamiento para el fin del periodo gubernamental
(Tren y refinería), AMLO está tratando de desviar la atención de la opinión
pública hacia la corrupción y la asociación del crimen organizado de gobiernos
anteriores; en especial los de los panistas Calderón (2006-2012) y Fox
(2000-2006), a través del juicio al ex secretario de Seguridad Pública Genaro
García Luna en Nueva York.
Sin embargo,
el juicio parece que no dará los réditos políticos que AMLO esperaba, ya que si
bien hubo acusaciones de involucramiento de los gobiernos de Calderón y Fox con
el crimen organizado, no hubo ninguna prueba que vinculara directamente a los
expresidentes con esos hechos.
Ahora AMLO,
al darse cuenta de que no pudo derrotar por completo a sus enemigos políticos;
tampoco pudo transformar de fondo al país; no fue considerado en el extranjero
como un gran líder (especialmente en América Latina); y ni de cerca se le
considerara como uno de los mejores presidentes que ha tenido México, ha
entrado en una etapa de desesperación.
Sus
impresentables diputados presentaron en el Congreso el rescate del olvido de una
ley de hace más de cien años (en los tiempos de Venustiano Carranza) mediante
la cual se castiga con multas y cárcel a quienes “insulten al presidente,
secretarios del gabinete, gobernadores, legisladores, etc.”.
Es decir,
ante la incompetencia y la mediocridad de los gobernantes, el pueblo sólo tiene
como escape la burla, el chiste y el sarcasmo contra esos gobernantes ineptos,
corruptos y abusivos.
Y claro,
estos contestan con la represión a la libre expresión; y no extrañe que pronto
también venga la represión de las manifestaciones públicas.
AMLO ya se
deslindó de dicha propuesta y ha dicho que la vetará en caso de aprobarse en el
Congreso.
Sin embargo,
lo que demuestra tamaña pifia de sus diputados es que la sucesión presidencial
está generando cada vez más tensiones al interior de la coalición gobernante; y
ello, junto con los resultados más bien mediocres del gobierno de AMLO y las
crecientes presiones económicas y políticas del gobierno de Estados Unidos
están descolocando a los gobernantes de la llamada “cuarta transformación” y al
presidente lo están llevando a una creciente desesperación, al no ver
cumplidos sus magnos objetivos.
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