SE INCREMENTAN PRESIONES DE ESTADOS
UNIDOS SOBRE MÉXICO
La brutal
caída de la economía de Estados Unidos (20.5 millones de desempleados en abril
y caída del PIB de 4.8% en el primer trimestre del año) debido al cierre de
actividades por la pandemia del coronavirus y la desastrosa manera en que las
autoridades federales y estatales han enfrentado la misma (28.37% de todas las
muertes en el mundo; y 33.24% de todos los casos confirmados a nivel mundial),
han llevado a la administración de Donald Trump a tratar de desviar la
responsabilidad de ambos hechos a actores en el ámbito internacional como China
y la Organización Mundial de la Salud.
Pero ante la
cercanía de las elecciones presidenciales en noviembre, Trump busca más “chivos
expiatorios” que le puedan servir para evitar que el electorado estadounidense
le cargue a él toda la culpa por la grave crisis sanitaria y económica que vive
la decadente superpotencia.
Así, la
vieja táctica de culpar a los migrantes y al vecino del sur de gran parte de
los problemas internos de Estados Unidos (narcotráfico, inseguridad, migración
indocumentada, desindustrialización, etc.) ha aparecido nuevamente, y diversos
artículos en la prensa estadounidense[1], así como declaraciones de
políticos y funcionarios están enfocándose en la “crisis” que se está gestando
en México, debido al crecimiento de casos confirmados de coronavirus, las
dificultades del sistema de salud para hacerle frente a la pandemia y la
recesión económica que se espera este año, debido a la paralización de
actividades por el confinamiento social.
Adicionalmente,
las grandes corporaciones estadounidenses, que están presionando a Trump para
reabrir la economía lo antes posible, debido a los efectos devastadores que
está teniendo la paralización de actividades en los ingresos de ciudadanos,
familias y empresas, las está llevando a demandar que se obligue a México a
reabrir al unísono las fábricas que forman parte de la cadena de suministros de
la industria estadounidense, a pesar de que ello ponga en riesgo la salud de
los trabajadores mexicanos.
En el mismo
sentido se ha pronunciado el embajador de Estados Unidos en México, Christopher
Landau, quien ha criticado abiertamente al gobierno por no “alinearse” a las
necesidades de las cadenas de valor que abastecen al mercado estadounidense, al
no permitir la reapertura de muchas empresas que no se consideran en estos
momentos como “esenciales”.
Trump mismo,
a pesar de que ha “apoyado” a López Obrador en dos solicitudes recientes de
ayuda, como la de intervenir en las negociaciones sobre la reducción de la
producción petrolera, para que México sólo se comprometiera a reducir la suya
en 100 mil barriles y no en 400 mil como lo proponían los miembros de la OPEP;
y en la venta de 211 ventiladores (aunque originalmente se había hablado de 1000),
para el atribulado sector salud de México, en su lucha para abatir la pandemia
del coronavirus; ya ha comenzado también a criticar a México por que no puede
lidiar con las crisis sanitaria y económica, y esto puede llevar a un aumento
de la migración indocumentada, lo que según él, justifica más que nunca la
construcción del muro fronterizo.
Toda esta narrativa
estadounidense está siendo alimentada también por la de sus aliados mexicanos,
los oligarcas y los partidos de oposición de derecha, que están impulsando una
campaña de satanización del gobierno de López Obrador, criticándolo por no
apoyar con créditos a las empresas (negándose a endeudar más al país), y por
supuestamente estar ocultando las verdaderas cifras del crecimiento de la pandemia.
Al parecer,
desde ciertos círculos de poder de Estados Unidos (se habla principalmente de
las empresas petroleras), se está empujando también esta imagen de descontrol y
supuesta cerrazón del gobierno mexicano a atender las necesidades empresariales
y de los Estados Unidos, por lo que ya se manejan posibles escenarios de “golpismo”
o al menos de campañas para exigir la renuncia del presidente de México[2].
Quizás por
eso es que recientemente, López Obrador se refirió a que México le va a pedir
una explicación a Estados Unidos sobre el operativo “Rápido y Furioso” mediante
el cual la administración Obama permitió que más de 2000 armas ingresaran a
México ilegalmente, con objeto de rastrearlas, lo que no ocurrió; y en cambio
llegaron a manos de organizaciones criminales.
Para López Obrador
es de fundamental importancia el que el apoyo que hasta ahora ha tenido de la
administración Trump se mantenga (lo ha obtenido cediendo en prácticamente
todos los aspectos de la relación bilateral), pues sabe que si sus enemigos
oligarcas logran debilitar ese apoyo, aunado con los efectos que la crisis
sanitaria y económica está teniendo en la población mexicana, les puede abrir
una “ventana de oportunidad” para acorralar al gobierno y, una de dos,
obligarlo a darles los apoyos económicos que exigen (que el gobierno los salve,
como de costumbre) o que se debilite tanto el gobierno, que pueda darse una
renuncia forzada del primer mandatario.
Por lo
pronto, López Obrador está tratando de navegar en medio de la tormenta,
lidiando con las presiones estadounidenses (que casi siempre termina por
aceptar), y manteniendo a raya a sus opositores internos, principalmente
gracias al gran apoyo popular que mantiene y al soporte que le han seguido
dando las fuerzas armadas.
Sin embargo,
no hay ninguna garantía que esos apoyos se mantengan indefinidamente, si la
situación no comienza a estabilizarse y a mejorar en los próximos meses. Veremos.
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