El CIDE: ¡qué necedad, qué necesidad!
Jorge Durand
https://www.jornada.com.mx/2022/01/30/opinion/012a1pol
En diciembre
de 2018, en una cena navideña con colegas del CIDE, obviamente se hablaba
sobre el rumbo del país con la llegada de López Obrador. Alguno comentó sobre
el anunciado proyecto del Tren Maya y fijó su posición crítica al respecto.
Otros más opinaron para bien o para mal y, al final, propuse que podíamos
seguir hablando de trenes y pasar al tema del mentado Tren Bala a Querétaro, la
adjudicación al grupo Higa y la deuda pendiente con los chinos.
A tres años
de esa tertulia, vemos un avance en el Tren Maya, un chequeo constante, e
impertinente, del mismo Presidente sobre el ritmo de la obra y unos resultados
que veremos con el tiempo. Pero ahí estará el tren, con sus pifias, aciertos,
errores y potencialidades. Y al respecto, recuerdo que el nuevo aeropuerto de
Texcoco era un proyecto de Vicente Fox, quien nunca fue a ver la obra, ni se
preocupó por su financiamiento, hasta que se canceló por el conflicto con los
ejidatarios. Luego, Calderón se lavó las manos, no hizo nada y Peña Nieto
empezó tarde y mal, para dejarle a AMLO una herencia maldita, que éste se
encargó de exorcizar. De lo que suceda con el nuevo aeropuerto de Santa Lucía,
lo veremos en los próximos años. Pero ahí está, con museo paleontológico y
todo.
Ciertamente,
AMLO es un presidente constructor y va a pasar a la historia por su terquedad
en supervisar y terminar sus obras. Lo que no se puede decir es que sea un
constructor de instituciones, como lo fue el presidente Cárdenas. Más bien,
está desmantelando instituciones que fueron creadas para suplir muchas de las
ineficiencias e inequidades del aparato gubernamental. Es una tradición
política mexicana, crear comisiones e institutos cuando estallan los problemas
y cuando no hay modo de que el aparato burocrático estatal se encargue de
transformar y revolucionar el sistema desde dentro.
La creación
de los colegios y centros de investigación, al igual que el Sistema Nacional de
Investigadores (SNI) son un ejemplo perfecto de esta compleja realidad y esta
modalidad mexicana de solucionar los problemas. Para el secretario de Educación
Reyes Heroles era imposible transformar a las universidades por dentro,
levantar su nivel, promover la investigación y evitar la fuga de cerebros. Por
eso el Colegio de Michoacán se ubicó en Zamora, para estar lejos de la
influencia de la Nicolaita, y se convirtió en un centro de investigación con
maestrías y doctorados a semejanza del Colegio de México, así surgieron muchos
otros.
Estos
centros de investigación formarían investigadores que luego irían a parar a las
universidades públicas, con maestrías y doctorados, se fomentaría la
investigación, se elevaría el nivel, pero no subirían los salarios. Para eso se
conformó otra institución, el SNI, que, de manera paralela y separada de las
universidades, les sube los ingresos a los investigadores, en una competencia
abierta y pareja a escala nacional.
Un parche,
ciertamente, pero mal que bien ha funcionado. El Conacyt y no las universidades
se encargaría, en un primer momento, de promover la investigación con centros
de investigación, becas, financiamiento a proyectos y apoyo a los
investigadores. Pero el suelo y el sueldo, sigue siendo disparejo entre las
mismas universidades públicas y no se diga con las privadas. Cada una tiene sus
propias reglas y programas; sindicatos blancos, charros y rojos,
y establece diferentes arreglos con los gobiernos estatal y federal. Pero un
profesor de la UNAM o la UAM, gana mucho más y cuenta con más recursos que uno
de Guadalajara o Zacatecas, teniendo las mismas credenciales y nivel del SNI.
Pasa igual
con los colegios, el CIDE y otros centros de investigación. Cada uno ha buscado
la forma de mejorar las condiciones laborales y salariales a partir de recursos
autogenerados y para eso se fundaron los fideicomisos que los administraban.
Unos profesores tienen seguros médicos y buenos sistemas de jubilación y otros
nada. Algunas instituciones son autocráticas, otras corporativas y algunas
caciquiles. Hay mucho que transformar en el sistema educativo universitario.
Pero también existen instituciones democráticas, donde hay reglamentos,
comités, comisiones, auscultaciones, evaluaciones y concursos públicos para
acceder a las plazas. Entre ellas el CIDE.
Y para
volver a aquella cena navideña, la conversación prosiguió sobre la posible
injerencia de AMLO en la vida académica y en la posibilidad de imponer una
ideología marxista, o de izquierda, en las escuelas y universidades. El
comentario me pareció extremo y que rayaba en la ingenuidad. Me parecía
descabellado que se pudiera dar cualquier injerencia ideológica en el sistema
universitario. Me equivoqué.
Entre mis
colegas del CIDE, ciertamente, hay muchos neoliberales, pero también los hay de
tendencia marxista, funcionalista, posmoderna, socialista o anarquista. Es un
centro universitario donde se respetan las ideas y se discuten; donde se
construyó un modelo de administración eficiente; donde los profesores,
administrativos, trabajadores y estudiantes pueden comer de manera decente y
pagar por ello; donde las asesorías y proyectos externos se rigen por reglas
claras y transparentes; donde los estudiantes con recursos pagan cuotas que
sirven para otorgarle becas a sus propios compañeros; donde el rendimiento
escolar es exigente con alumnos y profesores.
Queremos más
instituciones de éstas, no menos. Y lo que no se puede admitir es la injerencia
ideológica en la vida académica universitaria y la destrucción de las
instituciones que funcionan con estándares de excelencia y que se rigen por
criterios de funcionamiento establecidos de manera consensuada por su
comunidad.
Lo que pasa
con el CIDE es un claro ejemplo de impunidad institucional y puede ser el
precedente de lo que ocurra en otras universidades públicas del país.
Por eso,
#YoDefiendoAlCIDE y, con ello, la libertad académica, de investigación y de
cátedra en México.
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