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Zapata

sábado, 9 de mayo de 2020


SE INCREMENTAN PRESIONES DE ESTADOS UNIDOS SOBRE MÉXICO
La brutal caída de la economía de Estados Unidos (20.5 millones de desempleados en abril y caída del PIB de 4.8% en el primer trimestre del año) debido al cierre de actividades por la pandemia del coronavirus y la desastrosa manera en que las autoridades federales y estatales han enfrentado la misma (28.37% de todas las muertes en el mundo; y 33.24% de todos los casos confirmados a nivel mundial), han llevado a la administración de Donald Trump a tratar de desviar la responsabilidad de ambos hechos a actores en el ámbito internacional como China y la Organización Mundial de la Salud.
Pero ante la cercanía de las elecciones presidenciales en noviembre, Trump busca más “chivos expiatorios” que le puedan servir para evitar que el electorado estadounidense le cargue a él toda la culpa por la grave crisis sanitaria y económica que vive la decadente superpotencia.
Así, la vieja táctica de culpar a los migrantes y al vecino del sur de gran parte de los problemas internos de Estados Unidos (narcotráfico, inseguridad, migración indocumentada, desindustrialización, etc.) ha aparecido nuevamente, y diversos artículos en la prensa estadounidense[1], así como declaraciones de políticos y funcionarios están enfocándose en la “crisis” que se está gestando en México, debido al crecimiento de casos confirmados de coronavirus, las dificultades del sistema de salud para hacerle frente a la pandemia y la recesión económica que se espera este año, debido a la paralización de actividades por el confinamiento social.
Adicionalmente, las grandes corporaciones estadounidenses, que están presionando a Trump para reabrir la economía lo antes posible, debido a los efectos devastadores que está teniendo la paralización de actividades en los ingresos de ciudadanos, familias y empresas, las está llevando a demandar que se obligue a México a reabrir al unísono las fábricas que forman parte de la cadena de suministros de la industria estadounidense, a pesar de que ello ponga en riesgo la salud de los trabajadores mexicanos.
En el mismo sentido se ha pronunciado el embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, quien ha criticado abiertamente al gobierno por no “alinearse” a las necesidades de las cadenas de valor que abastecen al mercado estadounidense, al no permitir la reapertura de muchas empresas que no se consideran en estos momentos como “esenciales”.
Trump mismo, a pesar de que ha “apoyado” a López Obrador en dos solicitudes recientes de ayuda, como la de intervenir en las negociaciones sobre la reducción de la producción petrolera, para que México sólo se comprometiera a reducir la suya en 100 mil barriles y no en 400 mil como lo proponían los miembros de la OPEP; y en la venta de 211 ventiladores (aunque originalmente se había hablado de 1000), para el atribulado sector salud de México, en su lucha para abatir la pandemia del coronavirus; ya ha comenzado también a criticar a México por que no puede lidiar con las crisis sanitaria y económica, y esto puede llevar a un aumento de la migración indocumentada, lo que según él, justifica más que nunca la construcción del muro fronterizo.
Toda esta narrativa estadounidense está siendo alimentada también por la de sus aliados mexicanos, los oligarcas y los partidos de oposición de derecha, que están impulsando una campaña de satanización del gobierno de López Obrador, criticándolo por no apoyar con créditos a las empresas (negándose a endeudar más al país), y por supuestamente estar ocultando las verdaderas cifras del crecimiento de la pandemia.
Al parecer, desde ciertos círculos de poder de Estados Unidos (se habla principalmente de las empresas petroleras), se está empujando también esta imagen de descontrol y supuesta cerrazón del gobierno mexicano a atender las necesidades empresariales y de los Estados Unidos, por lo que ya se manejan posibles escenarios de “golpismo” o al menos de campañas para exigir la renuncia del presidente de México[2].
Quizás por eso es que recientemente, López Obrador se refirió a que México le va a pedir una explicación a Estados Unidos sobre el operativo “Rápido y Furioso” mediante el cual la administración Obama permitió que más de 2000 armas ingresaran a México ilegalmente, con objeto de rastrearlas, lo que no ocurrió; y en cambio llegaron a manos de organizaciones criminales.
Para López Obrador es de fundamental importancia el que el apoyo que hasta ahora ha tenido de la administración Trump se mantenga (lo ha obtenido cediendo en prácticamente todos los aspectos de la relación bilateral), pues sabe que si sus enemigos oligarcas logran debilitar ese apoyo, aunado con los efectos que la crisis sanitaria y económica está teniendo en la población mexicana, les puede abrir una “ventana de oportunidad” para acorralar al gobierno y, una de dos, obligarlo a darles los apoyos económicos que exigen (que el gobierno los salve, como de costumbre) o que se debilite tanto el gobierno, que pueda darse una renuncia forzada del primer mandatario.
Por lo pronto, López Obrador está tratando de navegar en medio de la tormenta, lidiando con las presiones estadounidenses (que casi siempre termina por aceptar), y manteniendo a raya a sus opositores internos, principalmente gracias al gran apoyo popular que mantiene y al soporte que le han seguido dando las fuerzas armadas.
Sin embargo, no hay ninguna garantía que esos apoyos se mantengan indefinidamente, si la situación no comienza a estabilizarse y a mejorar en los próximos meses. Veremos.

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