La CNDH de Rosario Piedra
Mario
Patrón
https://www.jornada.com.mx/2023/02/09/opinion/014a1pol
El jueves
26 de enero, en el marco de su informe de labores, Rosario Piedra,
presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), presentó a
la Comisión Permanente del Congreso de la Unión una propuesta para cambiar el
nombre de la CNDH por Defensoría Nacional de los Derechos de los Pueblos y, con
ello, modificar algunas pautas de operación de la actual CNDH. La propuesta
llega en un clima de creciente crispación y encono, incentivado por los
procesos electorales que se efectuarán éste y el próximo año; por ello vale la
pena cuestionarnos si hoy lo más pertinente es plantear una reforma, o si no
resulta indispensable iniciar antes un diálogo sobre las necesidades y
urgencias de nuestro sistema ombudsperson.
La CNDH de
Rosario Piedra se ha distinguido por su ambivalencia. Ciertamente, la
productividad de la CNDH ha crecido en cuanto al número de recomendaciones
emitidas desde 2018 para llegar a un máximo histórico de 302 recomendaciones
emitidas en 2022. No obstante, estas cifras no necesariamente son reflejo de un
trabajo transversal y cualificado para el fortalecimiento de los derechos
humanos en México. Dicho de otro modo, un aumento en el número de
recomendaciones no significa automáticamente una mejor procuración de los
derechos humanos.
Envuelta en
polémica desde su llegada a la CNDH en 2019 por ser militante de Morena, la
gestión de Rosario Piedra ha dado muestras de mayor cercanía al gobierno que a
las víctimas. Bajo su liderazgo, la CNDH ha sido renuente a posicionarse frente
a hechos que minan los derechos humanos, como la militarización de la Guardia
Nacional o la privatización del agua en Querétaro o la crisis forense nacional
que representa más de 50 mil cuerpos sin identificar, sólo por mencionar
algunos; en cambio, se ha mostrado presta a manifestarse en favor de la reforma
del INE y en contra de la ley 3 de 3 en Yucatán, que impide a
deudores alimentarios postularse para cargos de elección popular. Esto ha
ocasionado que su propio Consejo Consultivo haya tomado distancia de su
presidenta en diversas ocasiones, y que organismos como Amnistía Internacional
hayan externado preocupación por la falta de claridad de la CNDH para dar
seguimiento a las recomendaciones emitidas y frente a la negativa de interponer
acciones de inconstitucionalidad sobre temas cruciales en la vida democrática
del país.
Con una
argumentación apegada a la narrativa de la 4T, la propuesta de reforma plantea,
entre otras modificaciones, dotar de exigibilidad a las recomendaciones
emitidas por el organismo; garantizar el pluralismo y la paridad de género
entre los funcionarios que lo integren; la elección mediante voto popular del
titular y de los integrantes del Consejo Consultivo; reducir la intermediación
de organizaciones civiles para la atención a víctimas y ampliar su competencia
en asuntos electorales.
Sin embargo,
frente a las evidencias de un pobre acompañamiento a las víctimas desde la CNDH
y ante su indudable alineación con el gobierno de López Obrador, es lícito
poner en duda que la reforma propuesta realmente vaya a garantizar una mejora
del ecosistema de derechos humanos en el país. El cambio de nombre del
organismo no es garantía de que se traducirá en una mejor defensa de los
derechos y la fórmula propuesta de selección de sus funcionarios por elección
popular, no sólo contradice estándares internacionales, sino que abre un
escenario propicio para partidizar el funcionamiento de la actual CNDH en
detrimento de su autonomía.
Por todo
ello, desde este espacio secundamos el llamado que ha hecho el Centro de
Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez S. J. para abrir un debate profundo
y plural sobre el debilitado sistema ombudsperson en México,
antes de discutir reformas legislativas que puedan ser contraproducentes para
la defensa y promoción de los derechos humanos en el país. En el contexto de
una pauta de alineación de la CNDH a la narrativa gubernamental como la que ha
caracterizado la gestión de Rosario Piedra, hoy lo prioritario es garantizar el
ejercicio autónomo del sistema de organismos públicos de derechos humanos,
ceder a las víctimas el lugar central en la discusión, e integrar en el debate
a los organismos civiles encargados de la defensa y promoción de los derechos
humanos.
La defensa
efectiva de los derechos humanos requiere de una cercanía y un compromiso real
con las exigencias de las víctimas y las organizaciones que laboran en el
campo. Si realmente se quiere democratizar el sistema de ombudsperson,
corresponde generar canales de diálogo efectivo entre la CNDH, las víctimas y
las organizaciones civiles para dialogar los cambios que realmente requiere la
comisión y para garantizar su autonomía y su verdadera democratización. De lo
contrario, la CNDH –como ha ocurrido también durante la gestión de Rosario
Piedra– no hará más que profundizar su rol de convalidación de la narrativa
oficial, a espaldas de las víctimas y sus urgentes necesidades, al más puro y
viejo estilo de la política corporativista y en detrimento de nuestra endeble
democracia.
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